Los Pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta han insistido en una proclama cuyo sentido hemos comenzado a comprender recientemente:
“La naturaleza debe volver a vestirse de sus propias ropas. Los bosques deben regenerarse, los pozos y ríos deben ser cuidados. Los sitios sagrados y los manglares deben ser atendidos. Permítanos volver a vestir a la Sierra en sus ropas naturales”
¿Vestir a La Sierra en sus ropas naturales? La Sierra nevada de Santa Marta, la montaña costera más alta del planeta ubicada en uno de los países que goza de mayor reconocimiento por su enorme biodiversidad -a la vez que por los numerosos permisos expedidos para economías de explotación y exploración minera-, ofrece una variedad de pisos térmicos en cuyos suelos han crecido variedades de fibras y comida: ajíes, paico (epazote), culantro, orégano orejón, ajonjolí, frijoles guajiritos, otros muy similares pero más coloridos que el mung bean, malangas, batatas amarillas, fiques para hacer mochilas, iracas, plátano cuatro filos, manzano, rojito, guineo y unku: su majestad el algodón.
Este llamado, es un pedido a celebrar la diversidad que aún habita en algunas huertas cuidadas por comunidades indígenas y campesinas de la enorme Sierra en sus tres caras, sus desembocaduras y que por procesos de colonización, violencia, calentamiento global y competencia comercial han perdido espacio y protagonismo. La hilaza (mezcla a base de polyester) se ha convertido en un material al que es fácil acceder y que ahorra el proceso de hilado. Tradicionalmente, las mujeres hilan las fibras para tejer sus mochilas. Para mecanizar esta tarea, han diseñado ingeniosas herramientas como carrumbas, husos y otros objetos que parecieran mágicos.
Las mochilas tejidas con hilaza, buscan una rápida salida al mercado que es cada vez más apretado, mal pago y que impacta negativamente las economías de las mujeres y niñas indígenas kogi, arhuacas, wiwa y kankuamas. La pobre pero eficiente hilaza ha desestimmulado los cultivos de algodón serrano, uno de los productos clave que, junto al ayu, la lana de chivo, los maíces y otros materiales utilizados para hacer pagamentos espirituales, cumplen una función comercial y social de conectar comunidades y sitios entre las partes altas y bajas de la Sierra Nevada de Santa Marta, brindando vitalidad a los sitios sagrados y alimento material y simbólico a las comunidades. Lucelly Torres, líder de la iniciativa Wirakoku y Jayson Pérez productor de caña serrana, afirman que unku es quien mantiene vivo el vínculo con los ancestros. Es un medio de comunicación que se activa al hilar, tejer y que sostiene la memoria del territorio y de los linajes responsables de su cuidado. Al menos son tres las variedades de unku que expresan una larga relación de cuidado y coevolución entre Pueblos indígenas de la Sierra y esta semilla: Burruna awina (mono o caramelo), Burruna amabanchi (blanco), Burruna zukuega (alacrán o escorpión). Sin embargo, estas semillas son cada vez menos comunes en la Sierra.
Vestir a la Sierra con sus ropas, significa honrar la inteligencia vegetal contenida en las semillas que han aprendido a crecer en sus diferentes alturas, que han sobrevivido largos inviernos y veranos, que han atestiguado bonanzas marimberas y cocaleras, talas y momentos en los que el bosque retoma su lugar. Dos de estas valientes e inteligentes plantas con 1500 años de historia, se escondían en las terrazas arqueológicas de Ciudad Antigua a 1000 metros sobre del nivel del mar, muy cerca de la estación de investigación de la Fundación ProSierra Nevada de Santa Marta.
Para complacer las cualidades de buena fibra y color de Gossypium barbadenses (nombre botánico), fue necesario diseñar una siembra que la pusiera en relación con semillas tan serranas como ella: guandul, arroz secano, ajíes y maíz puyita también se unieron al equipo de tres hombres, un apicultor y dos cocineras que cuidan del cultivo que hoy se extiende por tres hectáreas. El significado y resiliencia de esta semilla es uno de sus mayores atractivos, pero lo más inspirador detrás de esta historia sembrada en la Sierra, es ver cómo todo un lenguaje de la Sierra se expresa a través de una flor de algodón. Al final, pareciera que unku también funciona para nosotros como un medio de comunicación que transmite información sobre la Sierra, sus semillas, fibras, gentes y sobre las manos y objetos que le hilan y cultivan.