Anny y Justin viven en Tunja, un municipio de las frías montañas de Colombia, y van juntos al colegio. La semana pasada fueron noticia porque entre los escombros de un descampado cercano a su casa encontraron lo que algún día fue un computador. Con un poco de imaginación convirtieron la chatarra en una máquina para hacer las tareas, jugar videojuegos y hablar con los amigos por Internet, como hacen millones de niños en el mundo.
La imagen de Anny y Justin jugando con un teclado de madera despertó la sensibilidad de la Fundación Juventud Colombia Mundo que les donó un computador de verdad para que hagan sus tareas escolares. Salieron en las noticias, los televidentes lloraron y, una vez más, el buen gesto de una entidad sin ánimo de lucro resolvió la demanda de una familia cuyas necesidades no entran en los presupuestos del Gobierno. Ahora Anny y Justin son un poco más felices. Solo les falta una conexión a Internet que, según las noticias, será una necesidad solventada por voluntarios unidos a la causa.
Anny y Justin son la aguja en el pajar. Brillan como un diminuto grano de arena en la playa. Su destello es fruto de la casualidad porque alguien los vio y quiso contar su historia, pero en el henil se esconden millones de vidas como las suyas que nunca verán la luz, porque la caridad no alcanza para todos.
En noviembre del año pasado se celebró el décimo aniversario de la Cumbre Mundial para la Innovación en Educación (WISE) en Doha, Qatar. En el evento, al que asistieron más de 200 oradores, la virtualidad en el ámbito educativo fue la gran protagonista. Se plantearon preguntas sobre cómo diseñar nuevos modelos de calificación; y el papel que ocuparán los maestros cuando la Inteligencia Artificial se convierta en guía para los alumnos, según recogieron las noticias.
En el evento también se presentó a los ganadores de los Premios WISE 2019. La Fundación Qatar galardonó seis proyectos educativos enfocados en la financiación de la educación, el acceso al aprendizaje en zonas como Camboya o Sierra Leona (tan remotas como Tunja) y la formación de las mujeres. Cada proyecto recibe una dotación de 20.000 dólares.
No se trata de una cantidad despreciable, pero creo que la educación, virtual o analógica, no puede abordarse como un asunto de buena voluntad protagonizado por entidades millonarias. El sistema educativo ha cambiado y debe seguir cambiando porque hay tantas posibilidades como barreras. Lo primero que tiene que cambiar es la idea de que la educación debe ir de la mano de la caridad, porque en realidad debe ser una prioridad de los gobiernos en todos los países.
Durante estos días de confinamiento tengo instalada la educación virtual en el salón de mi apartamento. Aunque no creo que una lista diaria de tareas se puede llamar educación. Creo que se trata más de una forma de mantener a los niños ocupados durante unas cuantas horas, mientras los maestros y familias hacemos malabares para enfrentar una situación para la que no estábamos preparados.
No estoy en contra de la educación virtual. Solo me cuesta acostumbrarme. He leído sobre las múltiples ventajas que tiene. Flexibilidad, la inclusión de niños y niñas con necesidades especiales, actualización constante de contenidos y, además, según dice los expertos, potencia la creatividad y autonomía de los alumnos. Me parece bien. A estas alturas de la historia, no descarto que mi hijo quiera formarse a través de Internet y rechace la posibilidad de hacer cinco años de carrera universitaria. Eso no me preocupa.
Lo que sí encuentro preocupante es que el estudiante se convierta en cliente, que habilidades y talentos se pierdan entre tantas aplicaciones, y que el inglés sea la lengua principal para aprender. No digo que esté mal aprender inglés, digo que me preocupa la exigencia y la homogeneidad del aprendizaje en un solo idioma.
Pienso en si algún día ese lugar remoto en el que viven Anny y Justin, tan lejos de Qatar, se beneficiará de alguno de sus programas de ayuda en inglés; idioma que ese par de primos todavía no hablan, aunque a juzgar por sus nombres, se espera que algún día lo hablen.
Pienso en cómo se desarrollan, desde lo virtual, el trabajo en equipo, la construcción personal y social frente a un problema real. ¿Cómo será la educación para mi hijo y qué significado tendrá en su vida si las clases se pueden reemplazar por un vídeo? ¿Cuántos PDF son suficientes para aprender sobre la historia de Roma? ¿Es importante aprender hoy en día sobre la historia de Roma?
Son muchas las cuestiones para abordar si hablamos de educación y tecnología, pero creo que lo primero que debemos tener claro es que la educación debe dejar de ser una noticia extraordinaria y convertirse de una vez en una realidad.
Recomendaciones
Lectura: La travesía de Wikdi, la crónica con la que Alberto Salcedo Ramos ganó el Premio Ortega y Gasset en 2013.
Película: Wiplash. O como amar y odiar a un profesor a partes iguales.