La élite bogotana no sale de su asombro. No se había recuperado de la muerte de la menor Yuliana Samboní; víctima de feminicidio y violación por parte del infantofílico Rafael Uribe Noguera, cuando un nuevo escándalo estalló en el “exclusivo” Colegio Marymount de Bogotá. Uribe Noguera, un niño bien, de familia prestante, perteneciente al club de los escogidos. Un hecho supuestamente aislado, que afectó a “todos”, porque involucraba a una familia de las elites capitalinas, educado en los mejores colegios y universidades, amigos de todos, miembros de los más excluyentes clubes sociales. La escritora colombiana Laura Restrepo recrea en su novela Los divinos el sórdido y caprichoso mundillo de la élite bogotana y cómo se llega a la ejecución de un crimen espantoso. Otro tanto hace Santiago Gamboa en su reciente libro negrocriminal: Colombian Psycho.
La moral de la élite capitalina está, como el país que ha dirigido, en crisis. La moral que predica es de doble rasero. Sus valores son superfluos. La exclusión, el elitismo y el gangsterismo parecieran estar en las escuelas y colegios en los que se forman sus hijas e hijos.
Las élites colombianas son las que más han criticado el proceso de paz y la reincorporación de los ex combatientes del conflicto armado. Las élites colombianas son las que más critican la labor del gremio de educadores (Fecode), y acusan a los maestros de las escuelas y colegios públicos de ser los culpables de los choques sociales que discurren en la nación. Consideran que las “clases subalternas” no tienen derecho a reclamar. Oponen la educación privada a la pública.
El tema de Yuliana Samboní destapó muchos problemas en el interior de la sociedad colombiana: la educación, la pobreza, la diferencia de clases, la mentira, la trampa, la corrupción, la pedofilia, las drogas y un largo etcétera. No hay duda de que los padres de Rafael Uribe Noguera son parte de las élites capitalinas; que el asesino de la niña indígena fue beneficiado por los contactos de su familia. Contactos que le permitieron obtener un título universitario y usufructuar privilegios que no estaban a la altura de su pobre desempeño intelectual. Ese niño “de bien”, nunca fue corregido, ni educado debidamente; por el contrario, fue víctima de la doble moral de su entorno, donde es más importante la fachada.
Pero vamos al Marymount, un colegio privado, de prestigio histórico, tanto en Colombia como internacionalmente. Los Marymount College, son planteles católicos fundados por las religiosas del Sagrado Corazón de María en Francia en el año de 1849. Y desde entonces tienen filiales en Estados Unidos, Italia, México, Canadá, Colombia y Reino Unido. Son una multinacional que vende prestigio en colegios y universidades. En Colombia tiene representación en Bogotá, Cali, Medellín y Barranquilla. Es una institución que en el papel resguarda los valores católicos de la educación, el conservadurismo y por supuesto la pertenencia a una élite. No es un colegio progresista, no es liberal y mucho menos universal.
En pleno siglo XXI esta clase de instituciones promueve la separación de clases, la segregación de géneros, la educación conservadora, el fundamentalismo religioso y la apelación al pasado. Es un colegio de tradición inmerso en la ortodoxia, pero con una fachada de modernidad. Para quienes dirigen el plantel es más importante el bilingüismo que las ideas de avanzada, la colombianidad no está en su agenda.
El Marymount se caracteriza por promover valores ajenos a Colombia. Celebran Thanksgiving, St. Patrick’s Day, promueven una Navidad cubierta de nieve, entonan cancioncillas en inglés y observan a Papá Noel y Mamá Noel en un trineo nórdico halado por renos. La fauna colombiana ni cuenta. Encanto, el filme de animación, no es lo suyo. Las estudiantes añoran un novio rubio de ojos azules o verdes. La navidad colombiana con sus villancicos les resulta barriobajera. Las presentaciones en el colegio están basadas en los musicales de Broadway. La música colombiana no cuenta. Viven en un mini universo en el que la realidad colombiana, incluida la comida, no existe. Ni hablar de su comportamiento: son absolutamente prepotentes. La única cualidad que exhiben es su habilidad para hablar en inglés.
