Vivo en Berlín desde hace dos años. Nací en Colombia y crecí y me formé en España. Berlín no tiene unas restricciones tan fuertes como Italia o España, pero sí hay muchas normas que hacen que la vida no transcurra con total normalidad. Sólo se puede salir a la calle con las compañeras y compañeros de piso, familiares, y de dos en dos. Toda la ciudad está cerrada, excepto los supermercados, tiendas de alimentación, droguerías, farmacias y centros sanitarios. Lo curioso es que todos los días parecen domingo. Los berlineses salen a la calle y llenan los parques. La gran mayoría lo hacen sin mascarillas ni guantes. Para quienes venimos de España nos sorprende cierta frivolidad y poco cuidado de una parte de la población. Al menos así lo reflexiona una parte de mi círculo cercano. Es cierto que el gobierno alemán lanza las medidas y luego estas pasan por los “filtros” de los Länder (Estados federados).
El gobierno alemán también ha tomado medidas de protección social para una parte importante de la población. Los trabajadores autónomos pueden pedir una ayuda de hasta 5.000 euros para el parón de su actividad. También hay ayudas para quienes hemos visto reducidos nuestros ingresos con el llamado Kurzarbeit (trabajo corto, reducción del contrato) mientras se restablece la normalidad. Los inquilinos no pueden ser expulsados de sus viviendas, ya sea por impago o por fin de contrato durante la cuarentena. Las mudanzas se pueden hacer, pero con empresas especializadas y no de forma privada. A buena parte de la población se le garantizará una entrada de dinero a través de las ayudas sociales (Jobcenter) o de su cotización si son despedidos.
¿Es que los alemanes tienen más ventiladores en la UCI? ¿Es que salen menos y se besan menos? ¿Su sistema de salud es mejor? ¿Su salud es mejor? ¿La forma de contabilizar contagios y fallecidos es la misma en todos los países? ¿Se hacen pruebas a todos los enfermos?
La lucha de todos los países afectados por la Covid-19 es por aplanar la curva. Depende mucho de sus medidas de confinamiento, pero sobre todo de su sistema sanitario. Ya podemos imaginar que países cuentan con ventaja. Alemania es uno de ellos. El número de camas de hospitales y de Unidades de Cuidados Intensivos por habitante son las mayores en toda Europa. Sin embargo, la desigualdad se vive también en el llamado “primer mundo”. Todos los países de la UE miran a Alemania con perplejidad porque sus medidas de confinamiento son muy blandas pese a tener un número de contagios importantes. Parece que a partir del 4 de mayo se va a empezar a desescalar el confinamiento voluntario y empezarán a abrir los pequeños comercios. Los eventos multitudinarios y los locales de ocio y gastronomía tendrán que esperar.
El sistema sanitario alemán es una mezcla entre lo público y privado. Las llamadas praxis que son médicos de servicios privados, semiprivados y especializados que ejercen fuera de los hospitales. La parte pública de este sistema es que este seguro se paga por dos vías si trabajas. Una parte corresponde a la empresa que te tiene contratado y la otra parte se paga con tu nómina. Existen otros casos de personas con minijobs, o sin trabajo que reciben ayudas sociales y estas, bajo una presión muy fuerte hacia el demandante, paga desde el seguro hasta un tope en vivienda y otros gastos básicos.
La gran pregunta es: ¿Por qué en Alemania la tasa de mortalidad es tan baja? Hay tres hipótesis de partida para responder a esta pregunta. La primera es que parece ser que en Alemania el virus llegó más tarde. La segunda se debe a que los infectados pertenecen al grupo de personas jóvenes. La edad media de los contagios en Alemania ronda los 40-50 años, mientras que en Italia y Francia superan los 60 años. Aquí se pueden añadir aspectos culturales como que no hay una dinámica familiar tan fuerte y grande como en los países latinos, donde la familia es un pilar muy importante y fundamental, donde incluso varias generaciones pueden compartir una misma vivienda. La tercera razón es por el número de test que Alemania decidió hacer desde muy pronto. El gobierno de Angela Merkel apostó por hacer pruebas masivamente.
Sin embargo, hay mucho debate en todos los países sobre el modo de contar a las víctimas mortales. La prensa pregunta: ¿Es que los alemanes tienen más ventiladores en la UCI? ¿Es que salen menos y se besan menos? ¿Su sistema de salud es mejor? ¿Su salud es mejor? ¿La forma de contabilizar contagios y fallecidos es la misma en todos los países? ¿Se hacen pruebas a todos los enfermos? Leí en el periódico El País una reflexión interesante: “Es probable que la baja letalidad del virus en Alemania se deba a una mezcla de varias cosas. Sus cifras seguirán probablemente lejos de las de España e Italia, mientras el país siga siendo capaz de testar masivamente. Pero si otro factor es que su brote está en una fase más temprana, sus cifras de muertos aumentarán y la letalidad crecerá. La pregunta es cuánto”.
Estas claves sobre el confinamiento en Alemania, no se pueden comparar con América Latina, Asia o África. No hay duda de que entramos en una situación muy complicada y Alemania entra con ventaja respecto a otros países de Europa. La delantera alemana se debe a sus aciertos y sus importantes inversiones en la sanidad, pero debemos tener en cuenta que la misma UE también funciona como el mundo. Los países del sur de Europa sufrieron en la última década una tremenda política de austeridad y un grave problema de la deuda, la cual casualmente ha favorecido a las cuentas alemanas. La eurodiputada Sira Rego lo explica muy bien: “Se trata de la historia de los recortes en nuestro sistema público de salud llevados a cabo entre 2011 y 2018 y que tiene dos protagonistas: la institución europea que obligó a hacerlos y el partido en el Gobierno que los hizo”.
Hay un último tema que nos sorprende a quienes venimos de España y vivimos en Alemania. Aquí no se sale a aplaudir o reconocer a todas las personas expuestas que sigue trabajando desde los sanitarios hasta los trabajadores de farmacias, supermercados, agricultores, transportes, limpieza y suministradores de recursos. Aunque es cierto que no hay mejor reconocimiento que llenar de dignidad sus labores con condiciones de trabajo dignas e inversión pública.