Arantxa Tirado militó durante su adolescencia en la izquierda transformadora. Ha compatibilizado sus estudios con el trabajo, como becaria en la administración pública (y en la empresa privada), bibliotecaria, analista política, técnica sindical, administrativa, camarera o vendedora de zapatos. En los últimos doce años ha residido en México, Venezuela y ha realizado estancias de investigación en Cuba. Coautora con Ricardo Romero Laullón, Nega, de «La clase obrera no va al paraíso. Crónica de una desaparición forzada» (Ed. Akal, 2016) y de un capítulo en la obra colectiva «La clase trabajadora. ¿Sujeto de cambio en el siglo XXI?» (Siglo XXI de España Ed., 2018). Actualmente es profesora asociada en la UAB, investigadora del CELAG y colaboradora del programa radiofónico «Julia en la Onda» de Onda Cero.
¿Qué es verdad y qué es mentira en Venezuela?
La verdad es que Venezuela está llevando adelante un proceso revolucionario que no sólo inicia con la llegada al poder de Hugo Chávez en 1999 sino con las luchas previas del pueblo venezolano que cristalizan en la victoria de Chávez y el movimiento que él cataliza, amplía y profundiza con su acción desde las instituciones. Un proceso revolucionario que supone un punto de inflexión en la Historia del continente latinoamericano-caribeño, que influye en la llegada a puestos de gobierno de otros liderazgos regionales de izquierdas y que pone en marcha una serie de organismos de integración y concertación política en América Latina y el Caribe que conforman un bloque contrahegemónico de poder a la geopolítica estadounidense. La Revolución Bolivariana es, junto a la Revolución Cubana y la experiencia de la Unidad Popular chilena, el proceso político de mayor impacto que ha dado América Latina en el último siglo y medio. Su ejemplo fue visto con admiración por pueblos de todos los continentes. De ahí que EEUU y los centros de poder mundial hayan tenido que emprender una campaña de descrédito, pura propaganda de guerra, para socavar los apoyos externos a un proceso que se da, además, en el país que tiene las mayores reservas probadas de petróleo del mundo, lo cual es bastante elocuente en este capitalismo fósil en el que vivimos.
La mentira sobre Venezuela son muchas mentiras en realidad y nos las repiten desde los medios de comunicación, la academia “objetiva” o los liderazgos políticos de la derecha que, a veces, cuentan con una aliada involuntaria en cierta izquierda perdida a la hora de analizar lo que pasa en Venezuela. Una izquierda que repite esas mentiras que se han vuelto un mantra de tanto repetirse: “Venezuela dictadura, Venezuela narcogobierno, Venezuela hambre, Venezuela caos, Venezuela desastre”. En definitiva, las mentiras sobre Venezuela son todos los argumentos que usa el poder para vendernos una imagen determinada de Venezuela como Estado fallido que debería ser intervenido por la acción de una suerte de “imperialismo humanitario” de parte de EEUU y sus aliados de la Unión Europea, para acabar con la “crisis humanitaria” (otro elemento fundamental en el libreto de mentiras) y cuya finalidad última es conseguir el cambio de régimen para eliminar el ejemplo de la Revolución Bolivariana.
¿Qué representa Venezuela en el mapa político mundial?
Representa la lucha soberana de los pueblos que deciden tomar las riendas de la Historia para decidir su destino colectivo. Como en otros momentos históricos lo hicieron en Cuba, Chile, Nicaragua, Guatemala, México, Colombia, etc. Con los resultados que bien conocemos en América Latina y el Caribe, es decir, golpes de Estado, represión, contrarrevolución, paramilitarismo, torturas, desapariciones, exilio de los supervivientes, bloqueo económico, sanciones y un largo etcétera. En la actualidad, los mecanismos para el derrocamiento de las experiencias revolucionarias (o incluso reformistas) se han sofisticado. Aunque se siga empleando la brutalidad de siempre por parte de las élites cuando lo consideran necesario (el ejemplo del asesinato selectivo de ex combatientes en Colombia es un ejemplo, igual que el golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia también), lo cierto es que tratan de guardar un poco su imagen usando actores interpuestos y operaciones encubiertas. Venezuela está padeciendo, como ningún otro país, estos ataques en la actualidad en la forma de guerra híbrida. Su respuesta a esta guerra multifactorial, hasta la fecha exitosa, nos permite entender que Venezuela representa ahora mismo la esperanza de victoria frente a unos ataques brutales a la soberanía y autodeterminación de los pueblos.
En todo caso, es importante enfatizar que le corresponde al pueblo de Venezuela decidir cómo quiere resolver el choque de clases abierto en el que vive, de la manera que mejor considere, sea dialogada o no.
¿Existe en Venezuela uno o varios “chavismos”? ¿Una o varias “oposiciones”?
Lo que me parece que existe es una disputa dentro del chavismo, muy sutil y soterrada quizás, por erigirse como herederos de un “chavismo auténtico” frente a un chavismo gobernante que se entendería que no está siguiendo el legado de Hugo Chávez. No voy a pronunciarme al respeto, sólo diré que la división de las fuerzas chavistas sólo beneficia a la oposición en la misma medida que la división existente entre las fuerzas opositoras ha resultado muy útil al chavismo gobernante. Por tanto, el bloque chavista debería tomar nota. Esto no significa que no pueda haber discrepancias y que no sea sano tampoco que se cuestione la labor de la actual dirigencia desde sectores encuadrados en la defensa de la Revolución. Pero a veces en la izquierda se peca de ingenuidad y se tiene una memoria histórica muy corta porque no se mide bien al enemigo y su capacidad para debilitar, de mil maneras, procesos que quiere hacer implosionar.
