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El juego del calamar en la investigación científica

El neoliberalismo impuso el modelo de autofinanciación a todas las estructuras de ciencia y tecnología de los países. Así, universidades y centros de investigación, se ven forzados a comprometer, otros dirán a alinear, sus intereses y objetos de investigación con los intereses financieros del sector privado.

Juego del Calamar

El juego del calamar. Imagen del portal TreceBits

Unas semanas atrás apareció de repente en mi Facebook una publicidad patrocinada por la universidad de Arizona; el anuncio era una invitación a participar en una investigación titulada Gobernanza de actores armados no estatales (Armed non-state actor governance) centrada en Colombia y Afganistán. El título era muy llamativo y entonces fui al sitio web de la investigación para conocer un poco más sobre la misma. En resumen, la investigación se propone como objetivo comprender las condiciones y factores que permiten que los actores armados no estatales se conviertan en los proveedores predominantes de gobernanza para las poblaciones en los territorios donde hacen presencia; y adicionalmente, la investigación busca establecer cuáles son las circunstancias bajo las cuales dicha gobernanza no estatal adquiere legitimidad.

Esa descripción trajo a mi memoria temas de investigación similares que se habían realizado en países de Oriente Medio en los años previos a las invasiones militares de Irak y Afganistán y el escenario de la guerra en Siria. Para ese entonces el financiador de esas investigaciones era el Departamento de Defensa de los EE.UU. o sus diferentes ramas, de ahí que la curiosidad me llevó a explorar más allá en la publicación de la Universidad de Arizona. 

No necesité ir muy lejos, bastó con ir a la segunda página del sitio web donde está formalizada la invitación para constatar, ¡oh sorpresa!, que el financiador de la investigación es el Departamento de Defensa de EE.UU. En realidad, esto en sí mismo no es un problema. Los ministerios de Defensa de todo el mundo patrocinan investigaciones científicas en los más diversos temas. Además, el sitio web donde se hace la descripción de la investigación comunica abiertamente la fuente de financiación, lo cual es ya un avance en relación al cumplimiento de los principios éticos de la investigación científica. 

De hecho, hablando con los zapatos de los EE.UU. puestos, es de vital importancia financiar investigaciones que les permitan entender cómo grupos armados no estatales (NSAG por sus siglas en inglés) desarrollan y consolidan su poder a nivel local, especialmente después de la apabullante derrota político-militar que les infringieron los talibanes en Afganistán gracias, precisamente, a la estrategia de gobernanza local que los talibanes desplegaron en cada uno de los poblados hasta poco a poco alzarse con el país. Luego de haber invertido 2.3 trillones de dólares y desplegado más de 100.000 tropas y equipos de alta tecnología en los 20 años de guerra, los EE.UU. y sus aliados de la OTAN a duras penas lograron controlar Kabul, que en realidad era un mero alfiler de occidentalización implantado en la colcha talibana. 

Pero el asunto que nos convoca aquí es el lugar de la ética en la investigación científica. Recordemos que esos principios no son universales sino establecidos por cada institución académica o centro de investigación y son la hoja de ruta sobre la cual cada una de las actividades de investigación son desarrolladas.

El problema es que la ética en la academia y las ciencias es relativa cuando en un sistema económico como en el que vivimos, la financiación pública a las universidades, centros de investigación y en general al sistema educativo en su conjunto, se reduce cada día. El neoliberalismo impuso el modelo de autofinanciación a todas las estructuras de ciencia y tecnología de los países. Así, universidades y centros de investigación, se ven forzados a comprometer, otros dirán a alinear, sus intereses y objetos de investigación con los intereses financieros del sector privado. En otros casos, ese alineamiento se da con las doctrinas políticas de los gobiernos o Estados extranjeros, quienes estratégicamente salvaguardan sus intereses a través de la aplicación del conocimiento generado por las investigaciones que financian con sus fondos públicos.

