Se cumplieron los primeros cien días del gobierno que lidera Gustavo Petro. Los balances van y vienen. Algunos sesgados, unos objetivos y otros interesados. De parte y parte. Las exageradas expectativas, las urgencias y emergencias (hambre, desempleo, desastres) que no dan espera, los intereses explícitos y oscuros y las aspiraciones burocráticas o político-ideológicas ayudan a sesgar el análisis, a mermar la objetividad o a sobredimensionar los aciertos o los errores.
En muchos balances se afirma que la política no ha cambiado, que las componendas siguen allí y que los logros legislativos obtenidos (reforma tributaria, ley de paz total, acuerdo de Escazú y otras) están manchados de politiquería. Lo que no se dice es que la correlación de fuerzas obligaba a “gobernar con otros”, y que, aunque en la “forma” parezca lo mismo, Petro no ha renunciado ni transado lo esencial de su política, aunque ha tenido que aplazar reformas importantes.
Se cuestiona la llamada descoordinación que se manifiesta en mensajes contradictorios entre algunos ministros y el presidente. Tales hechos no se pueden negar, pero es evidente que los medios de comunicación y la oposición oligárquica exageran sus alcances para generar incertidumbre y pánico económico. Se intenta desconocer que existe una amplia composición política y tecnocrática dentro del gobierno que poco a poco mejora, se coordina y actúa mejor. Pero, si la única voz fuera la del presidente Petro, de inmediato se lo tacharía de dictador (“el que dicta todo”).
Se insiste también en que se nota un sesgo “anti-empresarial” en el gobierno. Es claro que la reforma tributaria tensó las relaciones con el sector más burocrático de la oligarquía financiera, que vive de administrar las inversiones petroleras, los fondos privados de pensiones, las EPS, los bancos y demás sectores de la economía especulativa y parasitaria. Sin embargo, amplios sectores empresariales apoyan al gobierno en su tarea de restablecer las relaciones con Venezuela y en la defensa de la producción nacional. Hay una fractura en la cúpula empresarial.
En el tema de la “paz total” es donde el balance es más difícil. Se va a continuar con el proceso de paz anterior (“de Santos”) y se busca la participación activa de las comunidades de los territorios afectados. Y claro, los contactos con los grupos armados ilegales son relativamente secretos, se vive un tire y afloje, y no será un asunto de fácil solución. Lo que se observa es que mientras avanza ese proceso, dichos grupos se fortalecen mientras las economías ilegales les dan aire y “fuego”.
El tema más cuestionado es la posición de Petro frente a la economía dependiente de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas). El anuncio de que se mantendrán los contratos de explotación y exploración existentes pero que no se firmarán nuevos, es el mayor motivo de confrontación y disputa. No obstante, Petro tiene que ser coherente para impulsar un movimiento a nivel global en esa materia, algo muy similar a la lucha contra las drogas, y tendrá que buscar un equilibrio entre lo que se logra en el frente externo y lo que se requiere en el interno.
Petro en cien días tiene importantes logros concretos. Tiene que lidiar con una realidad contradictoria y compleja mientras construye y estimula una dinámica democrática internacional para enfrentar la crisis del capitalismo (crisis económica, ambiental, energética, alimentaria, moral, etc.). Debe resolver problemas locales y regionales que tienen que ver con nuestro pasado colonial y “semi-feudal”. Y para hacerlo se apoya en “lo que existe” sin renunciar a lo que llama “búsqueda” (“construcción del faro”) para lo cual desarrolla variados papeles y líneas de acción.
Los papeles y líneas de acción para el momento
Gustavo Petro está aprendiendo a ser –a la vez y sobre la marcha– jefe de Estado, cabeza de Gobierno, dirigente de un movimiento político (Colombia Humana), activista de una corriente de pensamiento global (“cuidador de la vida”), orientador de una coalición de gobierno, y claro, a combinarlas con sus papeles cotidianos (pareja, padre, compañero, amigo, etc.).
