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Comportarse como adultos

Hay que hacer muchos esfuerzos para que el Gobierno de Gustavo Petro consiga sus objetivos de cambio y redención social. La tarea estaría bien hecha si en cuatro años la sucesora o el sucesor de Petro en la silla presidencial sea de su misma membresía política.

Ilustración de Cami Marín

Ilustración de Cami Marín

El auto se abre paso entre la multitud. El chofer conduce con cuidado. No estaría bien atropellar a uno de los jóvenes que vitorean a los dos hombres que ocupan el asiento trasero. Son las cabezas del nuevo gobierno. No llevan corbatas. Prometieron en campaña una cosa, pero se encontraron con una oscura realidad. El país está en bancarrota. La deuda es superlativa. Los acreedores presionan. El ministro de Finanzas observa a la gente por el cristal blindado. Tuerce la vista hacia el Primer Ministro y le dice: “Ellos son nuestra fuerza, se pueden volver contra nosotros, sólo si los decepcionamos o los traicionamos.” 

La escena corresponde a la película Comportarse como adultos dirigida por el laureado Costa-Gavras. Los dos hombres que ocupan el asiento trasero son Alexis Tsipras y Yanis Varoufakis, interpretados por actores profesionales. Es el año 2015. Grecia está al borde de la quiebra. En un referéndum el pueblo votó mayoritariamente contra el brutal rescate impuesto por la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional). Tsipras, contrariando el mandato popular, acepta las condiciones de la troika para sobrevivir políticamente. Varoufakis renuncia. El pueblo griego paga las consecuencias. En 2019 Syriza, el partido de Tsipras, pierde las elecciones y pasa a la oposición. 

Gustavo Petro y Francia Márquez, el tándem progresista que lidera a Colombia desde el pasado 7 de agosto, deben demostrar a contrarreloj —cuatro años— que la izquierda lo puede hacer mejor que sus predecesores. Es un trabajo difícil, pero se puede hacer. El porvenir del país y de las fuerzas progresistas depende de lo que haga este gobierno. El adverso panorama económico mundial, la violencia endémica, la profunda corrupción y sus extensas ramificaciones, amén de las matrices mediáticas, actúan en su contra. La izquierda colombiana tiene buena musculatura porque lleva un siglo remando contra la adversidad. A esa musculatura hay que ponerle cabeza. Comportarse como adultos. No como niños malcriados. Veamos:

1. Simbolismo y realidad 

Los actos simbólicos nos enternecen. Imposible evitar el llanto. Nos humanizan. Empero, nada más emocionante que la realidad. En la sala de cine un filme nos conmueve, pero al volver a la calle sentimos la bofetada del mundo real. Un gobierno, una izquierda, un partido, un colectivo que sólo vive de los símbolos no se le puede tomar en serio. Hay que hacerlos, pero sin glorificarlos. La realidad se truca mediante otras formas. A un buen estudiante hay darle una medalla, pero también una beca. Los 50 Diálogos Regionales Vinculantes iniciados por el Gobierno de Petro en la población de Turbaco, si llegan a buen puerto, son un buen camino para transformar la realidad. La permanencia que hicimos en Turbaco, fue de las más agradables y de las más útiles, escribiría Humboldt en sus diarios. Diálogos útiles que transformen la penosa realidad, pensaría el sabio.     

2. ¿Dentro o fuera del gobierno? 

Cientos de cuadros y líderes sociales llevan años agarrados a un clavo caliente o comiéndose un cable. Sufriendo y aguantando hambre. Parecería razonable que el Gobierno de Petro —por el que llevan años dando la pelea— les atenúe sus penurias por vía gubernamental. Nombrarlos en cargos afines a sus luchas. Institucionalizar la lucha. Si todos los líderes y lideresas sociales se convierten en funcionarios ¿quién queda piloteando a los movimientos sociales? El cimiento de un gobierno progresista está en la organización social. Sin este cimiento la estructura se debilita o se desploma. La derrota de Syriza en Grecia, el debilitamiento de Podemos en España o la pesadilla del FMLN en El Salvador, se explican, amén de otros asuntos, por el vaciamiento de los movimientos sociales y barriales. Si todos y todas están en el gobierno ¿quién hace la política?   

3. ¿Economía para los menos o para los más?

Petro y Márquez deben gobernar para todo el país, pero sin olvidar a la mayoría social que los llevó al Palacio de Nariño. Meter dinero en los bolsillos de millones de necesitados como lo están haciendo en Inglaterra, España, Alemania, Estados Unidos o Francia, como lo explica este enlace. La confluencia de factores como la guerra en Ucrania, las intermitencias en el comercio y la cadena logística, la deriva de la pandemia, la sequía y la inflación obligan a los gobiernos a velar por la suerte de la clase trabajadora.  En Colombia sólo han hablado los empresarios, pero nunca sus trabajadores. El bono de 500 mil pesos para los adultos mayores propuesto por Petro y otras de similar rango son medidas oportunas. El gobierno debe escuchar a los poderosos, pero no dejarse amedrentar por sus comentarios. No hay que avergonzarse por realizar políticas para la mayoría social del país. La justicia social es un concepto que debe tener sentido en el actual gobierno. 