Por otra parte, sí, en términos generales se podría decir que hay varias fuerzas políticas distintas en la oposición venezolana que llevan años dando bandazos y peleándose entre ellas por ser las que influyan en la estrategia de derrocamiento al chavismo, además de disputarse el ser el interlocutor privilegiado frente a los jefes de Washington. No obstante, todos estos distintos sectores de la oposición apátrida -porque desprecia la soberanía nacional- coinciden en su papel subordinado a los intereses, estrategias y planes de EEUU para Venezuela. La oposición que trata de tener una salida venezolana para Venezuela, y que se ha sentado a veces en alguna de las mesas de diálogo, es acusada de aliada del Gobierno, solamente por no sumarse acríticamente al guión de EEUU. Ahora que EEUU empieza a pedir tímidamente diálogo a través de los analistas de sus think tanks, ante el fracaso de sus estrategias golpistas de subversión, veremos cómo se van a ir reubicando en el tablero político las distintas fuerzas opositoras.
Algunos líderes mundiales, como Rodríguez Zapatero y Pepe Mujica insisten en el diálogo para superar las tensiones en Venezuela. ¿Diálogo nacional o multilateral?
Si la pregunta es sobre si yo considero qué es mejor, si diálogo nacional o multilateral, me parece que siempre es mejor que sean los propios venezolanos los que resuelvan sus problemas ellos mismos, sin injerencia externa. Ahora, si ellos mismos piden ayuda a terceros países o liderazgos políticos foráneos, porque creen que les puede ayudar a legitimar ante el mundo los resultados de sus conversaciones, pues adelante. En todo caso, es importante enfatizar que le corresponde al pueblo de Venezuela decidir cómo quiere resolver el choque de clases abierto en el que vive, de la manera que mejor considere, sea dialogada o no.
Colombia y Venezuela una historia en común. ¿Qué gana y qué pierde el pueblo colombiano con el actual estado de cosas?
Creo que el pueblo colombiano no se puede permitir que la derecha venezolana llegue al poder en Venezuela. No sólo por los millones de colombianos que viven en ese país, algunos de ellos refugiados políticos, que se han beneficiado de las políticas sociales del chavismo y han visto mejorar sus condiciones de vida (o, incluso, se han salvado de ser asesinados en Colombia) sino porque un regreso de las élites venezolanas al poder, aliadas con las élites colombianas, sería una mala noticia para la paz en Suramérica. Y no me refiero a la paz de los Acuerdos de Paz necesariamente, que también, sino a la paz entendida como ausencia de guerra. La guerra contra la clase trabajadora, los campesinos y, en definitiva, contra los pueblos de Venezuela y Colombia que no se resignan al destino que el imperialismo capitalista tiene para ellos, arreciaría porque el capitalismo es guerra, guerra de clases sin fin.
Por otra parte, el pueblo colombiano tiene en el Gobierno bolivariano un aliado, que sirve de contrapeso regional a las políticas militaristas que el Estado colombiano defiende como proxy, esto es, actor delegado de la guerra estadounidense contra Venezuela. Unas políticas que, a los hechos me remito, no son del beneficio de la mayoría del pueblo colombiano pues lo tienen sumido en una espiral de pobreza y muerte desde hace décadas. El papel de sucursal militar de EEUU en Suramérica que ejerce Colombia, también como socio global de la OTAN, va en detrimento de su propio pueblo pues, como sabemos, también supone una inyección de recursos enorme desde EEUU para la contrainsurgencia que supone, al fin y al cabo, cerrar el paso a las posibilidades de una transformación social de raíz en Colombia. Algo que las élites colombianas no están dispuestas a permitir bajo ningún concepto.
Por último. Qué libro y qué película o documental recomendarías a los lectores de EL COMEJÉN para entender mejor a Venezuela. ¿Por qué?
Además de invitarles a leer mi libro Venezuela. Más allá de mentiras y mitos (y perdón por la autorreferencia), recomendaría la entrevista que Ignacio Ramonet le hizo al presidente Chávez, Hugo Chávez. Mi primera vida. Lástima que nos quedamos sin poder presenciar lo que hubiera sido su “segunda vida”, es decir, más años de presidencia revolucionaria al frente de Venezuela y del bloque contrahegemónico latinoamericano-caribeño que tenía en marcha la enorme labor de levantar un frente antiimperialista desde el Sur.
Más que una película, me gustaría recomendar dos documentales que dan visiones complementarias de un mismo proceso, el golpe de Estado contra el presidente Chávez en abril de 2002. Además del clásico “La revolución no será transmitida”, quiero recomendar sobre todo el documental de David Segarra, “Un golpe y una carta” (https://www.dailymotion.com/video/x8bqrq), porque habla de esos héroes anónimos que son los actores principales de la Revolución Bolivariana, también dentro del Ejército, y que sostienen el proceso más allá de los liderazgos visibles.