En la tarde del 8 de noviembre de 2019, luego de 580 días en prisión, el expresidente Lula salió de la cárcel de Curitiba al sonido de los fuegos artificiales y de los gritos de sus simpatizantes. Cerca de dos mil personas esperaban fuera de la comisaría. Con voz débil, pero nunca golpeada, Lula en su primer discurso reforzó lo que ya había señalado en sus entrevistas, que iba a demostrar su inocencia.
El operativo que llevó a su arresto y la desmoralización del Partido de los Trabajadores (PT) estuvo muy bien orquestado. El discurso anticorrupción estampaba diariamente los principales medios de información brasileños. Las protestas espontáneas como las de 2013 fueron apropiadas por la narrativa anti-PT. De manera selectiva, la operación Lava Jato actuó como el principal instrumento para erradicar la corrupción del país.
El tesorero del PT, excompañeros y empresarios, todos invitados a realizar un delação premiada (confesar un delito y delatar a otros para obtener reducción de pena). PT y Lula eran palabras claves para obtener beneficios y menos sanción. Con los efectos de la crisis económica de 2008 que trajo un aumento del desempleo, la violencia y la disminución de la capacidad de consumo, parte de la sociedad brasileña abrazó el discurso antipetista. Brasil solo volvería a ser el “Jardín del Edén”, sin males y sin corrupción con el derrocamiento de la presidenta Dilma Rousseff.
Irónicamente, los principales articuladores del golpe fueron empresarios, banqueros, políticos y medios corporativos que ganaron mucho en los gobiernos del PT. Como las relaciones políticas son circunstanciales, en el momento en que vieron la posibilidad de cambiar el juego y sacar más provecho, saltaron del barco y se fueron a nadar a las turbias aguas del golpe.
Esto demuestra la subordinación de un partido que nació de la clase trabajadora, pero que no logró construir su organicidad en un proyecto más allá del capital. Para la salida de la presidenta Dilma no se necesitaron armas ni tanques, los golpes actuales se consideran “furtivos”, roban las leyes poco a poco y dan la idea de que son legales rompiendo el sistema democrático como si fuera de cristal.
Políticamente él, Lula, sería el Cabra marcado para morir, parafraseando el título de la película documental dirigida por Eduardo Coutinho en 1984
El juicio político a Dilma en 2016 no fue suficiente, era necesario socavar la posibilidad del regreso de Lula en las elecciones de 2018. Políticamente él sería el Cabra marcado para morir, parafraseando el título de la película documental dirigida por Eduardo Coutinho en 1984.
Se ampliaron las denuncias contra Lula. Propina, lavado de dinero y asociación ilícita fueron algunas de las acusaciones contra el expresidente. La justicia brasileña, conocida como lenta, nunca ha trabajado tan rápido. Sin haberse negado a prestar testimonio, Lula fue llevado a la comisaría de forma coercitiva y esposado. Fue un espectáculo mediático-policial que se mostró a todo el país para desmoralizarlo.
En medio del juego político de las elecciones de 2018, Lula fue detenido el 7 de abril. No solo lo arrestaron, sino que también lo censuraron con el escrutinio del poder judicial. Mia Couto en su libro La bebedora de horizontes ya decía que “en tiempos de terror elegimos monstruos para protegernos”. Después de todo el miedo al terror y la antipolítica provocados por los principales medios de comunicación, Bolsonaro fue elegido. El nombramiento del juez Sérgio Moro como ministro de Seguridad dejó claro el objetivo real de toda la operación Lava Jato. El material enviado por ciberactivistas al periódico alternativo Intercept prueba esta tesis y revela el lado oscuro de la operación Lava Jato. Una secuencia de historias titulada por #Vazajato muestra que los fiscales y el juez Sérgio Moro actuaron de manera ilegal y parcial en el caso Lula.
El desgaste del operativo y el apoyo de los movimientos sociales, sectores eclesiásticos, sindicatos y artistas fueron cruciales para la libertad del expresidente que, ahora libre, ha ido ganando algunas batallas en la justicia. La Corte Suprema reconoció que Sérgio Moro influyó en el resultado de las elecciones de 2018 y violó el sistema acusatorio. Es decir, la corrupción no se combate con ilegalidad. Fuera de la cárcel, Lula actúa activamente contra la “democradura”, concepto acuñado por Lubo Miro en su libro Democradura o dictadura de la democracia, el régimen instaurado en el gobierno de Bolsonaro, y por el reconocimiento público de su inocencia. Lula, poco a poco, está ganando el reconocimiento público de su inocencia.