Eva Fjellheim es una escritora perteneciente al pueblo sami que habita en los hielos del norte del planeta. Es además comunicadora e investigadora. EL COMEJÉN tenía curiosidad por la suerte de este pueblo indígena disperso entre Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia, más aún cuando las regiones árticas están siendo afectadas por el cambio climático y las políticas extractivistas. Eva atendió nuestra curiosidad y fue explicita en la entrevista. Aquí la entrevista:
En Noruega existe un pueblo y un movimiento indígena, que al igual que los de América Latina y otras partes del mundo por la defensa y afirmación de su identidad y sus derechos. ¿Cómo está el pueblo sami hoy?
Para empezar, es importante dar un poco de contexto histórico. El pueblo sami comparte muchas luchas con pueblos originarios en otras partes del mundo, en tanto sufrió un proceso de colonización interna por parte de los estados nórdicos y Rusia durante cientos de años. Nos despojaron de nuestros territorios y restringieron las prácticas ancestrales, como el pastoreo de reno, pesca y caza. Deshumanizaron nuestra espiritualidad y cosmovisión. Fuimos objeto de investigación racial para comprobar que la raza sami era inferior a la raza nórdica, biológica y culturalmente y también para justificar la construcción del Estado nación.
En el caso de Noruega se impuso un proceso de asimilación a través del sistema educativo y de administración de la propiedad privada. Prohibieron el uso del idioma sami en las escuelas, donde muchos de nosotros fuimos internados y se nos exigía cambiar nuestros nombres, cambiar nuestros apellidos por apellidos noruegos, para poder comprar tierra. Estos son apenas algunos pocos elementos para entender el contexto colonial nórdico.
Entonces, aunque hemos pasado por procesos de reconocimiento de los derechos del pueblo sami como pueblo indígena, seguimos luchando contra el legado de la opresión colonial histórica y la continuación de las estructuras que sostienen la discriminación.
La generación de jóvenes de hoy lucha para aprender los idiomas que fueron robados a sus padres. Existen nueve idiomas samis en peligro de extinción según la UNESCO. Luchan por el rescate de su identidad que fue estigmatizada y oprimida en muchas regiones. Luchan contra el racismo y la discriminación que aún existe en la sociedad mayoritaria.
Es importante destacar que en las últimas décadas la presión contra el territorio ha aumentado bastante. Es decir, ha aumentado el interés de explotar los recursos minerales y energéticos en las montañas y bosques donde todavía se practica el pastoreo de reno. Aunque hemos avanzado en mejorar la situación en muchas áreas, por ejemplo, en cuanto a la educación, el tema territorial es muy conflictivo.
Noruega es reconocida como una de las sociedades más democráticas del planeta. ¿Se refleja esa democracia en relación al pueblo sami?
Noruega es un país que a escala internacional posa como referente en cuanto a promover a los derechos indígenas, pero lo que estamos viendo es que ese discurso no se implementa en casa, en particular en cuanto a los derechos territoriales. La desesperación en la población sami aumenta porque hay mucha invasión del territorio sin su consentimiento. Nos hemos dado cuenta de que hace falta introducir mucho más los derechos territoriales en la legislación nacional. Noruega es firmante del convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas.
En los últimos diez años se ha intensificado el discurso del cambio climático y la transición verde. En el contexto de Noruega esto ha implicado una expansión tremenda de la industria eólica y minería en territorio sami. La industria eólica, porque produce energía renovable, y la minería, porque produce mineral para hacer baterías para carros eléctricos. Organizaciones claves, como el Parlamento Sami y el Consejo sami, han destacado que el pueblo sami reconoce la crisis climática y su responsabilidad de actuar para enfrentarlo y que no están en contra una transición verde. Sin embargo, se resisten a una transición que se basa en violaciones de los derechos humanos.
Los proyectos eólicos son proyectos industriales y abarcan grandes territorios. Para los pastores de reno sami es simplemente un despojo más, solo maquillado verde, que además hace desaparecer una economía ancestral que ya es sostenible y verde. Es un uso y respeto al territorio que deja pocas huellas y produce carne orgánica y sana en un mercado de alimentos que cada vez se vuelve más industrial. En Noruega hay autosuficiencia energética. Casi toda la cantidad de energía que consumimos esta producida por hidroeléctricas (energía renovable). Una gran parte de la energía eólica que quieren producir es para exportar a Europa.
¿Cómo se organiza el pueblo sami y que grado de autonomía tiene frente al Estado tradicional noruego?
El pueblo sami es bastante diverso, se encuentra distribuido en varios países con diferentes historias, idiomas y prácticas. Acá mismo en Noruega hay diferentes formas de organización, a nivel local, regional, nacional y transfronterizo. En las comunidades nómadas de pastores de reno se organizaron históricamente a nivel de comunidad, pero también con comunidades sedentarias que se dedican a la pesca en la costa. Así hubo intercambios de productos y servicios cuando coincidían en ciertas épocas del año.