La práctica de la investigación científica ha sido un histórico tema de controversia, que la neutralidad del investigador, que la objetividad, que la replicabilidad de resultados, que los métodos de verificación, que la participación de las comunidades, en fin; los puntos de controversia son tan largos y desmesurados que para cualquier persona que decida abordar esa discusión, la mejor manera que tendría para resumir su osadía sería diciendo “voy a entrar en la Babel epistemológica”. Por esta razón, los sectores científicos han hecho un esfuerzo por introducir unos mínimos éticos que regulen la práctica investigativa.

Sin embargo, en la investigación científica debería ponerse más énfasis sobre la responsabilidad social de la investigación, incluida la responsabilidad de los investigadores que las realizan, y las instituciones que albergan y patrocinan las investigaciones. No basta tener un marco ético bajo el cual el proyecto de investigación es examinado, sino que es necesario tener un plan claro y conciso, así como se les exige a las compañías mineras o petroleras de quién, cómo y cuándo todos los responsables de la investigación van a rendir cuentas de sus acciones. 

Esto no es un llamado a la censura. Es imprescindible que cada investigador proponga lo que quiera y como quiera, al fin y al cabo, la ciencia se ha desarrollado de esa forma por siglos. A pesar de lo que digan los tratados de epistemología, la verdad es que las mejores ideas han nacido del libre albedrio de los investigadores. Sin embargo, ya que estamos en un modelo privatizado de investigación, lo más lógico es que los mismos mecanismos de control social que se han desarrollado para asegurar que los intereses de las compañías no se antepongan a los públicos, empiecen también a ser implementados a la práctica investigativa. 

Es claro que es más fácil implementar dichos mecanismos en las ciencias naturales y exactas, pero las ciencias humanas y sociales no deberían estar exentas de ese control social, especialmente cuando se trata de investigaciones financiadas por Estados extranjeros. La responsabilidad social debería ser un requisito insoslayable para que la investigación sea autorizada. En un proceso de investigación, llamémosla responsable, los equipos de investigación deberían mínimamente, formar a los sujetos de su investigación sobre los posibles efectos negativos de la investigación y poner sobre la mesa todos los factores que rodean la investigación.

La responsabilidad social aplicada a la investigación pasaría, por ejemplo, porque los equipos de investigación difundan activamente los elementos estructurales que engloban la investigación, esto es, la trayectoria del investigador, las líneas de investigación a las que está adscrita la investigación propuesta, así como las líneas estratégicas del financiador de la investigación. Ese simple gesto podría permitir a las comunidades o sujetos de investigación posicionarse con mayor claridad sobre su participación y sobre la pertinencia de esa investigación para sus comunidades y vidas. Esto es crucial especialmente en Estados fallidos como el colombiano, donde pareciera que la violación de los derechos humanos es una garantía constitucional.

Usaré el caso que abrió esta reflexión para ilustrar lo que he descrito anteriormente. Gobernabilidad Armada es financiada por el Departamento de Defensa de EE.UU., el órgano académico que hospeda la investigación es la Universidad de Arizona, pero la instancia que la gestiona es la Army Research Office del Ejército de EE.UU., la cual, como parte de sus líneas estratégicas establece que: “Los resultados de estos esfuerzos de investigación se transfieren a la comunidad de desarrollo, industria o academia del Ejército, para la futura superioridad tecnológica de nuestros soldados, ejército y nación. Nuestra investigación representa la visión de largo plazo del Ejército, con aplicaciones del sistema a menudo con 20 a 30 años de visión.” 

Repito, con esta u otras muchas otras investigaciones que se están desarrollando en Colombia y el mundo la fuente de financiación no es un problema. El problema surge cuando las comunidades, asistentes de investigación, y otros actores implicados en este tipo de investigaciones no son activamente informados de los intereses de las estructuras que rodean la investigación y sus meta-objetivos.

Experto en psicología clínica y social. Asesor de organizaciones humanitarias en programas de construcción de paz y resiliencia en África, Latino América, Europa y Oriente Medio. Sus intereses giran en torno a las áreas de cambio de actitudes, persuasión – cognición social, ingeniera social y reactivación de dinámicas colectivas.

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