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“Los niños del golpe” al rescate de Honduras

El programa presidencial para asegurar ese cambio está atado a una agenda radical, sin embargo, para ganar las elecciones se hicieron alianzas con sectores de centro y centro-derecha que impondrán límites al programa de izquierda con el que se presentó la candidata.

Elecciones en Honduras

Héctor Ulloa, lider hondureño.

Los resultados electorales en Honduras deben celebrarse y estudiarse con detenimiento. Es un ejemplo de dignidad como pocos, que impregna de optimismo y arroja nuevas luces sobre los debates políticos contemporáneos.

Fueron 12 años de dominio de una elite mafiosa que convirtieron a Honduras en un Narcoestado. Honduras era, por decir lo menos, el sueño húmedo de cualquier dictadorzuelo criollo estilo Álvaro Uribe. La pesadilla parece haber terminado gracias a una participación electoral de casi el 70%, en las elecciones del 28 de noviembre. Los hondureños y hondureñas escogieron a la primera mujer presidenta en su historia, la única mujer que hoy dirige un Estado en América Latina. La gigantesca movilización electoral desactivó cualquier intento, legal o ilegal, de continuidad del régimen de terror de Juan Orlando Hernández, parece haber disuadido a los militares y ha puesto al gobierno norteamericano en la incomoda posición de tener que apoyar un gobierno abiertamente socialista en la región.

Con estas elecciones se cierra el doloroso periodo inaugurado en 2009 por el golpe militar en contra de Manuel Zelaya. Con el golpe en Honduras se desató la estrategia de desestabilización que impactaría al continente entero y detendría los proyectos alternativos de gobierno y de integración regionales. El triunfo de Xiomara Castro sella la hemorragia democrática de Honduras con la profundización de la democracia. 

Para entender mejor este proceso político, que es sin duda la gran sorpresa del 2021, me puse una cita con Héctor Ulloa. Héctor es catracho, se acaba de graduar de una maestría en administración pública de la Universidad de Bergen y es el presidente del fondo de asistencia internacional de los estudiantes y académicos noruegos (SAIH). Llegó a Bergen en 2018 bajo un programa de protección de dirigentes estudiantiles de la cancillería noruega. Héctor fue una de las figuras centrales en las movilizaciones estudiantiles de 2016 y 2017, las primeras en retomar las calles tras el golpe. Contribuyó a la fundación del Movimiento Estudiantil Universitario MEU y fue su vocero, un movimiento determinante en la consolidación del partido LIBRE, ahora partido de gobierno.

Los niños del golpe 

La cita es en Kulturhuset, el frio y la oscuridad ya lo envuelven todo y Oslo ha recobrado su atmosfera invernal, levemente hostil y bohemia. En pocos minutos llegan dos cervezas a la mesa, se enciende la grabadora y mi entusiasmo por lo sucedido en Honduras da inicio a la conversación.

Héctor me explica que una de las grandes inequidades en Honduras es la que existe entre el campo y la ciudad. Todas las decisiones importantes se toman en la capital y la pobreza y exclusión son más fuertes en lo rural. Tiene 25 años y hace parte de la primera generación de urbanos, sus dos padres vienen del campo. Se define a sí mismo como un privilegiado, no sólo por haber nacido en la capital, Tegucigalpa, sino porque sus padres, ambos maestros, se esforzaron por darle la mejor educación posible. Héctor estudió en colegios privados junto a los hijos de los principales políticos y empresarios del país. “Yo crecí en una burbuja, estudiando en inglés, a pesar de que no teníamos mucho dinero fui un privilegiado”.

En Honduras, si quieres estudiar derecho debes hacerlo en la facultad de derecho de la Universidad Nacional Autónoma, la universidad pública. Fue allí donde Héctor rompió su burbuja y se vio expuesto a la realidad del país. Comprobó que muchos de sus compañeros de clase tenían que escoger entre pagar por su transporte e ir a clase, o comer. La Federación de Estudiantes Universitarios FEUH había sido disuelta por la reforma universitaria del 2002 y en Honduras no existía una organización nacional de estudiantes que los defendiera y organizara. La facultad de derecho, uno de los tradicionales epicentros del poder político, estaba totalmente tomada por la derecha. Parapetado sobre la tradición de rebeldía familiar e impactado ante la terrible realidad que vivían sus colegas estudiantes, Héctor decidió fundar el Movimiento Progresista Universitario para disputarle las elecciones de facultad a la élite tradicional. En 2016 fue elegido como representante de los estudiantes en la facultad universitaria más importante de su país, con el apoyo de los más jóvenes, en un momento en que los vientos de la política lo arrojarían al centro de la lucha por el poder.

