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Luis Jorge Garay: “Más hambre, más desigualdad, y la peor crisis en 150 años”

Entrevista con Jorge Garay, colombiano con estudios de Ingeniería Industrial, de maestría en Economía y de Doctorado en Economía del Instituto Tecnológico de Massachusetts.

Foto de Alice Pasqual en Unsplash

Foto de Alice Pasqual en Unsplash

Entrevista con Jorge Garay, colombiano con estudios de Ingeniería Industrial, de maestría en Economía y de Doctorado en Economía del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Investigador visitante de las universidades de Cambridge y Oxford, director académico de Scientific Vortex Group, profesor visitante de Link Campus University en Italia. Consultor de Naciones Unidas, Banco Interamericano de Desarrollo, e instituciones gubernamentales y no gubernamentales de Colombia. Autor de unos 85 libros y cientos de artículos. 

Por estos días se vuelve a hablar del Crack del 29 o de la Gran Recesión de 2008 ¿Hacía dónde va la economía mundial por efecto del Covid-19?

La crisis de la pandemia es más asimilable a la Gran Depresión por su profundidad aunque probablemente será de menor duración, pero todo dependerá de la pronta aparición y aplicación de una vacuna efectiva o en su defecto de un tratamiento eficaz. El problema de la pandemia se ha agudizado por la crisis internacional del petróleo desde hace unas semanas que de perdurar un tiempo podría llevar incluso a una grave crisis en el sistema financiero y en el sistema de capitales. En esa eventualidad estaríamos enfrentados a la peor crisis económica y social de más de un siglo y medio, y con carácter globalizado.

Luis Jorge Garay
Foto cortesía de Luis Jorge Garay.

Por ahora las proyecciones sugieren que en los países del Norte se podría entrar en una recesión, con una caída del PIB de hasta al menos 8-10% este año, incluso con mayor gravedad en los países europeos mediterráneos cuyas economías tienen menor resiliencia que los países del norte de Europa.

En el caso de la Latinoamérica la CEPAL ha afirmado que podría ser la crisis más aguda desde que se conocen estadísticas. Parecería que Colombia sería una de las economías relativamente menos afectadas pero con una caída del PIB entre 2-3%, de nuevo dependiendo de la profundidad y perdurabilidad de la pandemia, y del consecuente confinamiento social.

La pandemia sin duda alguna va agudizar las desigualdades entre países del Norte y del Sur

Ello en nuestro continente podría llevar a un aumento sustancial de la pobreza, proyectada en más de 30 millones de personas y a un agravamiento de los ya inaceptables grados prevalecientes de desigualdad y concentración de ingreso y de riqueza.

La pandemia está demostrando que si bien esta pone en riesgo a todas las clases sociales, impacta de manera más aguda y determinante a las poblaciones más vulnerables y desfavorecidas de las sociedades, que son no sólo las más expuestas a la extrema fragilidad del sistema sanitario y de protección social, sino que se ven obligadas a buscar por todo medio maneras de subsistencia, ya que sus ingresos dependen del trabajo diario y en condiciones muy precarias e informales, sin mayor red de asistencia social.

La pandemia sin duda alguna va agudizar las desigualdades entre países del Norte y del Sur, incluso entre países del Sur y por supuesto al interior de las sociedades, especialmente las menos desarrolladas.

Claramente la situación postpandémica en el mundo dependerá en gran medida de las políticas a nivel global, regional y nacional que se adopten para hacer frente a los impactos socioeconómicos de la crisis por el Covid-19.

En algunas de las graves crisis mundiales en el siglo pasado se adoptaron estrategias ambiciosas como en su momento fue el “Plan Marshall”, resta por ver si en los países del Norte se lograra la decisión de aplicar planes de salvamento y reconstrucción a nivel global, aunque por lo visto hasta ahora no pareciera haber ni el ambiente ni los liderazgos indispensables para avanzar en dicha dirección. Situación de por sí paradójica en medio de un avanzado estadio de globalización.

Las revueltas sociales ocurridas a finales de 2019 indicaban que las cosas no andaban bien en Latinoamérica ¿Qué estaba pasando?

