Close

`Matarife´, una anécdota más

Los papeles, documentales, denuncias, películas y columnas de opinión ayudan a que un asunto no quede en la desmemoria, pero más eficaces son los testigos, las víctimas que pueden mostrar ante la cara de su verdugo las cicatrices que este les dejó y narrar con detalles la manera como fueron sometidas, humilladas y torturadas.

Foto de Diego Gonzalez en Unsplash

Foto de Diego Gonzalez en Unsplash

En la barraca de un campo de exterminio nazi un guardia penetra a uno de sus camaradas de oficio que a su vez se masturba. Lo hacen sobre un catre. Con las botas puestas. La pareja es observada por un grupo de escuálidas prisioneras que llevan el cabello rapado y visten monos a rayas. Un oficial de la SS observa a las observadoras. El voyerismo se manifiesta aún en las condiciones más extremas. La escena corresponde a El portero de noche un filme de culto dirigido por Liliana Cavani que conjuga la barbarie nazi con el erotismo. La relación entre víctima y verdugo. El oficial nazi que, en el filme se llama Max, se convirtió con los años en un anodino portero de un hotel de Viena en el que se reúne discretamente con otros cuatro criminales de guerra. El hotel es una guarida de sádicos y asesinos.

La situación de los cinco criminales se ve afectada cuando una mujer, interpretada por Charlotte Rampling, llega al hotel para hospedarse con su esposo. Es una chica judía que sobrevivió al campo de exterminio en el que Max hizo de las suyas. Los cinco hombres se reúnen para definir una estrategia de defensa en caso de que sean descubiertos y apresados. Klaus, el más listo del grupo, dice: “Mil denuncias, diez mil pruebas escritas tienen menos fuerza que un solo testigo mirándote y reconociéndote, por eso los testigos son tan peligrosos. Mi trabajo es buscarlos y allí donde los encuentre acabar con ellos”.  

La secuencia anterior me sirve para ilustrar cierto revuelo que se ha producido en Colombia alrededor de la serie documental titulada Matarife, creada por el periodista Daniel Mendoza Leal. El blanco del seriado, por enésima vez, es el expresidente Álvaro Uribe Vélez, personaje sobre el que gravitan cientos de denuncias penales. En los tribunales duermen miles de folios relacionados con sus andanzas. Circulan cientos de informes elaborados por diversas oenegés que lo vinculan a numerosos crímenes. Se han filmando documentales, algunos premiados como Impunity de Holman Morris y Juan José Lozano, que asocian al expresidente Álvaro Uribe con el espeluznante mundo del paramilitarismo. El perseverante senador Iván Cepeda lo ha puesto en aprietos. Gerardo Reyes, ganador de un Pulitzer, ha documentado las movidas de Uribe desde la fecha de su nacimiento hasta el día de hoy. Nada de esto ha servido para apretarle las tuercas al expresidente. Matarife, una sumatoria de todo lo anterior amplificada por una agresiva estrategia de marketing, solo conseguirá un par de cosas: que los medios internacionales se acuerden del expresidente colombiano y que la generación posmilénica sepa quién es, de la misma manera como supieron, a través de Netflix, quien era Pablo Escobar.

Sin cambios políticos no hay cambios en la justicia. Más en un país como Colombia en el que la justicia está penetrada por la política al uso. Para que los torturadores argentinos fueran llevados hasta los tribunales hubo que producirse un cambio político liderado por Néstor Kirchner.

Los testigos. Los criminales nazis sabían lo peligrosos que eran. El portero de noche, filme recomendado por Michel Foucault y la historiadora Diana Uribe, lo recrea con exquisito arte. El cine no sólo es para ganar dinero. A los criminales nazis les traían sin cuidado los millones de documentos encontrados por las tropas Aliadas en los campos de exterminio, en cambio los testigos los ponían nerviosos. Los servicios secretos de Israel iban tras los nazis y éstos tras los testigos. En el diario El Espectador, en su edición del 6 de mayo de 2018, el periodista y editor Guillermo González Uribe publicó un artículo acerca del asesinato de personas que han testificado contra el expresidente Álvaro Uribe o contra sus más cercanos colaboradores. Los papeles, documentales, denuncias, películas y columnas de opinión ayudan a que un asunto no quede en la desmemoria, pero más eficaces son los testigos, las víctimas que pueden mostrar ante la cara de su verdugo las cicatrices que éste les dejó y narrar con detalles la manera como fueron sometidas, humilladas y torturadas.

Sin cambios políticos no hay cambios en la justicia. Más en un país como Colombia en el que la justicia está penetrada por la política al uso. Para que los torturadores argentinos fueran llevados hasta los tribunales tuvo que producirse un cambio político liderado por Néstor Kirchner. “No tengo miedo, ni les tengo miedo”, dijo el fallecido presidente a los militares golpistas. Una parte, sólo una parte, de los criminales nazis fueron juzgados cuando perdieron la guerra. El actual presidente de Uruguay Luis Lacalle Pou, del centroderechista Partido Nacional, se opuso rotundamente al proyecto de reforma constitucional que daba luz verde a los allanamientos nocturnos y el involucramiento de los militares en asuntos de policía. Sin cambio político no hay nada que esperar.

El poder político en Colombia está controlado por agentes de la impunidad y el autoritarismo. Cuando una mayoría política se decida por la democracia es probable que el rumbo cambie. Matarife, entretanto, lo veo como una anécdota más. Seguimos entretenidos en lo anecdótico mientras que los otros están centrados en la política.

Escritor y analista político. Blog: En el puente: a las seis es la cita.

scroll to top