Las élites colombianas necesitan una reeducación. Los problemas de convivencia en la sociedad colombiana se derivan de su cima, no de su base. La pirámide en Colombia está invertida y eso hace que toda la sociedad se afecte. Estamos hablando de las próximas generaciones de colombianos, ¿que clase de país tendremos?
Hace pocos días los medios difundieron a los cuatro vientos un memorial de agravios contra un profesor de educación física del colegio Marymount que llevaba años abusando de las estudiantes, sin que las directivas del plantel hayan tomado cartas en un asunto gravísimo: ultrajes sexuales contra menores de edad. Para las directivas fue más importante la reputación del colegio, que los abusos cometidos contra las menores.
Estamos acostumbrados a oír esta clase de noticias sin que nos afecte porque se presentan en colegios distritales y públicos, pero esta vez los medios reaccionaron porque se trata de un colegio privado y “prestigioso”. No vamos a entrar en un análisis sociológico de la pedofilia y el abuso infantil, porque no tendríamos paginas para escribir sobre eso. Pero el profesor de educación física a simple vista, podría padecer de diferentes tipos de parafilias. Este monstruo abusador vivía en un paraíso. La justicia colombiana tendrá muchas dificultades para acceder a la mente maestra de un degenerado que pudo saciarse y complacerse durante muchos años, sin que nadie lo detectara o llamara las cosas por su nombre. Lo que impresiona acá es como una entidad tan prestigiosa como el Marymount, que tiene a su cargo la educación exclusiva de “niñas”, no haya tomado en cuenta las denuncias y quejas de algunas alumnas.
Si las alumnas no tuvieron las herramientas para enfrentar los abusos, fue porque la educación que les suministraban no era buena. La base religiosa del colegio, dicen las mismas alumnas y ex alumnas denunciantes, impedía hablar de “temas tabúes” como el sexo y las agresiones sexuales. Temas que deberían ser una prioridad en la educación de las alumnas. Formar mujeres empoderadas y fuertes, para una sociedad más justa no debería ser tabú, sino una obligación de todos los colegios públicos y privados.
Parece que muchos padres quisieron tapar el problema para proteger no sólo al colegio, sino evitar supuestamente revictimizar a sus hijas. Lo único que lograron con esto es que el sindicado siguiera haciendo de las suyas y acumulado más víctimas.
Colombia debe y tiene que replantear la educación en el país. La segregación de géneros tanto en colegios públicos como privados no es saludable, la tradición educativa en Colombia está en contradicción con los tiempos actuales. Está probado que una buena formación ocurre en colegios liberales y de educación mixta, en donde las niñas y niños puedan socializar en una atmósfera de respeto e igualdad. El Colegio Marymount es un ejemplo de la decadencia en la educación colombiana. Una educación costosa, conservadora y bilingüe no garantiza jóvenes sanos, productivos que se identifiquen con su país.
Diego Santos, columnista del periódico El Tiempo, redactó el 26 de febrero un tuit: “El cinismo y la arrogancia con la que las rectora y directivas del Marymount han manejado este asunto, se asemeja al mismo comportamiento que la Iglesia tuvo con los casos de pederastia de miles de niños”.
Los medios colombianos hablan del “Monstruo del Marymount”. El profesor Zambrano, que luego de las denuncias fue capturado e indagado por las autoridades judiciales. Fue dejado en libertad por un juez de garantías, a pesar de que la fiscalía había pedido medida de aseguramiento. Privilegios de un profesor de colegio VIP. En libertad podrá desarrollar una mejor estrategia de defensa, que seguramente estará basada en limpiar el nombre del colegio para el que trabajaba. Pero ya es muy tarde, el prestigio de dicha institución, está manchado.
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