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Las tres derechas y los que mandan

Hay un dato que no se puede eludir. Si la democracia no decide lo sustancial, si los que gobiernan –de izquierdas o de derechas- acaban haciendo la misma política, las clases subalternas pierden derechos y son obligadas a convivir con la precariedad, el desempleo y bajos salarios.

Foto de Pawel Czerwinsk en Unsplash

Foto de Pawel Czerwinsk en Unsplash

Mi enfoque seguramente es diferente a otros. Veo la política como una lucha por el poder y al Estado como un espacio donde se condensan las contradicciones básicas, se organiza la sociedad y que asegura el dominio de un bloque complejo y consistente a la vez. “Lo político” es un aspecto de la realidad, pero no toda la realidad. Las fuerzas políticas, sus relaciones más o menos conflictivas y su influencia en el gobierno es solo una parte de un escenario más amplio y heterogéneo.

La aparición de las derechas extremas, el endurecimiento de las derechas existentes y la aparición de los populismos de derechas, es un fenómeno que se da en todas partes y, específicamente, en la Unión Europea. Su novedad es relativa y expresa una crisis de la política tal y como ha sido vivida y practicada en los últimos treinta años. Es un efecto y no una causa. Las palabras populismo y fascismo se entremezclan y acaban perdiendo cualquier significado. Por eso hay que hacer un esfuerzo de ir a los hechos concretos, definir sus estrategias y desvelar sus programas.

Vox expresa una extrema derecha neofranquista que, de una u otra forma, ha formado parte del Partido Popular. Es la derecha auténtica, la que no tiene miedo a definirse como tal y la que defiende un programa sin las ambigüedades y matices del partido de Rajoy.

Cuando surgió Vox muchos tuvimos el temor de que en España surgiese un grupo parecido a la Liga de Salvini en Italia o al partido de Marie Le Pen en Francia. No ha sido así. Vox expresa una extrema derecha neofranquista que, de una u otra forma, ha formado parte del Partido Popular. Es la derecha auténtica, la que no tiene miedo a definirse como tal y la que defiende un programa sin las ambigüedades y matices del partido de Rajoy. Vox es un partido nacionalista español, partidario del principio monárquico, con un programa claramente neoliberal y contrario a los derechos sociales. Critica, a veces, a la Unión Europea, pero es partidario del euro y, por supuesto, del proceso de integración supranacional. En política internacional defiende un alineamiento claro con la OTAN y con la administración norteamericana. Su característica pública más sobresaliente es el anticomunismo que abarca prácticamente a toda la izquierda y su combate feroz contra los nacionalismos periféricos. No tiene miedo, hoy por hoy, de apropiarse de los viejos imaginarios de la dictadura franquista y busca una conexión fuerte con los jóvenes de las capas medias y altas.

Habría que intentar ir más allá y explicar, por qué y ahora, nacen este tipo de fuerzas en un contexto tan definido como la Unión Europea. Quisiera compartir algunas hipótesis. La primera, tiene que ver con un vacío, el de la izquierda en un sentido amplio. La Europa que surge tras la Segunda Guerra Mundial define un tipo de Estado que, no por casualidad, se llamó social y democrático. Había que ir más allá de las democracias liberales, reconocer el papel positivo del conflicto social y regular los mercados asegurando los derechos laborales y sindicales. La segunda hipótesis tiene que ver con el tipo de democracia que se ha ido construyendo en esta época de hegemonía neoliberal. Hay una relación directa entre globalización, integración europea y decadencia de las democracias realmente existentes. Por decirlo de otra forma, hoy son los mercados, los grandes poderes económicos, los que regulan y controlan a las democracias, definen las políticas y acaban capturando al Estado. Se construyen progresivamente “democracias limitadas”, “democracias recitativas” “democracias iliberales” con un dato básico, el soberano ya no decide lo fundamental; esto lo determinan poderes supranacionales opacos, esencialmente no democráticos y que representan una plutocracia extremadamente articulada.

Hay un dato que no se puede eludir. Si la democracia no decide lo sustancial, si los que gobiernan –de izquierdas o de derechas- acaban haciendo la misma política, las clases subalternas pierden derechos y son obligadas a convivir con la precariedad, el desempleo y bajos salarios. Lo que se pone en evidencia es que el tipo de democracia que hemos conocido ya no existe y entramos en una transición que aún no sabemos bien a donde nos lleva. Las derechas y los populismos de derechas han mostrado una mayor capacidad para comprender estas sociedades y, es la gran paradoja, recoger las demandas, no solo de las capas medias en proceso de empobrecimiento, sino de una parte significativa de las clases trabajadoras. El ideario de la izquierda ha desaparecido y lo que queda son nostalgias del llamado Estado del bienestar y una apuesta decidida por una Unión Europea que vive una crisis existencial.

No hay que engañarse. El problema no es mirar continuamente a las tres derechas y preguntarse sobre sus estrategias políticas. La clave, ahora como siempre, es intentar saber cómo mandan los que deciden y no se presentan a las elecciones. No es un juego de palabras. Expresa una realidad: el control, cada vez más firme, de nuestras limitadas democracias por parte de los poderes económicos. Las tres derechas interpretan un determinado papel en esta lucha frontal contra el gobierno PSOE-UP, a saber, desgastarlo, criminalizarlo, dividirlo. Tampoco en esto hay que confundirse. El objetivo es doblegar a Pedro Sánchez, obligarle a aplicar políticas neoliberales, para ello hay que romper el gobierno y echar de él a Unidas Podemos.

La partida no ha hecho otra cosa que comenzar.

Considerado como uno de los analistas políticos más importantes de España. Su obra teórica ha quedado plasmada en títulos como Por un nuevo proyecto de país, De la crisis a la Revolución democrática, Por Europa y contra el sistema Euro o Volver a mirarnos. Colabora habitualmente en medios como Cuarto Poder o El Viejo Topo. Fue miembro del Partido Comunista e Izquierda Unida, formación en la que defendió la aproximación a Podemos. Fue diputado en la XII legislatura del Parlamento español por Unidas Podemos.

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