Este fin de semana voy a volver a votar. Hoy recibí por correo el voto y la publicidad de los rivales que se disputarán la segunda vuelta. Todas, desde los trotskistas hasta la extrema derecha, presentan listas cremallera -mujer-hombre-mujer, y cerradas.
Debo confesar que, en la primera vuelta, no tenía muy claro por quién votar (había tres listas de izquierda, más una de extrema izquierda). Tampoco sabía a ciencia cierta cuáles son las atribuciones de las “regiones” y los “departamentos”.
No soy caso aislado. Las “regiones” son una invención reciente, una nueva organización territorial, y casi ningún francés sabe a qué se dedican. Luego de leer un poco, ya sé que sus competencias cubren el transporte, el desarrollo económico, la educación y la cultura. Son los responsables, por ejemplo, de que los colegios estén en buen estado, de que los vagones de los trenes se renueven, o de generar fuentes de empleo. Los departamentos, a su vez, organizan y distribuyen toda una serie de subsidios sociales (desempleados, personas discapacitadas, familias numerosas, etc.).
Con esta información en la cabeza me dispuse a escuchar a los candidatos. Descubro que los partidos de derecha hablan de “lucha contra la inseguridad” y prometen más policía (siendo que la región parisina tiene índices bajos de delincuencia, y que la policía no es de su competencia), que los partidos de izquierda prometen transportes gratis (pero el presupuesto de las regiones es bajo y no es tan fácil hacerlo) y que el partido de Le Pen inserta en su programa la “lucha contra la islamización”. Noto que todos dicen ser ecologistas y prometen ciclovías. Sin embargo, todos tiene cuidado con el tema de la sobretasa ecológica a la gasolina o propuestas por el estilo: tienen presente la experiencia de los chalecos amarillos (la protesta nació a raíz de un impuesto a los automóviles para financiar la transición ecológica).
El debate en estas elecciones se perfila, además, como un preámbulo de las próximas elecciones: las presidenciales. De hecho, Macron envió a varios de sus ministros a engrosar listas regionales. No le fue nada bien. Mal les fue a Marine Le Pen (partido Rassemblement National), y a Mélenchon (La France Insoumise).
Es curioso: los tres candidatos más anti sistema, los tres que fustigan más fuertemente a la clase política, fueron los más castigados en esta elección. Los franceses se abstuvieron masivamente (casi 67% de abstención, un guarismo histórico). Y los que votaron, lo hicieron por los partidos de izquierda y derecha tradicionales.
Las reglas de esta elección son estas: las listas que obtengan mayoría absoluta y el 25 % de la participación, salen elegidas en primera vuelta. De lo contrario, hay segunda vuelta. Una condición adicional para pasar a segunda vuelta es obtener mínimo el 10 % de los votos. Por eso, ocho días después, hay una segunda vuelta. La mayoría de los duelos verán el enfrentamiento entre las alianzas de izquierda (comunistas, verdes, socialistas) y la derecha de “Les Républicains”. Yo vivo en la periferia de París, donde justamente habrá algo de emoción en el voto (vuelve el duelo izquierda – derecha, y están empatados).
¿Qué deducir de esta elección? Que muchos no entendían muy bien porqué se votaba; que los sectores mas abstencionistas fueron los jóvenes y los adeptos a la extrema derecha; que los más disciplinados con el voto fueron los jubilados; que el ecologismo es hoy bandera compartida por todos los partidos; que el tema de la “seguridad” sigue funcionando para ganar votos; y sobre todo, que los partidos que ayer estaban en crisis, como el Partido Socialista, resurgen y por medio de alianzas (en la región parisina, con los verdes y con el partido de Mélenchon, La France Insoumise) pueden disputar liderazgo. Pero sobre todo queda claro que las elecciones presidenciales no están escritas de antemano, y que los vaticinios que se vienen haciendo desde hace meses (un duelo Macron – Le Pen, y una candidatura inamovible de Mélenchon) quizá no se den. Estas elecciones han barajado un poco las cartas.