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El Metaverso: el evangelio según Mark

Y así Mark creó el Metaverso. Desde fuera y en contra de lo humano, santificó y guio el comportamiento de sus fieles (antes humanos) hasta convertirlos en avatares sistémicos, obedientes, creyentes. Virtuales. No humanos.

El Dios Digital. Ilustración de Cami Marín para EL COMEJÉN

El Dios Digital. Ilustración de Cami Marín para EL COMEJÉN

En el principio Mark creó a Facebook. Y la tierra, que era caótica, dispersa y diversa sintió cómo al rápido ritmo de la tecnología dominante, el Espíritu de Mark se transmitía a la comunidad que asistió acrítica al rito religioso de la red social. Así, se unificaron las aguas turbias. Y dijo Mark: cómprese WhatsApp e Instagram antes de que sean competencias directas y úsense como aplicaciones masivas entre todos los fieles amigos-seguidores-followers. Amén.

Y el Espíritu de Mark se introdujo entre los amigos-seguidores-followers por todos los confines de la Tierra, por todas las edades y por todos los idiomas creados y usados. Los fieles seguidores aprendieron a vivir, a soñar, a estar únicamente en el nuevo mundo de Mark. La creación (plataforma) se asimiló a la vida del seguidor, y se creó la comunión perfecta, divina, entre el dios creador (no castigador, libertario) y su séquito. Amén.

Y llamó Mark -el ingeniero, el retraído, el tímido- “interés general” a los ataques multiplicados y celebrados por su mundo, realizados en contra de las estructuras democráticas del otro mundo, el mundo previo a Él, el Creador. Y así dios Mark creó nuevas relaciones, nuevas estructuras productivas, nuevas interacciones políticas y nuevas imposiciones culturales. Y el mundo fue a su imagen y semejanza: homogéneo, predecible, sistémico, ingenieril, calculado, algorítmico. Amén.

Fue acusado Mark, como los antiguos profetas, de generar perturbaciones en los fieles. No ya alteraciones revolucionarias, sino más bien “involucionarias”. Antiguos discípulos también lo traicionaron acusándolo de provocar males endémicos a sus fieles: ansiedad, depresión, incomunicación, pérdida del interés social, adicciones, dependencias…

Y acusado, Mark volvió a la creación. Corrigió su obra imperfecta como modo de redimirse con sus fieles. Mark creó de nuevo. El dios Mark, cansado del mundo-pantalla demasiado pequeño para su creación, imaginó su propio metauniverso: Metaverso. Ni siquiera le bastó con un universo. Porque solo Él es el Creador. Desde las alturas completamente aisladas de su búnker casa, concibió un espacio de conexión social. Y Mark creó así al ser más aislado, más falsificado, más modelado y más deshumanizado de la historia: el avatar del Metaverso. “Markdios”, lo creó a su imagen y semejanza. Amén.

Y fue el Metaverso el lugar creado por Mark. La luz. La vida. La esencia. Todo. Y Mark habló en parábolas: “será el Metaverso el sucesor del Internet en el móvil… y crearemos receptores para mapear el mundo alrededor vuestro… y desarrollaremos una serie de dispositivos sensoriales que, con la aplicación de algoritmos de reconstrucción, representarán el mundo físico a través de unas gafas o un casco de realidad aumentada”. Amén.

Y los fieles vivieron felices en el Metaverso. Desde su cama, conectados a prótesis electrónicas representadas gráficamente entre sus gafas, vieron cómo los sensores invadían su casa, su habitación, su cocina, su sala, para que fuera digitalizada y proyectada en la realidad virtual, dentro del Metaverso. Almacenada. Sin siquiera levantarse, sin salir de su cueva eligieron un avatar perfecto (u otro u otro) para personalizar un querer ser sin necesidad de esforzarse en serlo. Modelos perfectos fueron a imagen y semejanza y, ausentes de la relación humana cotidiana, vivieron en su cueva. Desde ella, como profetizó Mark, encontraron un feliz trabajo virtual en el Metaverso en el que se comunicaban con el avatar de sus compañeros perfectos del trabajo. Amén.

Y vio Mark todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera: la interacción social, la educación, el entretenimiento, los juegos, el ejercicio físico (o fitness) el trabajo y el comercio, todo lo creó para que sus fieles, según su Evangelio, “pasasen menos tiempo en la pantalla y gastaran más tiempo en hacer cosas importantes”, pero siempre en su Metaverso. Amén. 

Y Mark bendijo al Metaverso y a su tecnología. A partir de entonces, todos sus fieles tendrían la oportunidad de colaborar y maximizar la economía creativa de su Metaverso. Como Dios, que todo lo ve, canalizaría esas ideas creativas ocurridas dentro de su universo y las dotaría de realidad, con una mínima inversión del fiel-creador-colaborador. Y entonces, Mark creó Cambria, para que el avatar libremente personalizado por sus seguidores (con sus preferencias) funcionara como herramienta de reconocimiento de las emociones faciales de los humanos. El último paso de la creación celestial dominaría y clasificaría las emociones, por cada individuo, a partir de la misma expresión facial del rostro de las personas. Amén.

Y al séptimo día, Mark descansó.

Y así Mark creó el Metaverso. Desde fuera y en contra de lo humano, santificó y guio el comportamiento de sus fieles (antes humanos) hasta convertirlos en avatares sistémicos, obedientes, creyentes. Virtuales. No humanos. En la unificación universal de todo lo creado previamente a su reino divino, en una unificación virtual, simulada, los fieles asumieron su feliz papel para dotar de sensores comprados sus hogares, sus cuerpos, sus sueños, sus emociones. Y fueron fieles felices al Evangelio según Mark

Amén. 

Bienvenidos al Metaverso. La primera candidatura de autoproclamación de un nuevo dios. Con (meta) universo propio. 

No será la única.

Politólogo y periodista. Profesor de periodismo en la Universitat Autònoma de Barcelona

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