El sol tímidamente asoma por las Sierras de María en el departamento de Bolívar. Esta mañana sus rayos caen suavemente en un bajo donde hace 315 años los cimarrones de Benkos Biohó, primer revolucionario de América, se asentaron después de pactar su libertad con la Corona española. Palenque de San Basilio. Fueron sus fundadores los primeros en regar la semilla de la libertad en Abya Yala. Ese sol llegó triste y no sabemos por cuánto tiempo estará así. Sabe el astro rey que ayer fue el segundo día de Fredman Arturo Herazo Padilla en las praderas de la muerte. El primer día en Casariambe (cementerio). En los barrios y cuadras del mundo paralelo andarás ahora.
Nosotros sabemos que existen amplios territorios de nadie en la República de Colombia, donde los violentos con la sangre de los más vulnerables han escrito su propia constitución y sus leyes.
Tú, lingüista y literato, investigador y hablante activo de la lengua palenquera. Tú, Fredman Arturo, guía de turismo que aprendiste el lenguaje de las leyes para transmitírselo a los que por razones distintas y por sí solos no podían entenderlas. Tú que te sentabas con los niños, las niñas y los jóvenes del pueblo ancestral a enseñarles sobre la memoria y su importancia en la preservación de ser Patrimonio oral e inmaterial de la humanidad. Cada palenquero, según la declaratoria de la UNESCO en el año 2005, es un patrimonio viviente. Al asesinar a Fredman Arturo, sus asesinos deben saber a quién mataron, para que sus consciencias sean consumidas por el polvo de los muertos, para que sus ojos un día pierdan la luz y los gusanos del calabar hagan casa en sus entrañas. No los dejes tranquilos un solo momento en sus vidas Fredman Arturo, hazlos pagar por derramar tu sangre inocente. Moriste con los ojos abiertos, lo que quiere decir que llevas los rostros de tus asesinos en la memoria. ¿Existe la pena de muerte en Colombia?
Tú no volverás a caminar por las calles del primer pueblo libre de América, no te verán sentado en cualquier esquina del barrio arriba o del barrio abajo con los mayores, o los amigos más queridos, o en la plaza del pueblo haciendo reír a los que escuchaban tu rudo humor. Ya no soltarás ese vozarrón como el estampido de un trueno para alcanzar a quien vino de sus faenas en el campo montado en un animal, y por cansancio o distracción pasó sin saludarte. Las cantinas del pueblo guardaran una silla entre el grupo de parranderos inmortales, para recordar que no te has ido de la parranda. Los sancochos del pueblo que convocan a las amistades más puras te van a extrañar.
Sabemos nosotros que los pueblos que ceden ante el embate despiadado del capitalismo, pierden su esencia y vienen a ser uno más del montón.
Tus compañeros del Festival de Tambores y Expresiones Culturales de San Basilio de Palenque, saben que esta versión llevará tu nombre, pero sería mejor que no te homenajearan y estuvieras aquí, con ellos y todo el pueblo en las faenas de organización y ejecución del longevo festival. Sobre todo en esa tarima donde en octubre de cada año, te convertías en jaguar y pantera al tiempo. La plaza de Palenque debe llevar tu santo nombre para que no seas olvidado, porque yo conozco las fragilidades de la memoria. En tarima tenías el temple de Enrique “kike” Salgado, el mejor locutor que ha parido este país. Seguro los organizadores del Festival de Tambores esperaran que muera para poner su nombre en lo más alto entre nosotros. Junto a Kike Salgado y Manuel “masacre” Pérez, presentabas en lengua palenquera y en la lengua impuestas por los españoles a los grupos folclóricos y a los personajes que se asomaban a presenciar la dimensión cósmica del tambor. El mundo debe saber que el municipio de la Apartada en el departamento de Córdoba, en el corregimiento de la Punta de San Jorge, alguien mató al hijo de Lina Padilla, alguien ordenó tu muerte seguramente por intolerancia. Asesinaron a un líder cultural y humano.
