Hay quienes son enviados a prisión por un día. Otros que permanecen meses dentro de las cuatro paredes de una celda. Están los hombres y las mujeres que permanecen recluidas durante años y décadas en una penitenciaría cumpliendo una feroz condena. Para resistir un largo período de aislamiento es menester cultivar una voluntad de hierro. Algunos prisioneros – indistintamente si son políticos o comunes – desfallecen ante la adversidad porque no encuentran un motivo para resistir o un factor que alivie el peso de la sentencia. Los fríos y grises muros, los barrotes y la puerta metálica, la vida en círculo, el despiadado tintineo de las esposas, la abrumadora soledad, los fallos que niegan la libertad condicional, amén de otros infortunios, van marchitando hasta los espíritus más indomables.
Por la experiencia que viví en prisión me aventuro a decir, aunque suene cruel, que un calabozo es el mejor lugar para leer un libro. Vaya ironía de la vida: nada mejor que doce metros de libertad para extraer hasta la última gota de un relato o un ensayo.
Hace unos años una escritora catalana me sugirió que eligiera cinco libros necesarios que un prisionero debería leer para alcanzar el paradigma de la resistencia. Esta fue mi selección:
1. El sepulcro de los vivos
Fedor Dostoyevski. Llamada también La Casa de los Muertos, describe las penosas condiciones de los convictos enviados a Siberia durante la época del zarismo. Cuenta el autor ruso que los reos llevaban las cadenas sujetas a su cuerpo los 365 días del año. Un preso, pienso, debe adquirir conciencia de su condición a fin de no llamarse a engaños y prepararse para una larga travesía por el desierto, con poca agua y escaso alimento.
2. El Conde de Montecristo
Alejandro Dumas. La libertad hace parte de la naturaleza humana y un individuo encarcelado buscará siempre la manera de fugarse. Después de varios años, Edmond Dantès, encarcelado en la fortaleza de If, encuentra su oportunidad de huir. Los años en cautiverio los aprovechó Edmond para cultivar su intelecto extrayendo las enseñanzas de otro convicto: el abate Faria. Un prisionero debe conservar la paciencia y esperar el momento de la libertad. Cada día que transcurre hay que aprovecharlo para aprender.
3. Balada de la Cárcel de Reading
Oscar Wilde. Condenado por su homosexualidad, fue testigo de la ejecución por ahorcamiento de un ex soldado. El poema, dedicado al Prisionero C-33, es un himno contra la desgracia. La vida de un preso es dura, y más aún, si está recluido en un pabellón de aislamiento. Hay poco que ver y poco que escuchar en una habitación desnuda, por tanto hay que hacer un esfuerzo para abstraerse y encontrar en ese mezquino lugar lo que los ojos no ven y los oídos no escuchan.
4. La Canción del Verdugo
Norman Mailer. Esta obra del escritor norteamericano hace parte de la literatura de no ficción o novela reportaje. Narra la historia de Gary Gilmore, quien fue ejecutado en una prisión de Texas luego de asesinar a dos personas. Cada hombre, tiene que enfrentarse a su destino y un prisionero debe estar preparado para lo peor pues la cárcel es también una especie de “reino de la incertidumbre”. El preso debe afinar su voluntad para no desintegrarse.
5. Robinson Crusoe
Daniel Defoe. Aunque no se trata de la historia de un prisionero sino de un náufrago que permaneció 28 años en una isla, esta obra enseña el valor del decoro y la estima. Pese a estar solo en un islote, Robinson Crusoe nunca perdió su compostura y sus modales, es decir, jamás llegó a deshumanizarse. La prisión suele alterar la tabla de valores de un convicto, sin embargo, la lucha por no desvalorizarse como individuo es pan de cada día.