No es una tarea fácil. Sus enemigos y detractores quieren encuadrarlo, limitarlo”, desnaturalizarlo, petrificarlo y confundir a la gente. La verdad, hay que saber hacerlo. No existe un manual o receta a seguir y, de seguro, todos los días aprende. Y cada vez lo hace mejor. Veamos:
Al ser jefe de Estado no puede entrometerse en asuntos de otros Estados y naciones. No obstante, lo hace con sutileza, como en el caso de sugerir al presidente Maduro que regrese al Sistema Interamericano de DD.HH. En el tema del Imperio USA, que es un Estado y una nación, debe ser hábil, táctico, respetuoso e inteligente. Por ello, “desideologizó” las relaciones internacionales de Colombia para impulsar la integración latinoamericana y actuar con flexibilidad en ese frente.
Al actuar como cabeza de Gobierno debe tener presente los intereses de todos los colombianos, lo cual no es fácil porque vivimos en una sociedad dividida en clases y sectores sociales. Pero, tampoco puede olvidar que fue elegido por una mayoría que apoyó su programa político. A la vez debe conquistar nuevos sectores y mucho más apoyo entre quienes no votaron por él. Y, en medio de todo, tener en cuenta que sus enemigos y contradictores intentan confundir, crear conflictos y, generar incertidumbre y pesimismo.
Al ser dirigente de Colombia Humana debe hacer entender a su gente que la realidad de las luchas políticas y sociales llevaron a concertar varios niveles de gobernabilidad (Pacto Histórico, coalición de gobierno, alianza interclasista), y que debe gobernar para todos y todas. En ese terreno le aparecen incomprensiones y problemas, hay gente que no sabe medir sus propias fuerzas y menos las de los aliados o las de los enemigos y contradictores, y se generan muchos ruidos. Empero, todos están aprendiendo y van por buen camino, en términos generales.
Al ser activista de una corriente de pensamiento global, sabe que tiene que generar pensamiento, desarrollar ideas e impulsar acciones, y en ese terreno es donde se siente a sus anchas. Para eso se ha preparado toda la vida. En este espacio puede combinar todas sus responsabilidades y desplegar sus capacidades políticas y de pensador estratégico. No obstante, sus enemigos y detractores tratan de confundir a la gente identificando las propuestas que son para toda la humanidad con decisiones particulares para el pueblo colombiano, y por ello, tiene que estar aclarando o, a veces, corrigiendo sobre la marcha. No obstante, avanza en forma continua.
Como orientador de la coalición de gobierno, siendo él uno de los principales, debe ser flexible y comprensivo, darle protagonismo a ministros y funcionarios, a congresistas y a muchas personas, lo cual es positivo porque se van destacando dirigentes que pueden ser los continuadores de su proceso y gobierno. Este es otro de los aspectos que genera ruido y, a veces, fuego amigo, pero –indudablemente– Petro ha avanzado en ese terreno. Ha superado ciertas actitudes de tipo caudillista y mesiánico que antes lo limitaban en su actuar y desempeño.
Petro aprende, avanza, enseña y se la juega a diario. Otros presidentes latinoamericanos (Chávez, Correa, Evo, etc.) nunca aprendieron a diferenciar esos papeles y funciones, y seguramente, ello se explica porque no tuvieron las experiencias de las cuales aprender y la voluntad para hacerlo. Petro con todo su bagaje de dirigente popular, parlamentario, alcalde de Bogotá y demás, abre caminos y explora nuevas posibilidades.
Rompiendo esquemas
Gustavo Petro –sin querer– se está convirtiendo en un personaje (o una idea) que rompe con todos los esquemas. Por ello, incomoda a casi todos los que tienen ideas fijas y viven atados al pasado o proyectados a un futuro idealizado.
Incomoda a la izquierda tradicional que nunca desarrolló a Marx y considera como una herejía las nuevas lecturas de Marx, sobre todo las que tienen que ver con la naturaleza. Incomoda a los progresismos porque creían que con ser sólo socialdemócratas podrían reformar el capitalismo y hacerlo más humano.
Incomoda a los liberales porque se va con todo contra el sistema capitalista que utilizó la democracia para enriquecer a unos pocos en detrimento de las mayorías. Incomoda a los decoloniales porque acude a la humanidad como sujeto social para el momento actual. Y aunque reconoce identidades sectoriales (etnias, géneros, culturas, naciones, etc.), solicita subordinar esos intereses a la causa mayor y urgente de evitar la extinción de la especie humana.