Las movilizaciones ciudadanas que se observaron a finales del año pasado en muy diversos países en el mundo parecieran responder, en buena medida, a la insatisfacción de expectativas creadas de progreso, inclusión social y reducción de las desigualdades y la pobreza, la incertidumbre sobre proyectos de vida dignos en el futuro para las nuevas generaciones y, en fin, de la nula ampliación de oportunidades incluyentes a amplios sectores de la población. Debo destacar el liderazgo y la activa participación de las juventudes que no ven garantizado un futuro digno, no obstante sus esfuerzos para capacitarse, educarse y desarrollarse para ejercer su ciudadanía.

Estas demostraciones de frustración e incertidumbre ante sociedades de riesgo como las actuales en mundo globalizado reflejan, en gran parte, el agotamiento del modelo neoliberal imperante a nivel global, en la medida en que algunos de sus paradigmas centrales se han visto incumplidos sistémicamente como el de la meritocracia, el ascenso social intergeneracional y los elevados niveles de exclusión social, ante la agudización de las desigualdades económicas, políticas, sociales y culturales, la masiva precarización laboral para amplias capas de la población, la agudización del desempleo de larga duración de las generaciones jóvenes, la creciente concentración del ingreso y de la riqueza en cada vez menor número de corporaciones y personas naturales superpoderosas, entre otros dinámicas sociales.

Foto de Fajrul Falah en Pixabay
Foto de Fajrul Falah en Pixabay

Ello ha llevado a algunos analistas y políticos a argumentar que se está produciendo en el mundo una severa crisis del modelo neoliberal global imperante, que o bien podría ser superada por la implantación de un modelo postneoliberal, o hasta el punto en que incluso otros han llegado a defender que la crisis es estructural del capitalismo como sistema.

En tanto que para otras corrientes políticas e ideológicas la solución reside en la instauración de modelos democráticos iliberales con menos derechos y sin cuestionar el régimen de mercado liberal, de tendencias ultraderechista o aún populista supuestamente de izquierda.

Dirty Money, serie documental de Netflix, nos muestra que la gente del común es la que paga los platos que rompen los poderosos ¿Qué fue lo que más te sorprendió cuando preparabas El gran libro de la corrupción en Colombia?   

Este libro fue fruto de un proceso de investigación durante más de diez años que empezó alrededor del fenómeno del narcoparamilitarismo en Colombia, que luego fue enriqueciéndose con estudios sobre modalidades de criminalidad organizada en varios países de América Latina e incluso de Europa (como Italia y Bulgaria), y que  posteriormente se complementó con análisis sobre procesos de corrupción sistémica, comenzando con el caso de Lava Jato Brasil y de Lava Jato Perú, y recientemente con el estudio de estructuras de macrocorrupción y cooptación institucional en departamentos de Colombia, en especial en el sector salud.

En dicho proceso se fue avanzando en una conceptualización de la captura, la cooptación y reconfiguración de Estados por parte de poderes fácticos, inicialmente por parte de agentes y organizaciones abiertamente criminales como grupos narcotraficantes e ilícitas como grupos alzados en armas, para finalmente enfocar la atención en el caso de agentes supuestamente legales como grandes y poderosas corporaciones empresariales.

Con respecto a los procesos de cooptación corporativa se han constatado las modalidades de organización adoptadas, la profundidad de la cooptación de instituciones públicas y privadas –especialmente de partidos y líderes políticos–, la gravedad y perdurabilidad de los daños institucionales, sociales, colectivos e individuales. En cuanto a los daños, sobresale la constatación de que no hay una jurisprudencia suficientemente desarrollada a nivel internacional para garantizar una reparación integral de ese tipo de perjuicios societales de gran significancia social, colectiva e individual, lo que ha favorecido amplios niveles de impunidad transnacional y que los agentes corruptores y terceros beneficiarios no hayan procedido con cargo a sus patrimonios a reparar los cuantiosos daños producidos con su accionar criminal e ilícito ni a recuperar las importantes cuantías de recursos públicos apropiados por ellos ilegalmente.

El problema de la macrocorrupción y cooptación institucional por parte de grandes corporaciones es que afecta de manera profunda el funcionamiento de la política y del mercado, bases del sistema democrático liberal de referencia. Su agudización iría conduciendo hacia las bases de Estados de tipo cleptocrático corporativo, con todo lo que ello implica en términos de suplantación de una verdadera democracia.