La historia de Héctor es apenas un ejemplo en la historia de toda una generación de hondureños que han cambiado al país. Nadie se esperaba que el triunfo de Xiomara viniera con tal nivel de participación electoral y mucho menos que una campaña socialista obtuviera una victoria tan abultada. Es esto lo que ha resultado determinante para desestimular cualquier intento de fraude o ruptura del orden institucional. Era necesario ganar por goleada o no se podría neutralizar a la embajada gringa, los militares, los mafiosos y la iglesia. Fueron los llamados “niños del golpe” quienes aseguraron esa mayoría. Los jóvenes que tenían entre 10 y 15 años en el 2009, que hoy están entre los 22 y 28, inclinaron la balanza. Apoyan un cambio de fondo en las relaciones sociales, políticas y económicas en Honduras. Son los guardianes de la agenda progresista y Xiomara conquistó sus votos.

Héctor hace una pausa para ir al baño. Mi cerebro hace el paralelo con Colombia, donde empezó mi vida, y me pregunto si el reciente paro nacional podría ser ese hecho politizador definitivo, como lo fue el golpe en Honduras, para que la mayoría vote por el cambio en el 2022. Pido otra cerveza desde mi móvil y aprovecho los minutos que sobran para revisar mis notas.

Un partido para todos

Tras el golpe, el movimiento social quedó desarticulado y en retirada. Siempre permanecieron las organizaciones campesinas y de los pueblos originarios, pero esto no bastaba, me explica Héctor. La solución fue agruparse en el Frente Nacional de Resistencia Popular, FNRP. Fue desde allí donde empezó a destacar la figura de Xiomara Castro, quien siendo esposa del depuesto presidente Zelaya había ganado popularidad por su desempeño como primera dama. El FNRP aglutinó y coordinó la resistencia popular y Xiomara se abrió camino en las movilizaciones, en las calles. Fue así como inició su carrera política. Nunca salió del país.

Es el FNRP quien, no sin los naturales disensos y escisiones, decide fundar el partido LIBRE, Libertad y Refundación. Su brazo político, algo similar al Frente Social y Político en Colombia fundado luego del paro nacional de 1999. Es decir, LIBRE es el partido que recoge la mayoría del legado de las fuerzas y organizaciones sociales que se opusieron al golpe y Xiomara Castro es su más importante dirigente. Fue candidata presidencial en el 2013, cuando ocupo el segundo lugar en las presidenciales con el 28% de los votos, en una elección trucada. En el 2017 cedió su candidatura a Salvador Nasralla y se presentó como su vicepresidenta, ahora en el 2021 es Nasralla quien acaba de ser elegido como vicepresidente o primer designado presidencial, como se llama a ese cargo en Honduras. El partido LIBRE y su candidata han dado muestras claras de querer aportar a un proyecto de unidad, aun con sectores de las élites tradicionales. También se ven señales claras de que el culto a la personalidad no será un problema para la izquierda hondureña.

Un think tank y las nuevas generaciones 

Para cuando Héctor asumió como representante estudiantil se presentó una reforma universitaria que obligó a la coordinación de los diferentes grupos del país. Se fundó el Movimiento Estudiantil Universitario (MEU). Héctor fue escogido como uno de sus voceros. La lucha contra esa reforma universitaria del 2016 y el proceso de construcción del MEU fueron la escuela de organización y movilización para los “niños del golpe” que ahora eran estudiantes universitarios. Fueron también los estudiantes del MEU los actores principales en la organización de la movilización contra el fraude electoral del 2017, afirma Héctor. Fueron ellos quienes organizaron la gente en sus barrios. De allí la represión que les ha costado vidas, prisioneros políticos que aun no han sido liberados y exiliados como Héctor.

Muchos de los profesionales que hoy integran el Laboratorio de Gobierno, Innovación y Políticas Públicas son jóvenes que pasaron por la experiencia del MEU. Este laboratorio, según me explica Héctor, tiene la labor de convertir las promesas políticas en propuestas de políticas públicas, y de explicar y difundir esas políticas en la sociedad hondureña. Es una herramienta que apela directamente a la clase media para romper la idea de que la izquierda sólo tiene propuestas irrealizables que están condenados al fracaso. Con este instituto se da cierta garantía de contar con una agenda política real y se asegura una comunicación clara, pedagógica y profesional con los ciudadanos. Al mismo tiempo los jóvenes profesionales encuentran allí un espacio para desarrollar sus iniciativas.

El rol de las nuevas generaciones no se detiene allí. Una buena parte de los mandatarios locales y parlamentarios que acaban de ser elegidos, así como de los asesores de Xiomara, vienen de la experiencia del MEU, aclara Héctor. Son parte de los niños del golpe.

Nadie contaba con JOH

El golpe militar del 2009 fue apoyado por las élites tradicionales del bipartidismo y por los EE.UU., pero fue una apuesta que se les salió de las manos. No contaban con la aparición en escena de Juan Orlando Hernández (JOH). El vacío dejado tras la desaparición de la oposición en el parlamento fue ocupado por JOH y la nueva generación de dirigentes que él representa.

JOH es un nuevorico que viene de la periferia. Es hijo ilegitimo de un gamonal político del departamento más pobre de Honduras. Su fortuna está atada a los tratos con el narcotráfico y la corrupción. Esa es la generación de líderes políticos y empresarios de derecha que representa JOH, me explica Héctor. La parte corrupta de la élite que pretende superar un cierto complejo de inferioridad provinciano, vengándose de la centralidad del poder, aliándose con el narcotráfico para acaparar el poder político y económico a toda costa, llevándose por delante las instituciones democráticas y los derechos más elementales de las mayorías, cada vez más empobrecidas.

