Al cumplirse 50 años de las luchas estudiantiles de 1971 y diez años del innovador y refrescante movimiento de la MANE en 2011, se amerita no solo hacer memoria de esos hechos sino, además, llamar la atención sobre la situación de dispersión del sector estudiantil y la ausencia de un proyecto organizativo que se construya nacionalmente de forma pluralista y democrática. Un Programa Mínimo de los Estudiantes Colombianos con reivindicaciones que garanticen la cohesión, capacidad de convocatoria y amplia base social del movimiento estudiantil a partir de un modelo de movilización vigoroso, innovador y contundente que supere disputas mezquinas e innecesarias, es hoy más urgente que nunca.
Para que la memoria no nos deje caer en el olvido
Comencemos señalando que en 1970 se reactiva la movilización estudiantil con la bandera de la defensa de la autonomía de la universidad pública, y con la participación de universidades que siendo privadas se mostraban beligerantes contra el alza desmesurada de matrículas y la ausencia de libertad de catedra en sus aulas, entre ellas las Universidades Javeriana, Andes, Santo Tomás, Rosario y La Salle. Esta plataforma de amplio espectro convocó también a la mayoría de las universidades públicas de provincia, a las universidades privadas laicas como el Externado de Colombia, Santiago de Cali, Autónoma de Colombia, América, e Innca, como también a la muchachada de secundaria que demandaba rebaja en el valor del transporte y mejor presupuesto para sus planteles en Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla, Pasto y Bucaramanga.
El 26 de febrero de 1971 se inicia la más grande batalla que el movimiento estudiantil le daría al Frente Nacional bajo un régimen de estado de sitioque se prolongaría hasta 1973.
Desde los años sesenta, las tentativas por imponer el Plan Básico de la Educación Superior y las tensiones por la forma como se definía la carrera docente, generaron inconformidad al interior del gremio de los profesores. El contexto de modernización, “democratización” y creciente politización y polarización llevó al profesorado a respaldar ampliamente la lucha del movimiento estudiantil en la defensa de la Universidad pública.
Hacia 1970, surgen y se desarrollan varios grupos políticos que entran a disputarse la dirección del movimiento estudiantil colombiano. Enumeremos algunos: La Juventud Comunista (JUCO), estructura organizativa juvenil del Partido Comunista de Colombia; la Juventud Patriótica, su similar en el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (MOIR); los Comandos Camilistas y los Núcleos Ocho Octubre de orientación guevarista; los distintos grupos maoístas afines al Partido Comunista (M-L), el Bloque Socialista de filiación trostkista, los marxistas libertarios, los anarquistas y los grupos político-militares, con cabida en el amplio debate político que en ese momento desarrollaba el movimiento estudiantil. Amplio por las formas de participación asamblearia que adoptó, de altura por la calidad de los líderes que argumentaban, aunque también cargado de dogmas absolutas, posiciones sectarias y fragmentaciones que dieron al traste, por ejemplo, con la furtiva experiencia del cogobierno en las Universidades Nacional y de Antioquia, entre 1971 y 1972.
El Programa Mínimo, la negociación con el Gobierno Pastrana del Decreto sobre el Cogobierno y la experiencia de seis meses de rectoría colegiada son los principales resultados de esa lucha.
El 26 de febrero de 1971 se inicia la más grande batalla que el movimiento estudiantil le daría al Frente Nacional bajo un régimen de estado de sitioque se prolongaría hasta 1973.
En el desarrollo de una lucha particular que adelantaba la Universidad del Valle desde comienzos del mes, y que se unía a nivel regional a otros movimientos que se realizaban en la Universidad del Cauca, la Tecnológica de Pereira, el Colegio Santa Librada y algunos colegios de secundaria del occidente del país, se produce la muerte del estudiante y deportista Edgar Mejía, lo que generó un enfrentamiento obrero, estudiantil y popular con la fuerzas pública sin precedentes después del 9 de abril de 1948, con al menos quince muertos. Contrario a lo esperado, ni la declaración de estado de sitio en todo el país, ni el toque de queda en Cali paralizaron el movimiento de los estudiantes: una vocación unitaria, una organización desde las bases y una intención de cambio propositiva, convirtió la solidaridad con las Universidades del Valle y Cauca en una huelga universitaria de características nacionales.