El capital en el siglo XXI y Capital e Ideología, dos libros de Thomas Piketty ¿En qué te identificas con el autor francés?

En el primer libro Piketty realiza un análisis histórico novedoso sobre la distribución del ingreso en múltiples países, del cual destaco el hallazgo, por demás esperable, de que la distribución del ingreso mejoró sustancialmente en los países del Norte con posterioridad a la implantación de Estados de Bienestar luego de la Segunda Guerra Mundial. Proceso que empezó a revertirse con la instauración del modelo neoliberal por parte de Tatcher y Reagan y progresivamente en un gran número de países del mundo, al punto de que hoy en día se observan niveles de desigualdad de ingreso y de riqueza superiores a los de las primeras décadas del sigo pasado.

Otro aporte fundamental de Piketty es que demostró la necesidad de analizar la distribución de ingreso no solo mediante el método convencional de clasificar la población en deciles según su nivel de ingreso o riqueza, para darle especial importancia no sólo al 10% de la población considerada como rica (del decil 10), sino especialmente al 1%, e incluso a mayor nivel de desagregación por su creciente participación en el ingreso y riqueza a nivel nacional. A propósito, en el ultimo libro que he publicado con Jorge Enrique Espita (2019), Dinámica de las desigualdades en Colombia, se constató la trascendencia de analizar el 0,01% de las personas súper superricas por su determinante participación en el ingreso y la riqueza total del país.

Photo de John Cameron en Unsplash
Foto de John Cameron en Unsplash

Un hallazgo adicional en su primer libro es que Piketty muestra cómo los salarios de los por él denominados superejecutivos son no solo exageradamente elevados y que no se compadecen con su productividad, sino que son fijados sin mayor fiscalización por parte de estos mismos superejecutivos/superricos. Ello, entre otras cosas, lleva a un serio cuestionamiento sobre el modelo de gobernanza corporativa en grandes corporaciones del mundo.

Con relación al segundo libro, la contribución más significativa a mi juicio se relaciona con el hecho de que la idea de desigualdad corresponde a una concepción ideológica, bajo la cual se enmarca la racionalidad de la política pública, por ejemplo. Es decir, la política pública está íntimamente enraizada en la concepción ideológica sobre la desigualdad. Un ejemplo de ello es cómo bajo la administración Trump se adoptó una política tributaria a favor de las personas naturales más ricas de Estados Unidos, con una intensidad tal que revirtieron la progresividad alcanzada en periodos presidenciales anteriores como el de Obama, y al punto en que hoy la tasa impositiva efectiva de las personas súper superricas resulta casi equiparable a la tasa impositiva de personas de la clase media. Es decir, la concepción neoliberal extrema ha conducido a una política impositiva que viola el principio de la progresividad vertical. A propósito, la estructura tributaria colombiana guarda una estrecha similitud a lo recién descrito como lo mostramos en el mencionado libro (Dinámica de las desigualdades en Colombia, 2019).

Quizás el aporte del segundo libro de Piketty más ambicioso y también sujeto a mayor debate es el relacionado con la propuesta de transitar a un postcapitalismo bajo la modalidad de un socialismo participativo, cuya médula central reside en que la propiedad sólo puede ser de carácter temporal y no deba ser heredada intergeneracionalmente. Por supuesto, ello implicaría una ruptura con un principio esencial del capitalismo: la inalienabilidad de la propiedad privada!

Crisis ambiental y minería parecen ir de la mano ¿Qué debe hacer Latinoamérica con sus recursos naturales?

Para abordar esta cuestión preferiría ilustrar el caso colombiano sobre el que, a propósito, acabo de divulgar un documento resumen sobre la minería, el patrón de crecimiento y las finanzas públicas. En el mismo se muestran varios rasgos característicos de los impactos de la minería en el país, de los cuales merece la pena mencionar los siguientes:

En primer lugar, Colombia pareciera estar avanzando hacia una nueva etapa de neo-extractivismo mediante macroproyectos tipo enclave, en los que la producción de minerales se destina a la exportación y a su procesamiento en el exterior, sin generarse mayor valor agregado doméstico, con tecnologías complejas y no insuficientemente probadas en ecosistemas frágiles, altamente intensivas en capital y con escasa generación relativa de empleo.

