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El holocausto no existió y si fue real, fue culpa de los judíos

En el plano histórico, el negacionismo que parece imponerse por motivaciones políticas también se opone a lo evidente: las víctimas.

Holocausto

Holocausto. Imagen de Alessio Maffeis en Unsplash

Entre las miles de campañas con hashtags que circulan por ahí, hay una que se propone invadir las redes sociales durante 60 días para lograr que Mark Zuckerberg elimine los mensajes de Facebook que niegan el holocausto. #NoDenyingIt surgió después de que una encuesta, encargada por la organización Claims Conference, confirmara lo que ya sospechábamos: el negacionismo histórico va calando. Como esas gotas que, segundo a segundo, van llenando el vaso, los negacionistas ganan. 

Aquí van unos cuantos datos básicos para que nos ubiquemos: los entrevistados tienen entre 18 y 39 años; el 63% no sabe que 6 millones de judíos fueron asesinados durante la II Guerra Mundial; el 11% cree que sí hubo un holocausto pero que fue culpa de las mismas víctimas, y el 48% no tiene ni idea de cómo se llamó alguno de los 40 mil campos de concentración que hubo en Europa.

Seres humanos que perdieron la batalla contra un poder dominante u opresor y fueron asesinados aprovechándose de su vulnerabilidad.

¡Vale! Cero en historia para todos, pero ¿en vez de pedirle a Mark que censure publicaciones en su querida Red, los de Claims Conference no deberían cuestionar la educación que reciben los estadounidenses? También, pero la campaña viene a cuento porque el 49% de los entrevistados ha visto mensajes negacionistas del holocausto en redes sociales. 

¡Ta-chan! El negacionismo, amigos, ha llegado para instalarse. Tomen nota porque hay clubes para todos: los que creen que este planeta es plano, los que se oponen a la teoría evolutiva, los que niegan la existencia del SIDA, los que no admiten el calentamiento global, los que piensan que el sol gira alrededor de la tierra, los que rechazan la existencia de la Covid-19… ¿Seguimos? He puesto únicamente ejemplos relacionados con la ciencia, porque parece increíble que el método científico que presenta pruebas de sus hallazgos pueda ser cuestionado con tanta osadía, sin aportar nuevas investigaciones. 

Sin embargo, en el plano histórico, el negacionismo que parece imponerse por motivaciones políticas también se opone a lo evidente: las víctimas. Seres humanos que perdieron la batalla contra un poder dominante u opresor y fueron asesinados aprovechándose de su vulnerabilidad. Que eran otros tiempos, dirán los defensores de viejas estatuas; que no podemos cambiar el pasado porque ganaron los más fuertes, replicarán los que distribuyen libros de historia en los colegios. 

Mientras la discusión se agita, las redes sociales siguen ahí, mirando impunemente, como gotitas que poco a poco y sin que lo notemos van llenando el vaso. 

Ustedes dirán ¡qué más da! Cada quien que diga lo que quiera, que para eso inventamos la libertad de expresión. Y ahí entramos en el terreno más pantanoso del momento: el que yo llamaría “opinacionismo sin medida”. 

Pero así funciona este circo que hemos montado para convencernos de lo que nos dé la gana de creer y elegir gobernantes a la medida de nuestras mentiras, nuestros prejuicios y nuestros miedos.

Hace poco escuché una charla tremendamente reveladora sobre la mentira y el poder. Una mujer decía que la verdad ya no era científica sino psíquica porque cada uno tenía la suya. “Y si mi verdad es diferente a la tuya, no es una mentira”. Es otra opinión. “Eso crea una esquizofrenia, porque si no tenemos un parámetro para valorar la realidad con los mismos términos, si cada cual puede contar su versión, entonces ya no hay justicia que valga. Entramos en un cinismo conceptual”.

En el diálogo intervenía entonces un hombre que aportaba un nuevo término “desrealización de la realidad”. Explicaba que hoy en día el pensamiento y la realidad no tienen nada qué ver, porque “si usted construye un discurso convincente, sea de derechas o de izquierdas, no se preocupe por la realidad porque no existe. Multiplique el discurso por redes sociales y medios” y le va dando forma. 

Perverso, ¿no? Pero así funciona este circo que hemos montado para convencernos de lo que nos dé la gana de creer y elegir gobernantes a la medida de nuestras mentiras, nuestros prejuicios y nuestros miedos. Por cierto, quienes hablaban de mentira y poder eran Ingrid Betancourt, en su calidad de víctima de un secuestro que duró seis años y Francisco de Roux, presidente de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición creada por el Acuerdo celebrado entre el Estado colombiano y las extintas Farc para conocer lo que pasó durante el conflicto armado. Porque sí. Algunos lo siguen negando, pero en Colombia hubo un conflicto armado y se firmó un acuerdo de paz.

Poco queda de la periodista que fue, pero insiste en escribir. Ganó el premio Simón Bolívar de Periodismo en 2000 por la serie de reportajes "Ciudad Botero". Trabajó para "El Colombiano" de Medellín y realizó reportajes para "El Tiempo" de Colombia. Fue editora de la redacción Barcelona del "Periódico Latino". La gran mayoría de sus trabajos recientes se pueden ver en el portafolio: http://www.behance.net/ZulmaSierra.

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