¿Qué pasó para que los dueños de la existencia en el país del sagrado corazón hayan decidido arrancar de la tierra de los hombres tu preciosa vida?
Nosotros sabemos que existen amplios territorios de nadie en la República de Colombia, donde los violentos con la sangre de los más vulnerables han escrito su propia constitución y sus leyes. En esos lugares de la geografía nacional las comunidades viven con el miedo, en los ojos y el pecho. Se les prohíbe hablar de derechos o cosas parecidas. En tiempos de la guerra más cruel los grupos paramilitares impedían que los afrodescendientes despidieran con sus rituales fúnebres a sus muertos. Sus familiares ni siquiera podían derramar una lágrima por ese ser querido. Ese que ellos mismos mataban de mala manera. Por lo que concluyo que la guerra también arrasó con gran parte del acervo cultural de los pueblos étnicos. Y todos sabemos que Fredman Arturo recorría los municipios, pueblos y veredas del Caribe colombiano, instruyendo a las comunidades de cómo proteger el territorio, asesorando a los Consejos Comunitarios, exponiendo sus tesis sobre la preservación de la cultura y sus usos y costumbres, esculcando en la visión cosmogónica que nace de la simiente de la madre patria: África. Sabemos nosotros que los pueblos que ceden ante el embate despiadado del capitalismo, pierden su esencia y vienen a ser uno más del montón. Una de las lógicas del capitalismo es que la mirada del mundo y lo humano deben estar direccionadas hacia la acumulación y el consumismo. En la lógica capitalista, la solidaridad, la fraternidad y la hermandad no deben tener espacio, porque entorpece el proceso de adormecimiento global. Los que diseñaron el sistema soñaron lo humano como simples máquinas de consumo. Por eso el plan estructural de homogenizar el pensamiento y las miradas culturales, por eso hablar de derechos, cultura y memoria es un peligro para los guardianes del sistema en cualquier lugar del globo terráqueo. Fredman Arturo no era un hombre de temer, por eso iba a cualquier parte de esos recónditos lugares, para hablarles a sus hermanos negros de las bondades de la ley 70 o ley de comunidades negras de 1993. Por eso escuchaba los llamados de las comunidades sin medir el riesgo para su vida.
El país y ese mundo indiferente ante nuestra tragedia nacional deben saber que fuerzas oscuras al servicio de poderes establecidos están asesinando a los líderes en Colombia, mi país. Que Fredman Arturo Herazo Padilla fue la víctima número diez del presente año.
En un país pesimamente educado, estructuralmente racista y discriminador, donde sigue pesando el concepto de “raza” a pesar del descubrimiento del genoma humano, es normal que se elimine a ese que es inteligente, educado, formado, capaz de dirimir la diferencia con ideas a través de la palabra. El sistema solo acepta la brutalidad en todas sus formas, aunque sus falanges y consiglieres vayan perfectamente maquillados, trajeados y perfumados. El país y ese mundo indiferente ante nuestra tragedia nacional deben saber que fuerzas oscuras al servicio de poderes establecidos están asesinando a los líderes en Colombia, mi país. Que Fredman Arturo Herazo Padilla fue la víctima número diez del presente año, cuando terminaba de escribir este sencillo homenaje a un hermano. Su entierro el día domingo fue multitudinario. Desafortunadamente solo podemos ver la grandeza humana de ese que está a nuestro lado cuando ya ha partido. No mataron a un simple individuo, mataron a una de las escasas bibliotecas jóvenes que teníamos en Palenque. Yo pido para ti hermano mío, un lumbalú eterno y suerte, mucha suerte en la travesía. Salúdame a todos los míos en el mundo paralelo y te vuelvo a decir al oído. Tú que conocías la palabra honda y ancha, hazlos pagar. Hazlos pagar tú, para que nuestra justicia quizás deje de llenar de polvo tu expediente en una fiscalía que resulta inoperante cuando la víctima es un hombre del pueblo afro.