Foto de Markus Spiske en Unsplash
Foto de Markus Spiske en Unsplash

En segundo lugar, los impactos socioecológicos de los macroproyectos líderes en esta etapa sería previsiblemente de carácter más sistémico y perdurable que los que se han observado en la anterior etapa extractivista desarrollada hasta el momento en el país.

En tercer lugar, ante la multiplicidad de títulos mineros aprobados y en vigor, no sería de sorprender que una vez se aprobaran macroproyectos líderes como el de Jérico, Santurbán o Cajamarca, se generarían condiciones para otros proyectos que en ciertos territorios pudieran producir impactos sistémicos de gran trascendencia en la configuración de los territorios intervenidos (por ejemplo, el suroeste antioqueño con numerosos títulos aprobados).

En estas circunstancias resulta aún más urgente e imperiosa la necesidad de redoblar esfuerzos para una estricta regulación y fiscalización de los procesos de análisis y eventual aprobación de nuevos proyectos minero-energéticos bajo una visión de resiliencia socioecológica, de desarrollo de la naturaleza y de reproducibilidad de la biodiversidad, fuentes de agua, acuíferos, ecosistemas de especial interés y de conservación del medio ambiente.

Todo ello con mayor razón en la medida en que, según la Organización Mundial de la Salud -OMS, cerca de dos tercios de las enfermedades y patologías hoy en día estarían relacionadas con el cambio climático. La pandemia del Covid-19 ha venido develando, al menos en parte, la gravedad del cambio climático y sus consecuencias.

De otra parte, han resurgido presiones por parte de empresarios y gremios interesados, así como de no pocos funcionarios responsables, en acelerar los procesos de consulta previa con las comunidades étnicas y de licencia ambiental express para la aprobación de proyectos minero-energéticos, con la argumentación de promover el desarrollo y fortalecer las finanzas públicas y la situación cambiaria del país en medio de la crisis actual.

Sin embargo, con la evidencia observada en la primera etapa del neoextractivismo en el país desde finales de los años noventa, resulta claro que: el sector propiamente minero no ha generado al año sino aproximadamente un 0,5-0,6% del PIB por concepto de impuesto a la renta y de regalías; no ha generado mayor empleo neto en los territorios intervenidos por su bajo procesamiento de los minerales extraídos y por el desplazamiento de otras actividades productivas intensivas en mano de obra como la agropecuaria en esos territorios; no ha contribuido a un mejoramiento suficiente de la calidad de vida y la pobreza de las poblaciones locales, al punto de que el índice de calidad de vida de los municipios mineros es claramente inferior al promedio de los municipios con actividades no extractivistas, entre otros rasgos.

Es decir, la evidencia no ha demostrado la magnitud de los impactos positivos en tales campos como se había previsto inicialmente. Ahora bien, este tipo de situación podría verse aún más acentuada mientras mayor sea el carácter de enclave de la actividad extractivista, por ejemplo.

Por esta razón y por las consideraciones socioecológicas mencionadas anteriormente, resulta claro que no hay ningún sustento técnico ni de política pública que pudiera avalar algunas posturas empresariales como las mencionadas.

Hoy más que nunca resulta indispensable brindar una debida valoración a la riqueza de la naturaleza y la ecología en una perspectiva perdurable ante la crisis ecosistémica que se avizora en el mundo, por lo que han de reforzarse y profundizarse los requisitos, exigencias, análisis y regulaciones para la evaluación de la eventual “bondad” de proyectos extractivistas en un país rico en biodiversidad, en ecosistemas, en fuentes de agua, como lo es Colombia.

Considero que este tipo de reflexiones es igualmente relevante, guardadas proporciones, en otros países de la región latinoamericana.

Para terminar, Luis Jorge: ¿Qué libro y qué película recomendarías a los lectores de EL COMEJÉN?

El libro clásico La gran transformación de Karl Polanyi (1944) y la película emblemática  Ladrón de Bicicletas de Vittorio de Sica (1948)

Equipo de redacción El Comején.

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