Podemos apoyar solidariamente las mingas de muchas maneras: con víveres, con recursos económicos. También podemos sumarnos a las mingas por venir, “enmingarnos”, acompañar con nuestros pasos su marcha. Pero existe un apoyo fundamental, profundo, que será definitivo no solo para la minga sino también para el destino de Colombia: dejar de ver a los pueblos ancestrales (indígenas y afrodescendientes) como una exterioridad, como “los otros”, como un grupo o cultura particular exótica, para empezar a ver lo indio, lo afro, lo campesino, en cada uno de nosotros mismos, en nuestra historia, en nuestro corazón.
Aquí tenemos que hilar fino para diferenciar entre las hermanas y los hermanos de los pueblos indígenas, con su historia colectiva de lucha y resistencia milenaria, con su ancestralidad propia, lengua, cultura, costumbres, espiritualidad, etc., y lo indio y afro que está en lo profundo de esos mundos pero que también está en nosotras y nosotros como hijas e hijos de este entretejido relacional de la vida que somos, que estamos siendo. Se trata de que las mayorías del pueblo blanco-mestizo colombiano “saquemos” lo indio, lo afro, lo campesino que también somos, que nos constituye en tensión con la herencia occidental, europea, moderna.
Reconocernos como una comunidad de cuerpos-tierra como propone la maestra y filósofa ambiental colombiana Ana Patricia Noguera.
Sacar lo indio, lo afro, lo campesino, implica reconciliarnos con nuestra historia ancestral, no para recuperar una esencia idílica o un pasado romántico incontaminado, sino como potencialidad política transformadora. En clave decolonial e intercultural debemos recordar que en estas tierras, en Nuestra América, en Abya Yala (nombre ancestral del continente), existían civilizaciones que fueron arrasadas a partir de las distintas invasiones europeas que inician en el siglo XV. Somos hijas e hijos de este brutal genocidio colectivo que aún muchos pretenden minimizar u ocultar agradeciendo la supuesta entrada en la “civilización” y en la senda racional del “progreso” de nuestros ancestros indios y afros.
En uno de los países más violentos, inequitativos, clasistas y racistas del planeta como Colombia, auto-reconocernos con la ancestralidad profunda india y afro que constituye nuestro complejo proceso de mestizaje, es un camino para la transformación y la reconciliación con la riqueza pluriétnica e intercultural que somos, que estamos siendo. Ahora bien, debemos empezar por aceptar que el mestizaje en nuestro país fue asumido por nuestras élites gobernantes coloniales como un excluyente proceso de “blanqueamiento” a través de saberes foráneos, prácticas extranjerizantes y dispositivos de distinción. Por ejemplo, en Colombia se insulta al hermano con frases racistas como “se le salió el indio”, “mucho indio”, “se le salió el negro”, “negro tenía que ser”, “negro ni el teléfono”, etc. Por esta misma razón, necesitamos revertir políticamente estas sentencias negadoras de nuestra historia, de nuestros orígenes colectivos. Esto implica reconocernos, reconciliarnos con nuestra ancestralidad india y afro, lo que conlleva asumirnos como pueblo colonizado, occidentalizado, que aún no ha encontrado los caminos propios de dignidad, autonomía y soberanía nacional.
Sacar lo indio, sacar lo afro, devenir indio (Deleuze), devenir afro, no tiene que ver con un color de piel ni tampoco con rasgos folclóricos, se trata de un proceso profundo de reconexión con la tierra, con la comunidad, con lo comunitario, con la espiritualidad, lo que conlleva una crítica radical del sistema hegemónico capitalista basado en el individuo, en lo material, en el consumismo, en el extractivismo, en la explotación de la madre tierra. Lo indio no es color de piel es color del alma decía el pensador boliviano Fausto Reinaga. Otra maestra boliviana, Silvia Rivera Cusicanqui, nos recuerda que lo indio está asociado a una episteme (una forma de comprender los mundos) y a una visión espiritual telúrica, inmanente, basada en la interconexión profunda con uno mismo, con sus raíces, con su historia, con la tierra, con la comunidad ampliada (humana y no-humana). En otras palabras, reconocernos como una comunidad de cuerpos-tierra como propone la maestra y filósofa ambiental colombiana Ana Patricia Noguera.
Sacar lo indio, sacar lo afro, significa en la línea del filósofo Enrique Dussel comprometernos con un proceso de transmodernización que vaya más allá de las coordenadas modernas, recuperando sus elementos emancipadores (como los derechos humanos, por ejemplo) para abrirlos en diálogo de saberes y prácticas con lo silenciado o excluido, con lo considerado premoderno. Si la modernidad nos ha conducido hasta la crisis multidimensional (económica, ética, política, ecológica) que hoy afrontamos y cuya cara más visible es la pandemia por Covid-19, necesitamos empezar a familiarizarnos con las prácticas y discursos para las transiciones civilizatorias transmodernas como, por ejemplo, los modelos de vida de los pueblos ancestrales expresados en el buen vivir andino (sumak kawsay, suma qamaña, etc.) y/o el Ubuntu africano. Sacar lo indio, lo afro, es pues un sentir, pensar, habitar en un horizonte transmoderno.
Muchas veces en el fondo del racismo, elitismo y sexismo se encuentra una autonegación inconsciente de lo que también nos constituye (lo indio, lo afro, lo campesino, lo femenino).
Comprendo que estas palabras pueden ser interpretadas como radicales, pero siento y tengo la seguridad de que es importante decirlas, decírnoslas, sentirlas, pensarlas, meditarlas, debatirlas. Colombia necesita salir de los ciclos interminables de violencia, corrupción e injusticia histórica que la ubican en los peores escalafones mundiales, por esto necesitamos iniciar profundos procesos de descolonización que comienzan por cada uno de nosotros, por reconocer qué fuimos, qué somos y qué podemos llegar a ser como pueblo reconciliado con la ancestralidad profunda que lo constituye. Muchas veces en el fondo del racismo, elitismo y sexismo se encuentra una autonegación inconsciente de lo que también nos constituye (lo indio, lo afro, lo campesino, lo femenino).
Apoyemos la minga desde una posición externa solidaria: ¡unámonos a la minga reconociendo lo indio, lo afro y lo campesino que hay en nosotros mismos!, ¡seamos minga!, ¡que las próximas mingas colombianas no se cuenten por miles sino por millones!