Afanosamente los activistas buscaron articular las distintas demandas del movimiento a una plataforma programática que será aprobada en el Encuentro Nacional Estudiantil el mes de abril, pero que se había configurado en febrero, antes de los acontecimientos del 26, cuando se reivindicó la ya tradicional autonomía universitaria y la salida de la Iglesia y los Gremios Económicos de los Consejos Superiores Universitarios, proponiendo su reemplazo por organismos provisionales paritarios con mayoría de profesores y estudiantes. Otras reivindicaciones giraban en torno a la abolición del Instituto Colombiano de Fomento a la Educación Superior- ICFES; la financiación de la universidad pública por parte del Estado y la revisión de los contratos con bancos y entidades extranjeras; el reconocimiento del carácter rector de la Universidad Nacional; la destitución del rector de la Universidad del Valle y otras banderas de lucha que hacía tiempo levantaban estudiantes y profesores a nivel nacional. El Programa Mínimo, la negociación con el Gobierno Pastrana del Decreto sobre el Cogobierno y la experiencia de seis meses de rectoría colegiada son los principales resultados de esa lucha.
El agitado escenario de la lucha estudiantil de 1971 estuvo confrontado por una política institucional de persecución de estudiantes, detenciones, expulsiones, despidos de trabajadores y profesores, reinscripciones condicionales y de la inaceptable “represión académica” que se agudizó con la llegada de los famosos “rectores policías” a un gran número de universidades del país. Entre ellos, se destacó Luis Duque Gómez nombrado en mayo de 1972 después del fracaso del ensayo de cogestión en la Universidad Nacional de Colombia.
En los últimos años del Frente Nacional, el Gobierno impulsa al interior de las universidades una política de limpieza general de la inconformidad. Huelgas, ocupaciones, cierres y expulsiones descabezan un movimiento estudiantil que se fracciona y dispersa. En adelante, sólo los grupos políticos buscan mantener la agitación, pero lo hacen enmarcados en dos tendencias que no aciertan a juntarse: la reivindicación puramente gremial y el trabajo predominantemente político de las organizaciones. La estructura de los Comités de Base y las Asambleas de Carrera y Facultad dejaron de ser el soporte de la participación y la representación de todos.
Los reclamos estudiantiles de las dos primeras décadas del siglo XXI tocan los mismos aspectos de las tres últimas décadas del siglo XX: la autonomía universitaria, la financiación de las entidades públicas y el bienestar universitario integral, la calidad académica, las relaciones con la sociedad y la vigencia de las libertades democráticas y los Derechos Humanos.
Una de las enseñanzas más importantes del movimiento estudiantil de 1971 es la de que no es suficiente alcanzar reivindicaciones significativas como el cogobierno, sino se mantienen los procesos organizativos y unitarios para defenderlos y no se supera el protagonismo sectario, dogmático y divisionista al interior del movimiento. Las disputas ideológicas arrojaron por la borda las conquistas históricas impregnadas de realidad concreta. La palabrería vana se impuso sobre los logros concretos y posibilitó que la institucionalidad desconociera los acuerdos logrados. Detrás de un discurso radical, los sectores más sectarios terminaron, directa o indirectamente, al servicio de intereses reaccionarios que subyugaron la Universidad Nacional hasta el nombramiento de Luis Carlos Pérez como rector en 1974. Otra etapa que merece reflexión y un ejercicio autocrítico aún pendiente.
La Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE) y el “Programa Mínimo”
Los reclamos estudiantiles de las dos primeras décadas del siglo XXI tocan los mismos aspectos de las tres últimas décadas del siglo XX: la autonomía universitaria, la financiación de las entidades públicas y el bienestar universitario integral, la calidad académica, las relaciones con la sociedad y la vigencia de las libertades democráticas y los Derechos Humanos, puntos que conforman el “Programa Mínimo” reivindicado por la MANE, se convierte en la expresión más significativa de la movilización estudiantil en ese periodo en el que se desarrolla el primer Gobierno del presidente Juan Manuel Santos (201-2014).
Al conocerse en el mes de marzo del 2011 la presentación del proyecto de reforma a la educación superior presentado por la administración del presidente Santos, sin una rigurosa y amplia consulta con la comunidad académica, se presentó en el escenario de la Universidad Nacional una convención de organizaciones estudiantiles que se ampliara a todas las esferas de la comunidad estudiantil universitaria que permitiría socializar y discutir distintas propuestas, disolviendo las más sectarias diferencias para trabajar en unidad contra los intentos de la reforma a la Ley 30 de 1993 y sobre una propuesta alternativa de educación, construida desde la base y los imaginarios propios del estamento estudiantil, constituyéndose allí la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE-Colombia).
Los procesos de movilización estudiantil, cargados de innovaciones estéticas, simbólicas y artísticas, así como de diálogo con distintos sectores de la sociedad, la participación y vocería en el parlamento, las nuevas formas de llevar a las calles la protesta llenándola de color, danza, performance, abrazatones, besatones, y sobre todo de argumentos y razones condujeron a la convocatoria de un paro nacional universitario el 12 de octubre de 2011 que recogió en unidad a 31 de las 32 universidades públicas del país, en la conocida “toma de Bogotá”, contra la reforma a la Ley 30, que obligó al Gobierno nacional el 10 de noviembre de ese año, a retirar la propuesta de reforma a la educación superior plasmada en el proyecto de Ley 112 y construir un espacio de conversaciones con la comunidad universitaria que termino disolviéndose en el tiempo.