En 1917 se organizó la primera asamblea entre samis de Noruega y Suecia donde se discutieron temas como derechos políticos, territoriales y educación. En 1956 se estableció el Consejo sami, una entidad cultural y política independiente para fomentar la cooperación entre las organizaciones samis en Noruega, Finlandia, Suecia y Rusia. Su objetivo es promover los intereses y derechos de los samis como pueblo, y fortalecer la unión mas allá de las fronteras nacionales.
En Noruega, Finlandia y Suecia, el pueblo sami tiene su propio Parlamento donde se eligen autoridades políticas samis cada cuatro años. En Noruega este Parlamento se estableció en 1989 y tiene autonomía política, pero no legislativa. Depende de fondos del Estado que administra en temas de educación, cultura, prácticas ancestrales, patrimonio cultural, arte, etcétera. Además, el Parlamento sami opera como órgano principal de consulta por parte del Parlamento noruego antes de tomar decisiones que afectan al pueblo sami. Sin embargo, como mencioné antes, el tema territorial es el más conflictivo en la relación entre autoridades samis y noruegas, es un tema en donde no se ponen de acuerdo. El Parlamento noruego siempre tiene la última palabra, una situación que desafía el ejercicio de la autodeterminación sami.
Además, existen organizaciones particulares, por ejemplo, de pastoreos de reno, pescadores, artesanos y organizaciones de jóvenes y mujeres, y por supuesto organizaciones de resistencia a proyectos particulares.
¿Ha sido esta diversidad de idiomas y de territorios al interior del pueblo sami un inconveniente al momento de organizarse o fijar metas comunes?
No veo la diversidad como un inconveniente, sino más bien como un fenómeno natural de cualquier movimiento y en particular en las políticas de cualquier pueblo. Por ejemplo, se ha visto que existe un mayor consenso en asuntos importantes dentro del Parlamento sami en comparación con el Parlamento noruego. Se puede pensar que esto responde a la necesidad de buscar consensos para avanzar en la construcción de políticas desde el margen y desde las minorías.
Tú tienes una cercanía enorme con América Latina y conoces muy de cerca algunos de sus pueblos originarios. ¿Se podrían resumir algunas similitudes o diferencias importantes entre ellos y el pueblo sami?
Es una pregunta que siempre me ha acompañado desde que empecé viajar entre Sápmi y Abya Yala, territorios indígenas que al parecer se encuentran en contextos y geografías muy distintas. En muchos sentidos los pueblos indígenas en América Latina y en los países nórdicos en Europa viven bajo condiciones incomparables en cuanto al nivel de pobreza, acceso a salud y educación, marginalización política y represión violenta. Estos son los lentes de comparación que muchas veces ponemos y son muy reales. Sin embargo, concluir que algunos pueblos sufren más que otros, nos puede hacer ciegos frente a las diferentes formas y mecanismos de opresión y las consecuencias que tienen. Es importante reconocer que existen niveles de gravedad, en cuanto a violencia, represión y acceso a medios de vida, pero si no contextualizamos la opresión que sucede y los impactos que tiene, no podemos resolver los problemas que tiene cada pueblo en su propia lucha y perdemos la oportunidad de un aprendizaje mutuo.
Por ejemplo, el pueblo maya en Guatemala y el pueblo sami en Noruega viven bajo estructuras que marginalizan o reprimen sus demandas y derechos como individuos y colectivos. En ambos contextos una lucha fundamental gira alrededor de la defensa del territorio en contra de proyectos extractivos o de infraestructura que cada vez están aumentando la presión y la resistencia. La razón es simple: sin territorio no hay pueblo, en el sentido de que el territorio constituye la base de todas las particularidades que tiene un pueblo y que necesita para sobrevivir, física y culturalmente.
En Guatemala la represión en contra líderes y activistas indígenas se manifiesta a través de ataques físicos y criminalización de la protesta por parte de las autoridades gubernamentales. En Noruega los samis que resisten contra proyectos extractivos sufren comentarios y mensajes racistas, burlas o amenazas por parte de vecinos o la sociedad mayoritaria. Al perder la oportunidad de continuar con la práctica ancestral de pastoreo de reno, pierden la fuente de su cultura sami. Ambos sufren expresiones de violencia en contextos donde se exige poder vivir una vida digna. En ambos contextos la pérdida del territorio es una herida, porque quita una gran parte de lo que somos. Como expresó un pastor de reno sami que resiste la construcción de un parque eólico en su territorio: “En las Américas mataron a los pueblos indígenas con balas. Aquí nos atormentan lentamente hasta la muerte. Poco a poco nos despojan del territorio”.
¿Algún mensaje que quieras dejar para nuestros lectores?
Diría que vivir una vida digna es una lucha común de los pueblos indígenas en todas partes del mundo. No solo es cuestión de sobrevivir, en el sentido de tener comida, techo y salud, que son derechos básicos e individuales que todes tenemos y compartimos como seres humanos. Vivir una vida digna también implica vivir libremente desde nuestras particularidades y diferencias como pueblos en todos los sentidos, cultural, espiritual, política y económicamente. Es simplemente luchar para poder ser lo que somos.