JOH se les coló a las élites tradicionales por el boquete abierto tras el golpe de Estado, asegura Héctor. Logró acaparar el poder del Estado casi en su totalidad. Yo le pregunto por los militares y que papel juegan en todo esto. La respuesta es certera, “los militares siempre se acomodan, ahí lo más importante es lo que digan los gringos. Este es el típico caso Noriega, JOH es un Noriega, alguien que concentró tanto poder que se les salió de las manos hasta a los gringos”.

El poder de JOH es tan impresionante que los jefes mafiosos más poderosos de Honduras decidieron entregarse a la DEA para salvar sus vidas. Fueron los testimonios de estos mafiosos, refugiados en las cárceles gringas, los que hicieron que un juez de Nueva York pudiera condenar al hermano JOH a cadena perpetua por narcotráfico, en un proceso que también involucra al hoy presidente de Honduras y que amenaza con ponerlo en prisión una vez pierda su fuero presidencial.

Sólo el pueblo salva al pueblo

“Solo el pueblo salva al pueblo” fue la frase con la que Xiomara Castro agradeció a la ciudadanía por su abrumadora muestra de voluntad de cambio. El programa presidencial para asegurar ese cambio está atado a una agenda radical, sin embargo, para ganar las elecciones se hicieron alianzas con sectores de centro y centro-derecha que impondrán límites al programa de izquierda con el que se presentó la candidata.

Xiomara se define como socialista, feminista e incluyente. Las propuestas centrales de su gobierno son el llamado a una Asamblea Constituyente con una comisión internacional contra la corrupción y el crimen, apoyada por la ONU al estilo de la CICIG de Guatemala, la implementación de una democracia directa mediante consultas populares, el desmonte de las Zonas Especiales de Desarrollo Económico (ZEDEs), entre otras medidas. La lucha contra el narcotráfico y la corrupción y el desmonte de la violencia paramilitar ocupan también los primeros renglones de la agenda.

“La lucha contra el narcotráfico y la corrupción es un acuerdo de todos los sectores, otros temas como la despenalización del aborto serán más difíciles de aprobar en el nuevo Congreso Nacional”, aclara Héctor. Lo mismo ocurre con la constituyente, le respondo yo. Apenas una hora antes de nuestra cita yo había visto la declaración de «Mel» sobre el tema. «Pero es diferente, porque con la constituyente es cuestión de generar las condiciones», remató Héctor. Y esas condiciones las generará Xiomara y el gobierno de LIBRE, con herramientas como la comisión internacional e independiente, apoyada por la ONU, que se encargará de esclarecer la verdad y de llevar a los culpables de la violencia, la corrupción y el narcotráfico ante la justicia. “Esa comisión sí se hará realidad, porque es parte central del acuerdo con el sector de la élite que representa el vicepresidente Nasralla”, afirma Héctor. Finalmente, la promesa de ejercer una democracia directa y participativa, basada en consultas populares, y el desmonte de las ZEDEs parece no tener inconvenientes. Sin embargo, la alianza de gobierno dependerá del partido liberal para alcanzar las mayorías en el parlamento, lo que deja a Xiomara frente a la necesidad de negociaciones políticas permanentes.

El triunfo de Xiomara representa la decisión del pueblo hondureño de rescatar a su país de las garras de la corrupción y el narcotráfico, un propósito colectivo que une diversos sectores de la sociedad. Es una alianza de los sectores decentes y honestos de la élite que no tienen reparos en aliarse con la izquierda para restablecer la dignidad de su patria. El voto de castigo atendió ese llamado. Es un ejemplo a seguir. Solo una amplia alianza de la sociedad, con entusiasmo, puede desalojar del Estado a los elementos corruptos y sembrar las semillas del cambio.

Desde el exilio Héctor observa con cierto escepticismo. Ha seguido de cerca la política de su país, pero la distancia cubre todo de “surrealismo”, como él mismo lo dice. Insiste en la importancia y la volatilidad del apoyo de los EE.UU. y desconfía de que JOH y los militares vayan a entregar el gobierno pacíficamente.  Sin embargo, todo apunta a que será una transición sin contratiempos. “Los equipos de trabajo se han constituido, están en comunicación con los funcionarios de los ministerios y el alto gobierno está entregando todos los accesos y reportes necesarios. Eso añade más surrealismo a todo, son mis amigos, mis compañeros y conocidos los que hoy se preparan para asumir la conducción del Estado”, comenta Héctor y moja sus palabras con el último trago de cerveza. Mientras empezamos a prepararnos para salir a los -10 grados Celsius que congelan el aliento, me cuenta que le gustaría viajar pronto a Honduras y ojalá estar en la posesión de Xiomara el 27 de enero. Sólo viéndolo con sus propios ojos podrá dejar de creer que está viviendo un sueño.

Desde la popa del Titanic. Historiador colombiano residente en Noruega.

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