Si bien es cierto que la mordaza de la represión se cierne sobre el territorio de la libertad, también es cierto que el entusiasmo, la imaginación e inteligencia puede conducir con certeza las luchas reivindicativas de los estudiantes.
El movimiento de la MANE puede hablar de una conquista importante de la movilidad estudiantil, advirtiendo que no fue un triunfo definitivo, pero que dejó sembrada la irrenunciable necesidad de llevar y defender una propuesta que garantice el derecho a la educación, por el cual debe velarse para que produzca el cumplimiento efectivo por parte del Estado, donde garantice el acceso al derecho de una educación al alcance de todas las posibilidades económicas y de excelente calidad, promulgando la modernización y el desarrollo de la universidad pública en estrecha relación con los procesos de transformación social, bienestar general y democracia para los colombianos.
El llamado urgente al movimiento estudiantil es a la construcción histórica de un sujeto social y político que genere protagonismo en hechos trascendentales de la vida social, política y cultural del país, en donde dirija sus esfuerzos por demandar en principio una reforma universitaria que responda a las necesidades de estos años comenzando por la democratización de las instituciones universitarias, hasta sostener y abanderar procesos de un espectro mucho más amplio que los estrictamente educativos, pues si bien es el núcleo central de sus reivindicaciones, amplían la demanda de sus exigencias a reivindicaciones sociales, económicas y políticas que deben cobijar los intereses de todas los sectores sociales del país.
Si bien es cierto que la mordaza de la represión se cierne sobre el territorio de la libertad, también es cierto que el entusiasmo, la imaginación e inteligencia puede conducir con certeza las luchas reivindicativas de los estudiantes. Lejos de todo dogma político y sectarismo enceguecedor, sobre una profunda reflexión histórica, el movimiento estudiantil colombiano debe buscar las formas de organización y los mecanismos que le permitan adelantar la lucha inaplazable de la defensa de la universidad pública y la transformación de sociedad colombiana, hacia una sociedad libre, autónoma, soberana, justa y democrática. Es una obligación moral, ética y política que siguen teniendo con nuestra nación.
Organización nacional y Programa Mínimo
Hoy, como en el 1971 y en el 2011, se mantiene viva la necesidad de construir una vigorosa organización estudiantil nacional, pluralista y unitaria, que ponga por encima del interés mezquino de los grupos y las sectas el interés de la nación colombiana y su bienestar y, contar para sí con un programa mínimo sobre una agenda que contenga en lo esencial:
- La lucha por la defensa de una educación pública que contemple la educación como un derecho fundamental y reclame su gratuidad.
- Una financiación adecuada, suficiente y oportuna por parte de la sociedad y el Estado colombiano.
- La defensa de un modelo de autonomía universitaria amplia y sin restricciones de ningún tipo.
- Democratización de la vida universitaria con base en la elección, por parte de la comunidad universitaria, de directivos y administrativos docentes, y en el ejercicio de prácticas democráticas en todas las actividades de la vida institucional, que hagan de las instituciones de educación superior, de las universidades, empresas públicas y sociales eficientes.
- La lucha por un bienestar universitario integral y de calidad, que garantice a toda la comunidad las posibilidades materiales y espirituales para trabajar en armonía.
- Una reforma académica de los programas que les dé pertinencia en relación con las necesidades estructurales de la nación, unida a una revolución pedagógico-didáctica que tome en consideración las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y nuevos e innovadores sistemas de evaluación, todo dirigido a favorecer la excelencia académica.
- El fortalecimiento de la investigación por medio de la articulación de los programas de formación de todos los niveles a las labores investigativas de las universidades, dirigidas en especial a resolver los problemas del país, la ciencia y la cultura.
- Una estrecha relación entre las universidades públicas y la sociedad colombiana a través de los programas de docencia, investigación y extensión, sea esta de carácter financiado o solidario.
- Especial atención a las condiciones pluriétnicas y multiculturales de la sociedad colombiana, y al fortalecimiento de las prácticas deportivas artísticas y culturales, así como al reconocimiento de la diversidad y de las condiciones de la población con discapacidad.
Un largo camino de organización, construcción de identidades y movilización queda por andar, retomemos ese camino en defensa de la educación pública y el respecto por la autonomía universitaria, contra todo intento de constreñir la libertad de catedra y negar el espacio natural del pensamiento critico.