Incomoda a los anti-imperialistas porque coloca por encima de los intereses nacionales a los intereses de toda la humanidad y de la vida. Incomoda a los autonomistas porque coloca al Estado en el eje de la lucha de una forma nueva. La urgencia de nuestras tareas implica confrontar con contundencia y ahora (¡no mañana!), a los poderes de arriba para obligarlos –con la fuerza pacífica de la humanidad movilizada– a actuar contra los intereses oligopólicos de los capitalistas. En parte, es un llamado a que los “autogobiernos” no sigan mirándose su “ombligo ancestral” y –sin renunciar a su autonomía– actúen con visión global.
Y claro, incomoda a todas las derechas que no lograron derrotarlo en Colombia y que observan con preocupación que no se deja ubicar en uno u otro campo. No es aliado de Rusia ni de China; no ataca a los EE.UU. pero sí cuestiona su esencia depredadora. No quiere destruir la democracia, quiere hacerla más participativa y real; y no se declara anticapitalista, pero si impulsa un cambio en las relaciones sociales de producción.
Petro incomoda, pero avanza. Hay que ayudarlo desde abajo y por arriba. Desde lo local, regional, nacional, continental y global. Desde la práctica y la teoría. Desde lo individual y lo colectivo. Desde lo racional, emocional y espiritual. Es una urgencia hacerlo.
Salvar la vida en la tierra
Petro, en su intervención en el Instituto de Estudios Políticos de París, planteó en forma de pregunta o sugerencia que para salvar la vida en la tierra se necesita una “nueva ciencia económica”. La ciencia creada por los depredadores no nos sirve. Relacionar el mundo del capital-trabajo con la naturaleza es una tarea urgente en términos teóricos y prácticos. Mencionó a Nicholas Georgescu-Roegen como uno de los precursores de esa urgente tarea.
Pero Petro también pide ayuda en otros terrenos. Con los diálogos regionales vinculantes intenta lograr una mayor participación popular y ciudadana, pero a cada rato da a entender que hay que ir más allá, que dichos ejercicios pueden quedarse en la formalidad y limitarse a recoger las reivindicaciones sectoriales de las comunidades sin profundizar en los cambios sustanciales que implican una acción transformadora y permanente desde abajo.
Afortunadamente en Colombia existe un potencial inmenso. Tenemos una gran cantidad de experiencias en diversos campos de la vida. Hay comunidades, grupos y personas construyendo (muchas veces con las uñas) una serie de dinámicas verdaderamente alternativas en economía campesina y agraria, economía popular, educación para la vida, salud preventiva y alternativa, agroecología ambiental, y otra gran cantidad de actividades relacionadas.
Hay que diseñar una estrategia de articulación de dichas experiencias prácticas para incidir de una nueva manera tanto en la formulación de la política pública como en el fortalecimiento y generalización masiva de esas nuevas visiones del progreso y de la vida. Para hacerlo, una de las tareas más importantes es lograr que la gente entienda que los gobiernos no pueden hacer milagros y que nos toca a todos empujar para el mismo lado.
El principal esfuerzo en esta materia no puede partir del mismo gobierno porque se va a entender como una excusa y los enemigos y contradictores van a utilizar tal llamado para generar inconformidad. Tiene que ser un movimiento que, desde abajo, sin perder la autonomía, logre desarrollar una participación permanente y cualificada, que transforme las prácticas burocráticas de las mismas organizaciones sociales, de los entes territoriales (alcaldías, gobernaciones, ETIs, Consejos Comunitarios, Juntas de Acción Comunal, etc.) y del mismo Estado central.
Juntar y potenciar esas experiencias locales y convertirlas en un torrente de acción transformadora, es una de las principales tareas para apoyar al gobierno del cambio. Tiene que apoyarse en una serie de personas y pequeños grupos que desde años atrás han construido nuevas relaciones sociales colaborativas, nuevas miradas que valoran la diversidad en toda su dimensión creadora, nuevas economías cuidadoras de la vida y nuevas culturas integradoras.
Es la utopía convertida en acción cotidiana. Es parte de la búsqueda que nos propone Petro. Es luchar en nuevos terrenos desechando sueños insurreccionales y revoluciones por decreto. Es creer en la potencialidad de lo pequeño y del ahora. Y es parte de esa nueva relación entre la economía y la naturaleza, incluyendo a la naturaleza humana. Es el reto.