Óscar Alberto Martínez Ramírez y su hija Valeria de 23 meses murieron ahogados en el río Bravo, en la frontera entre México y EE.UU. Seguramente muy pocos recuerdan esa fotografía que le dio la vuelta al mundo poniendo toda la atención internacional sobre el fenómeno de las caravanas de migrantes en Centro América. Fue antes de la pandemia, que ha funcionado como la enfermedad del olvido. Vergonzoso si además recordamos la instantánea del pequeño Aylan Kurdi, el bebé migrante que se ahogó junto con su madre y hermanos huyendo de la guerra en Siria. Otra fotografía olvidada. Ambos bebes vestían una prenda roja, ambos yacían bocabajo, la comparación es ineludible.
Oscar Alberto se ahogó con su hija a la espalda. La niña iba por debajo de la camiseta. El padre protegiendo a su hija mientras cruzaban el río. Sucedió el 24 de junio de 2019. Oscar Alberto se cansó de esperar en una interminable fila de migrantes solicitando asilo. Decidió entonces jugarse la vida y la de su hija en una apuesta de todo o nada. El nivel de desesperación que debe alcanzar un padre para tomar esta decisión no puede ser menos que indescriptible. Oscar Alberto era salvadoreño e integraba, junto a su hija, una de las llamadas caravanas de migrantes, que se iniciaron en Honduras y alcanzaron un nivel masivo en el 2018. Apenas hace dos semanas, el miércoles 30 de septiembre, dio inicio la tercera caravana del 2020.
Tras el golpe del 28 de junio del 2009, todo se descalabró, y la conducción del Estado y la sociedad hondureña fue asumida por una alianza que es la que gobierna realmente, sin importar si hay o no hay elecciones.
“Lo nuevo no es el fenómeno migratorio, sino lo voluminoso de este éxodo de características incontrolables”, dice Ismael Moreno, o el “padre Melo”, cómo es conocido a nivel mundial. Desde el año 2009 hasta el 2019 se mantuvo un promedio de 400 personas diarias que intentaban cruzar la frontera entre Honduras y Guatemala, buscando territorio mexicano y estadounidense, generando una gran presión migratoria, dice también el padre.
“Melo”, como lo llaman sus colegas, es el director de Radio Progreso y del ERIC (Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación). Combinados la radio y el ERIC funcionan como un potente tanque de pensamiento y aparato de formación popular, que organiza y moviliza a las comunidades en la defensa de sus propios derechos. El padre Melo pertenece a la Compañía de Jesús. Han construido una red de apoyo a los migrantes en Centro América llamada Red Jesuita de Migrantes (RJM). La RJM ha trabajado durante 15 años como respuesta de la Compañía de Jesús ante el fenómeno, explica Karla Rivas su coordinadora en toda Centro América.
La figura del padre Melo resulta sumamente interesante. En él se juntan cosas que normalmente no se encuentran en una misma persona. Su claridad y firmeza al hablar, con un trasfondo supremamente intelectual, expresándose con palabras sencillas y profundas. También es un señor risueño, bonachón y descomplicado, un tipo bacano, dirían en la costa colombiana. Y también es un líder espiritual profundamente religioso, que irradia la mística de aquellos que saben que tienen un don y le son fieles a él. Basta con saludarlo para darse cuenta de la relevancia de la figura del padre Melo.
Así como lo que ocurre en el Mediterráneo tiene su explicación en las guerras del Medio Oriente y África, también las caravanas centroamericanas de millares de migrantes, en su gran mayoría hondureños, tienen explicación.
“La gente no se va porque quiera, o porque haya promotores de la salida hacia EE.UU., algunos han llegado ha afirmar que existe un eje del mal organizado por Venezuela y Cuba que para generar caos impulsa las caravanas”, cuenta el padre Melo. La gente se va porque en Honduras la vida resulta imposible. Las cuentas del padre son claras. Son nueve millones de hondureños en total. Más de un millón ya están afuera del país, mayoritariamente en EE.UU. Un millón y medio, aproximadamente, tienen trabajo estable. Finalmente tenemos medio millón de hondureños más entre burócratas y empresarios. Esto significa que seis millones de personas están por fuera de la economía formal: el 60% de la población. De ellos, cuatro millones están desempleados. “Son esos cuatro millones los que están buscando la primera oportunidad para irse del país, para integrarse a la economía informal o terminan en la delincuencia”, concluye el padre.
Son los tres factores que la RJM señala como las razones por las que la gente hondureña abandona el país: pobreza, violencia y un modelo de desarrollo basado en la industria extractiva y en la privatización de casi la totalidad de los bienes y servicios públicos. Esto produce una acumulación infinita de capital en pocas familias y excluye a seis millones de hondureños.
Esa triple alianza es la responsable del modelo económico y político que expulsa a millares de hondureños fuera de su país, impone la marginalidad a la mayoría y facilita la delincuencia.
“Estos lodos llamados éxodo masivo, expresado en las caravanas, vienen de aquellos polvos del golpe de Estado en 2009. Es decir, tras el golpe del 28 de junio del 2009, todo se descalabró, y la conducción del Estado y la sociedad hondureña fue asumida por una alianza que es la que gobierna realmente, sin importar si hay o no hay elecciones”, explica el padre Melo.
La alianza a la que el padre se refiere es la que viene siendo globalmente denunciada por las organizaciones internacionales de solidaridad como la Ayuda Popular Noruega o la Red Europea de Solidaridad con Honduras integrada por migrantes del país. Esa alianza está conformada por una élite de unas doscientas personas. Una élite que junto a la burocracia sostiene al presidente Juan Orlando Hernández, señalado de corrupción. Esa burocracia corrupta es señalada de tener responsabilidad directa en el golpe de Estado del 2009 contra Manuel Zelaya. La alianza tripartita la completan las transnacionales.
“Esa triple alianza entre transnacionales, burocracia política corrupta y esa reducida élite oligárquica son el gobierno real de Honduras. Pero este gobierno real de Honduras tiene a su vez tres actores que están reforzándolos. Uno es la embajada de los Estados Unidos en Tegucigalpa, que le da las ordenes directas a Hernández. Los militares, que ganan más poder en una sociedad cada vez más militarizada. Y el crimen organizado y el narcotráfico que tiene conexiones directas con el gobierno”. En esto insiste permanentemente el padre Melo, quien es blanco constante, así como toda la oposición y las organizaciones sociales, de una campaña de persecución y desprestigio mediático en la que no faltan las acusaciones de trabajar para Maduro y los Castro.
Esa triple alianza es la responsable del modelo económico y político que expulsa a millares de hondureños fuera de su país, impone la marginalidad a la mayoría y facilita la delincuencia. “Este descalabro hondureño que se expresa en la exclusión social es lo que explica ese éxodo masivo. No hay otra respuesta, es más, Trump y Juan Orlando Hernández acusan a los opositores, incluyéndome a mí. Es decir, los responsables de esta crisis profunda tratan de buscar chivos expiatorios. Aquí en Honduras se trata de tapar el sol de la angustia de los migrantes, con el dedo de la corrupción y el cerco mediático”, sentencia el padre Melo.