4. Pacific-ando  ¿Es intencional ese subtítulo cortado? 

Sería bueno preguntarle al ELN contra quién está alzado en armas. La respuesta ayudaría mucho a esclarecer las negociaciones. Negociaciones políticas por supuesto. Las organizaciones basadas en el lucro —narcotráfico principalmente— son harina de otro costal. El tráfico de drogas es una actividad económica de naturaleza capitalista que se desarrolla independientemente de quien esté gobernado. A los narcos les tiene sin cuidado que el gobernante sea un fascista, un socialdemócrata o un bolchevique. López Obrador, por ejemplo, no ha podido con ellos. Hay lugares de México en que un narco manda más que un gobernador o un alcalde. En Colombia, como en México, el narcotráfico es una alquimia entre el mundo político, económico y raizal. Lo mejor es que el actual gobierno, con asistencia económica internacional, mejore las ganancias de los cocaleros adquiriendo la producción de sus alimentos por encima del precio real. Disuadir o neutralizar la siembra. El ejército, con su poder de fuego disuasivo, puede acompañar a los campesinos que hacen el tránsito a la producción legal. Proteger a la ciudadanía. ¿No es ésta la función constitucional de las fuerzas armadas? 

5. ¿Garrote o zanahoria?

La seguridad es un asunto que le trae dolores de cabeza a la izquierda cuando llega a gobernar. Cuando buena parte de tu vida, Comején, te las has pasado echando piedras y recibiendo bolillazos en las costillas es lógico que padezcas de tombofobia. Has sido un opositor sin tacha. Has ido hasta en muletas a protestar. Los gases lacrimógenos te han hecho cagar. Resulta que ahora eres gobierno. Posees la tecla del “aparato represor”, como diría aquel viejo marxista. ¿Qué haces ahora? ¿Dotar a la policía de pistolas de paintball? El problema no es si los policías van o no armados. El problema es cómo van armados sus cerebros. El cambio de mentalidad del aparato policial lleva tiempo. Es un trabajo que involucra a los gobiernos civiles, mandos policiales y representantes sociales. El pasado 4 de septiembre el director de la Policía Nacional, con el acompañamiento de Naciones Unidas, se reunió con representantes de las “primeras líneas”. Es buen comienzo para minimizar los daños ocasionados en las manifestaciones, neutralizar a los provocadores, favorecer el diálogo y garantizar la protesta. La cultura democrática es una de las asignaturas pendientes que tiene Colombia.    

6. ¿Izquierda bolchevique, pragmática o espantajopos?

Lidiar con tus amigos y amigas de la izquierda, Comején, es un acto de fe. Los más viejos, jacobinos y recalcitrantes esperan del Gobierno de Petro un decreto igual o mejor del que firmó Lenin luego de la toma del Palacio de Invierno. Los más perezosos, burócratas y agonizantes esperan, por pragmatismo, un nombramiento para ellos o sus hijos en alguna instancia oficial por los servicios prestados a la causa. Los más enérgicos por edad, porque van al gym o se alimentan bien, asumen literalmente el lema de que la “revolución es una fiesta”, y se toman la licencia de vivir borrachos, espantojopeando o exhibiendo atuendos y peinados como si fueran a la entrega de los premios Grammy. El gobierno pilotado por Petro necesita de una tripulación dinámica, sentido común y audacia. La lucha por la supremacía identitaria —como ocurrió en el reciente plebiscito de Chile— y el academicismo per se confunden a la mayoría social del país y fertiliza la retórica embustera de la extrema derecha. 

7. Vamos a portarnos mal (Calle 13)

“Si van mal hay que hacer sacrificios, y si van bien hay que hacer esfuerzos”, dice una mujer sindicalista en el filme Recursos Humanos de Laurent Cantet. Fueron muchos los sacrificios que hizo la izquierda colombiana para llegar por primera vez al gobierno. Hay que hacer muchos esfuerzos para que el Gobierno de Gustavo Petro consiga sus objetivos de cambio y redención social. La tarea estaría bien hecha si en cuatro años la sucesora o el sucesor de Petro en la silla presidencial sea de su misma membresía política. La extrema derecha, el viejo establecimiento, sigue al acecho esperando nuestros yerros y alimentando luchas intestinas y egos en el seno de la coalición de Gobierno y Congreso. Procuran desestabilizar al gobierno mediante titulares amarillistas y supercherías. Alentando el sabotaje. La base del gobierno debe estar siempre en el pueblo. Abajo. No en las alturas. Al pueblo no se le puede decepcionar o traicionar. Vale más el multitudinario y emotivo recibimiento de la colombianidad a Petro en New York que las envidias y las estupideces expresadas por Pacho Santos y Andrés Pastrana contra su discurso en Naciones Unidas. Vale más el amor de un pueblo que el odio de dos oligarcas.  

Por enésima vez: este gobierno debe tener un medio digital moderno, masivo, ágil, competente y gratuito. 

Escritor y analista político. Blog: En el puente: a las seis es la cita.

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