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La internacional fascista echa ancla en Brasil

El partido Vox ha ampliado su relación con los bolsonaristas, en especial con el hijo del presidente, Eduardo Bolsonaro, quien, además de firmar la Carta de Madrid, habitualmente realiza lives en sus redes sociales en las que llama la atención sobre la amenaza del “comunismo”

Fascismo en Brasil

Imagen del portal Regeneración

Bolsonaro no es un punto fuera de la curva, ni su ascenso es resultado únicamente de crisis políticas e institucionales internas, es una pieza importante del rompecabezas de la extrema derecha del mundo. Su elección está relacionada con el crecimiento del neofascismo occidental, que cobró fuerza principalmente después de la crisis de 2008. Esta crisis desencadenó cambios en la superestructura política, lo que puso de manifiesto el peligro real y actual de las formas de gobierno fascistas. La elección de Donald Trump hizo eco del descontento de la clase media estadounidense que, atraída por el discurso ‘antisistema’, vació el sentido de la política y este vacío fue llenado por el discurso moralista y principalmente proteccionista, contra los migrantes, negros, LGBTI, etcétera. La retórica trumpista echó raíces en países con tradición autoritaria, como es el caso de Brasil.

La burguesía brasileña es históricamente autoritaria y encontró en Trump, específicamente en Steve Bannon, la oportunidad de elegir a Bolsonaro. ¿Cómo entender esta atracción por el autoritarismo después de 20 años de democracia y logros sociales? Aprovechando las contradicciones venezolanas y la crisis política, institucional y económica de los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), Bolsonaro se afirma como un líder que representa y alimenta a la ultraderecha en América Latina.  La ayuda de Bannon a la elección de Bolsonaro, además de intereses políticos, también contiene intereses económicos como la construcción de casinos y la venta de armas estadounidenses en territorio brasileño. Según datos obtenidos por BBC News hubo un incremento en la compra de armas en Brasil del 97% durante el Gobierno de Bolsonaro, casi 200 mil nuevas armas fueron registradas en 2020 por la policía federal. 

No olvidemos que el autoritarismo prospera donde la tierra es fértil. Fuimos el último país del mundo en abolir la esclavitud (más de 300 años), somos uno de los países con mayor concentración de tierras y renta, el Estado brasileño gobierna y se rige por la violencia que aprisiona y mata a negros y pobres, fuimos una de las únicas dictaduras en América Latina que no castigó a los torturadores y aún pagamos pensión a sus hijos y hijas, fuera de Alemania, abrigamos durante la Segunda Guerra Mundial a la mayor célula de partidarios del nazismo. 

Ejemplos no organizados por período histórico, pero que buscan demostrar que el autoritarismo estuvo en la raíz de la construcción social brasileña y Bolsonaro representa su causa y efecto. La entrega y la dilapidación de los logros sociales están enmascarados por una cortina de moralismo basado en la familia, la religión y la tradición. El discurso neofascista utiliza la familia y la religión como dispositivos de poder para que su proyecto avance. Hay una transferencia de responsabilidad del Estado a la familia: la familia será responsable de la estructura social y no el Estado. 

Esto explica la elección de Paulo Guedes como ministro de Bolsonaro. Guedes se instaló cómodamente en Chile durante la dictadura de Pinochet, en lugar de Brasil.  Experimentado en el neoliberalismo, el ministro fue promovido durante la campaña presidencial como regulador y salvador de la economía brasileña. Lo que tuvimos fue la profundización de las desigualdades sociales, la intensa dependencia del sector primario de la economía y el debilitamiento de la ciencia, la tecnología y la educación. Detrás de la cortina de humo moral, hay un proyecto para incrementar la dependencia económica de los países latinoamericanos. 

No es casualidad que la ultraderecha del mundo, incluido el partido español Vox, esté criticando con vehemencia el Foro de São Paulo, una organización que reúne anualmente a partidos y organizaciones de izquierda desde 1990 para discutir planes para América Latina y el Congreso de Los Pueblos, movimiento político y social de la izquierda colombiana, que desde 2010 aglutina a diferentes sectores y actores sociales en busca de la justicia social. La autonomía latinoamericana aterroriza a las élites conservadoras que condenaron a las economías suramericanas a exportar materias primas e importar productos manufacturados y tecnologías. Es el papel de Latinoamérica en el modelo neoliberal.

Difaman al Foro y el Congreso a través de la prensa también corrompida por la misma élite, sugiriendo la relación de la izquierda, el PT, el Foro de São Paulo, y el Congreso con el narcotráfico. Alegan que el comunismo ha cobrado fuerza en América Latina. Quizás lo que realmente quieren decir es que el neoliberalismo moribundo ha despertado pueblos en busca de la igualdad social, que las revueltas de Chile, Colombia, Brasil, Bolivia claman por el fin del neoliberalismo y sus efectos:  antiproletarización, pérdida de vínculos sociales y la empresarialización de la vida. 

Frente a estas protestas se organiza una internacional fascista para luchar contra el regreso de políticos progresistas y apoyar a candidatos que representan agendas regresivas. El partido Vox ha ampliado su relación con los bolsonaristas, en especial con el hijo del presidente, Eduardo Bolsonaro, quien, además de firmar la Carta de Madrid, habitualmente realiza lives en sus redes sociales en las que llama la atención sobre la amenaza del “comunismo” y defiende a la llamada Iberoesfera, ese engendro que han sacado de la chistera.

Detrás del discurso moralista de la Operación Lava Jato, madre del bolsonarismo, se esconden intereses estadounidenses. La bandera de la operación era destruir la corrupción de los gobiernos del PT, sin embargo, su principal objetivo fue el de corroer la institucionalidad y la política del país por intereses de Estados Unidos en el petróleo brasileño. Sergio Moro, representante de la operación, luego del juicio político a Dilma y la condena de Lula, aceptó ser parte del Gobierno de Bolsonaro. Su relación con Estados Unidos se da a conocer todos los días. Según un artículo publicado por la revista Brasil de Fato, la organización transnacional Wikealeaks demostró a través de documentos cómo Estados Unidos capacitó a agentes judiciales brasileños, entre ellos a Sergio Moro. 

La operación Lava Jato contribuyó al debilitamiento de Petrobras, aumentando la cooptación y la dependencia brasileña al gobierno norteamericano. Paulo Guedes incluso afirmó que privatizar Petrobras ayudaría a financiar programas sociales. Contrariamente al discurso neofascista norteamericano y europeo, nacionalista, proteccionista, el autoritarismo brasileño responde a los intereses de rendición internacional y de la burguesía nacional liberal. Moro preparó el camino para Bolsonaro. Ambos tienen el mismo ADN, su relación solo se interrumpió cuando la criatura (Bolsonaro) se volvió en contra de su creador (Moro). Cuando la figura de Bolsonaro empieza a derretirse Moro se presenta como candidato para las elecciones de 2022. 

Ante las amenazas de la ultraderecha, es necesario buscar lo vibrante del mundo y crear un amplio frente global que aplaste la cabeza de la serpiente fascista que insiste en resurgir. Unir todas las fuerzas para derrotar estas amenazas en las urnas no es suficiente, es necesario reclamar concretamente una agenda económica y social diferenciada, con mayor presencia del Estado, para el acceso a la ciudadanía plena, con igualdad de derechos y voz, especialmente contra el neoliberalismo, sistema que favorece la aparición y auge del autoritarismo.

Integrante del Laboratório de Estudos e Pesquisas sobre Espaço Agrário e Campesinato, Departamento de Geografia, Programa de Pós-Graduação em Geografia,Universidade Federal de Pernambuco.

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