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Menos balas, más medallas

Nos chocamos con los resultados de los recién culminados Olímpicos de Tokio, en donde Colombia parecía estar recorriendo los sótanos del infierno, y dando un salto atrás pasamos a competir en 16 disciplinas deportivas con 71 atletas, logrando 5 medallas, ninguna de ellas de oro. 

Juegos Olímpicos

Imagen de StockSnap en Pixabay

En este mundo de vacunas, virus y variantes que nos acorrala segundo a segundo; en este país de “cucaña” que se olvida de sus miserias con cada pedacito de gloria que tocamos por insignificante que sea, la ecuación “más inversión en deporte, menos balas” es igual a más medallas. Suena a un silogismo que carga la lógica de la historia propia, pero que se aleja de la realidad olímpica de otras naciones de la Tierra. 

En esta oportunidad, y gracias a una publicación de un entrañable amigo, quisiera ahondar un poco en este tema e intentar desenmarañar las cifras y datos para responder a la pregunta que quizás ronda por sus cabezas en este momento, ¿por qué es tan bajo el “alto” rendimiento deportivo en Colombia?

Pues bien, a simple vista me parece un planteamiento interesante que puede dar cuenta de las realidades de múltiples países, que, como Colombia, destinan un porcentaje significativo de su producto interno bruto al gasto militar, y otro, mucho menor, a lo que se llama “inversión social”, en donde se contaría con rubros para deporte, recreación y cultura, entre otros. En ese sentido, se esperaría que la relación entre menos balas y más medallas fuese el resultado de una distribución equitativa, por no decir mayor, a escenarios de la vida de la nación que estén encaminados a la sana convivencia y la paz. 

Así surgió, en el marco de otra discusión, el siguiente dato que les presento para que empecemos a sacar nuestras propias conclusiones. En Atenas (2004) la delegación nacional estuvo conformada por 53 deportistas; Pekín (2008) 67 deportistas; en Londres (2012) la representación aumentó a 104; y en Rio de Janeiro (2016) un total de 147 integrantes, es decir, durante los dos periodos de “la paz” esta dicotomía sería cierta, en la medida en que las medallas, el número de deportistas, así como las disciplinas en las que se participó tuvieron un aumento significativo, y si se quiere, sostenido. 

Solo con estas cifras uno se imagina que el Estado colombiano ha hecho una inversión sostenida a lo largo de las últimas décadas, y ha diseñado planes y políticas que le han dado continuidad en el crecimiento y desarrollo del deporte que nos ubique en el panorama mundial como referente competitivo. Y ajá, usted busca la información, y en efecto, se encuentra con que entre 2010 y 2018, el presupuesto destinado para recreación y deporte pasó de 191 mil millones de pesos a $551 mil millones en 2018, con una adición para infraestructura en el 2017 de $150 mil millones, de cara a  los Juegos Bolivarianos del 2017 y los Centroamericanos del 2018. 

Pasemos ahora a la otra cara de la moneda, la bala. ¿Cómo ha sido el gasto militar en el país? Para el mismo periodo de tiempo, 2010 – 2018 podemos observar que el gasto en defensa ha ido en aumento al analizarlo en UMN a precios actuales, pasando de $19.787 a $29.962 billones de pesos, representando eso sí, un porcentaje solo un poco menor del PIB ya que disminuyó de 3,6% a 3% para los mismos años, pero siempre manteniéndose en esos rangos, nunca menor. 

En este momento me siento como una arqueóloga buscando el eslabón perdido que me pueda dar algún atisbo de respuesta, y sin embargo, la puerca sigue torciendo el rabo porque de sopetón, como si se hubiese borrado con el codo lo que se hizo con la mano, nos chocamos con los resultados de los recién culminados Olímpicos de Tokio, en donde Colombia parecía estar recorriendo los sótanos del infierno, y dando un salto atrás pasamos a competir en 16 disciplinas deportivas con 71 atletas, logrando 5 medallas, ninguna de ellas de oro. 

De ser “una potencia deportiva de Suramérica”, según informe del 2018 de la Revista Semana, al “¿qué les pasó? en 2021. ¡Show me the money! En 2019 el gasto militar fue de $33,074 billones, y el presupuesto para el recién creado Ministerio del Deporte de $569.055 millones de pesos. ¿Qué sucedió? Yo diría ineficiencia en el manejo de los recursos. Sencillo: con más dinero se logró menos. Del puesto 23 se descendió al 66. Es decir, hubo una disminución del 37, 5% en el total de las medallas y sin lograr una sola de oro, a pesar de que el presupuesto fue aumentado en un 13%. Al parecer el Gobierno de Duque no solo hizo trizas los acuerdos de paz, también le metió el freno de mano a la locomotora que había encendido su predecesor. 

Redondeemos la situación. Con la información hasta ahora expuesta es posible darnos cuenta de lo siguiente, primero, que en contante y sonante el dinero para la “bala” ha ido en aumento. Segundo, que la inversión para el deporte también ha ido en aumento. Si volvemos a la ecuación inicial, el resultado debería ser más o menos medallas, ¿cierto? Si lo comparamos no hay una correlación directa, por lo tanto, surge un nuevo interrogante ¿es la inversión económica el indicador más representativo a la hora de analizar el crecimiento y, si se quiere, el rendimiento deportivo? 

Creo que la respuesta podría estar ligada a qué otros factores nos llevarían a una mejora significativa en los procesos de alto rendimiento. Y como de lo que se trata acá es de dar mi opinión, pues yo sugeriría ampliar la mirada e ir más allá, en términos de revisar la estrategia de promoción, fomento y práctica ligada al mandato constitucional expuesto en el artículo 52, desarrollado en la Ley 181 de 1995, que clasifica al deporte “como un derecho social y un factor básico de formación integral de la persona”. 

Así, en aras precisamente de convertir el deporte y la actividad física en una de las principales opciones no solo para la recreación y disfrute, sino como un elemento central en la formación de los niños y niñas, y adolescentes; para que a mediano y largo plazo terminen por convertirse los colegios, los barrios, las escuelas deportivas en cantera de nuevos talentos para con ello garantizar el relevo generacional y la promoción focalizada. 

Encontraremos, sin lugar a duda, más aristas para analizar este asunto. Por ahora dejo hasta aquí, en otro momento podemos hablar del sistema de patrocinios e incentivos, de la diversificación de los deportes, de la cohesión social y otros elementos más que rodean las dinámicas del deporte de élite, así como el de barrio. 

Cuentera, teatrera, waterpolista, bailadora, profesora de la Universidad Simón Bolívar. Estudiante de la vida, hija, hermana, tía, amante, mamá de los “Fulanos Felinos”. Periodista. Magíster en Desarrollo Social y en Ciencias de la Sociedad. Especialista en estudios políticos y económicos. Candidata a doctora en Ciencias Sociales de la Universidad del Norte.

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