Un largo etcétera de columnistas colombianos le han visto por fin las orejas al lobo pero no han dado pistas de cómo hacerle frente. ¿Cómo derrotar a los fachas? Circulan en el mundo cientos de libros y ensayos que describen las políticas fascistas pero ninguno establece la táctica y la estrategia para vencerlos. La retórica fascista es una sola. Aplica en Hungría, Estados Unidos, Polonia, Brasil o India. Emplean la demagogia nacionalista o patriótica para seducir a las capas medias y los trabajadores. Luego, cuando sus portavoces son elegidos mediante el voto popular, le dan la vuelta al Estado hasta ponerlo al servicio de sus compinches. Los votantes se quedan con la retórica y un grupo de mercachifles se queda con los negocios del Estado.
Explicarle a la gente colombiana que los fachas están entregando el territorio nacional al capital financiero internacional y a la mafia.
Mientras que a los fachas de Europa les ha funcionado el nacionalismo a los de Colombia les ha ido mejor con el patriotismo. “Colombia: un propósito superior” es el lema que el expresidente Álvaro Uribe enarbola en su muro de Twitter. “America first”, fue el lema de campaña de Donald Trump. “Brasil encima de todo”, continúa siendo el lema de Bolsonaro. Los fachas en el mundo están cohesionados alrededor de una sola idea. La idea de que al país en que se nace está por encima de cualquier otro interés. Los fachas tienen una sola táctica y una sola estrategia. La táctica de los antifascistas es sólo defensiva y carecen de una estrategia unificada para ganarle la partida a los fachas. Una estrategia eficaz como la empleada por los trabajadores entre finales del siglo diecinueve y buena parte del veinte: “Proletarios de todos los países, uníos”. Un tiempo pretérito en el que los revolucionarios sabían explotar la agitación y la propaganda (Agitprop). Un tiempo presente en los que escasean los revolucionarios y los fachas se adueñaron de la Agitprop.
El antifascismo no debe tenerle miedo a la bandera del país. No debe cederla a los fachas como ocurre a menudo. ¿Por qué no pensar en un nacionalismo soberanista en oposición al nacionalismo entreguista y satelital de los fachas colombianos? Explicarle a la gente colombiana que los fachas están entregando el territorio nacional al capital financiero internacional y a la mafia. Explicarlo con un lenguaje fácil y abreviado.
En el uso del lenguaje son más eficientes los fachas. Basta con comparar los mensajes en las redes de los fachas y los antifachas para comprobarlo. Los fachas van al grano y llaman a las cosas por sus nombres. Los antifachas acuden a un lenguaje académico, jeroglífico, que sólo llega a un determinado público, cuando lo que se quiere es llegar al gran público. Es mejor llamar “delincuente” a un facha que se ha alzado con un botín de las arcas públicas que llamarlo simplemente “corrupto”. Con una cuantas palabras los fachas lograron armar un relato. Un relato que, hasta el momento, ha salido victorioso.
Así se explica la agresiva campaña de desprestigio contra Iván Cepeda o las maniobras para confundir y desquiciar a Gustavo Petro.
El potente relato de Jorge Eliecer Gaitán sobre las oligarquías liberal-conservadora que explotan y humillan al pueblo liberal-conservador de Colombia, fue reemplazado por un nuevo relato. Un relato en la que la gente buena de Colombia, que es la mayoría, es víctima de la violencia que ejerce una minoría de gente mala. A esa gente mala, según los fachas, hay que combatirla con tácticas de guerra y operaciones sicológicas que pongan en aprietos o confundan a los voceros antifascistas. Así se explica la agresiva campaña de desprestigio contra Iván Cepeda o las maniobras para confundir y desquiciar a Gustavo Petro en un momento en que la violencia policial y mafiosa demanda muchísima cabeza fría por parte de los lideres nacionales, a fin de que la ciudadanía no caiga en pánico y acabe en brazos de los fachas.
El caos es propicio para las tácticas fascistas. Lo crea y lo alimenta. El objetivo es llevar a la mayoría de ciudadanos a una situación límite, insoportable, en la que se vuelva imperativo una voz autoritaria, firme, que prometa mano dura contra “los violentos” que están empeñados en “destruir a Colombia”. El antifascismo no puede facilitarle las cosas a los fachas como está ocurriendo, por ejemplo, en Bogotá. Impugnar a la alcaldesa Claudia López por su llamado a mantener la legitima protesta sin caer en el nihilismo, es una táctica errática que puede traer consecuencias estratégicas. Creer que la policía colombiana está bajo el control de los alcaldes es una ingenuidad y no entender el alcance que han tenido las políticas fachas dentro las estructuras castrenses del país. Es un problema de fondo al que para darle la vuelta se necesitaría un nuevo gobierno y varios mandatos, corriendo el peligro de un coup d’ État facha como ha ocurrido en Paraguay, Honduras y Bolivia.
A los fachas hay que contraatacarlos políticamente. Denunciar lo que hacen no basta. Sus seguidores no creen en denuncias. Los triunfos y probable reelección de Trump y Bolsonaro saltan a la vista. El triunfo del que dijo Uribe está allí. En el 2022 puede ocurrir lo mismo: un gobierno presidido por el que diga Uribe. Una sola táctica y una sola estrategia facha ante muchas tácticas y ninguna estrategia antifacha. Así pinta el panorama por ahora.