Cuando muchos votantes, y gran parte de la sociedad que no vota a la derecha, se preguntan en qué momento las ideas progresistas y liberales se convirtieron en amenazas para la democracia y en un peligro para las sociedades conservadoras, irrumpe Donald Trump. Un neoliberal sin propuestas serias, o mejor, sin ideas, e integra con fuerza a su discurso de reelección -como ningún otro candidato a la Casa Blanca lo había hecho antes- palabras como socialismo, castrochavismo, Nicolás Maduro y Gustavo Petro, entre otras, en un intento por ahondar en las narrativas de polarización de los votantes hispanos, con una dialéctica que, además de peligrosa, es bastante desfasada y alejada de la realidad.
Como bien menciona Miguel A. García en un artículo de El País publicado recientemente, la historia de Estados Unidos es, en cierta medida, la historia del racismo. Y es que el racismo en el país del norte es estructural, segrega y discrimina, algo sobre lo que el señor Trump se regodea. Durante el primer debate de la campaña celebrado en Ohio; el presidente de la primera potencia del mundo se negó en rotundo a desmarcarse de las acciones violentas de los supremacistas blancos y aseguró, con total descaro, que ha visto más violencia por parte de la gente de izquierdas que de la de derechas. Con lo cual, no se necesita leer entre líneas para interpretar ésta como una flagrante declaración de intenciones de lo que puede venir para los afrodescendientes en Estados Unidos, de continuar este disparatado personaje en el mando.
El discurso antiinmigración, racista y criminalizador de Donald Trump han sido su sello personal a lo largo de una vida que, por su condición de hijo de magnate, heredero de magnate y magnate que va y viene entre la ruina, la trampa financiera y la sobreexposición mediática, siempre ha sido pública.
Si ante las historias que la propaganda republicana ha puesto a circular entre algunos sectores; especialmente entre los latinos en Estados Unidos y que, a las ya mencionadas anteriormente, se suman oscuras confabulaciones por parte de los judíos, los afro estadounidenses y los gays con pretendida intención de cometer fraude electoral, los inmigrantes latinoamericanos sucumben y apoyan a su verdugo; tal como lo sentencia uno de los últimos editoriales del Washington Post, estarían colaborando al declive de la democracia. Eso, seguro, así su voto no sea decisivo y del porcentaje de votantes inscritos solamente el 48% acuda a las urnas.
El discurso antiinmigración, racista y criminalizador de Donald Trump han sido su sello personal a lo largo de una vida que, por su condición de hijo de magnate, heredero de magnate y magnate que va y viene entre la ruina, la trampa financiera y la sobreexposición mediática, siempre ha sido pública. De ahí que sea tan fácil definir su despotismo hacia las minorías, su racismo y sus ínfulas de supremacía blanca, algo de lo cual se enorgullece públicamente.
El colmo de la desfachatez se escuchó en el segundo debate, cuando sin ningún empacho, Trump se atrevió a asegurar que después de Abraham Lincoln nadie ha hecho más por la comunidad negra que él. Esto inicialmente puede arrancar una gran carcajada, pero después dejó en el ambiente una profunda preocupación por la megalomanía y la cuestionada salud mental de quien aspira a continuar al frente de la Casa Blanca.
Las dos campañas a las que se ha enfrentado Donald Trump no han dejado indiferente a nadie, ni antes, ni ahora. En la primera contienda, cuando se enfrentó a Bernie Sanders, las mentes coherentes que seguían la campaña, quedaron perplejas al presenciar cómo una mujer de aspecto humilde, al grito de “¡soy hispana y voto por el señor Trump!”, o “¡lo amamos, señor Trump!”, irrumpía en uno de los últimos mítines del candidato en Las Vegas.
EL COMEJÉN contactó a tres mujeres profesionales, trabajadoras, informadas y exitosas en Estados Unidos. Tres colombianas migrantes en el llamado país de las “libertades” que, a base de trabajo y talento han logrado acariciar ese al que muchos llaman “sueño americano”.
Pero más perplejos aun quedamos los colombianos al enterarnos de que Myriam Witcher, la mujer que con fervoroso fanatismo aupaba a los inmigrantes a votar por su verdugo, era una paisana nuestra sobre la que en aquel momento se tejían serias dudas acerca de la regularidad de su documentación. Por fortuna, para tranquilidad de los inmigrantes, no todas las mujeres colombianas en los Estados Unidos son como Myriam, pues el discurso de la inmensa mayoría de ellas está en las antípodas de la posición de sometimiento que demostró nuestra compatriota en el año 2016.
La mirada de las colombianas en Estados Unidos
EL COMEJÉN contactó a tres mujeres profesionales, trabajadoras, informadas y exitosas en Estados Unidos. Tres colombianas migrantes en el llamado país de las “libertades” que, a base de trabajo y talento han logrado acariciar ese al que muchos llaman “sueño americano”, pero que no es otra cosa que, a base de esfuerzo, abrirse paso en un país extraño y no fracasar, o morir en el intento.
Amalia Vélez lleva 25 años residiendo en Norteamérica y actualmente vive en Fitchburg, muy cerca de Boston (Massachusetts) donde desde hace dieciocho años trabaja en el Banco Digital Federal Credit Union. Su larga experiencia en Estados Unidos le permite hacer un balance de este Gobierno y según sus palabras, es totalmente nefasto. Trump ha deportado a mucha gente, ha separado familias, destinado fondos para construir el absurdo muro con México y su falta de respeto por la gente es altamente preocupante -puntualiza Amalia-.
“Él gobierna para unos pocos, su recorte de impuestos sólo benefició a los más ricos y las relaciones exteriores son terribles. En lo que nos compete, un ejemplo de ello es el bloqueo a Venezuela y lo que ha hecho con Cuba, cuando Obama había comenzado a redireccionar las relaciones bilaterales. Pero lo que más me ha molestado es la bajeza con la que en un mitin se burló de una persona en condición de discapacidad, algo imperdonable en un gobernante.
Yo soy contratista del estado de Texas y, por lo facturado en el 2018, el año pasado pagué menos impuestos que la empleada que limpia mi casa. Esto, como resultado de la reforma tributaria del presidente Trump.
“A eso le sumamos cómo manejó la pandemia. La pantomima de que había contraído el Covid-19 fue una bofetada para las personas que han perdido la batalla contra el virus o las que realmente han estado graves -asegura Amalia-. Pensar como piensa él y sus seguidores, de que los blancos son seres humanos especiales, es de una ignorancia absurda, que no se le puede permitir a un presidente de la primera potencia del mundo. Es triste que los niños que lo escuchen piensen que es correcto el insulto a una persona por el mero hecho de ser negro, inmigrante, pobre, gay, profesar otra religión, o por cualquier cosa distinta al hecho de ser blanco”.
Frente a las esperanzas que sobre política migratoria se pueden abrir, Amalia Vélez asegura no tener ninguna, ni en los demócratas, ni en los republicanos. No veo intención de llegar a acuerdos migratorios, no creo que suceda una amnistía. Pienso que en los últimos años en este país se da más interés a otros temas y, si en el Gobierno de Obama, que fue tan verdaderamente demócrata en muchos aspectos, se realizaron deportaciones como nunca antes se habían realizado, en los que vengan, es imposible poner expectativas -concluye-.
Diana Triana es una empresaria bogotana que desde muy joven a vivido durante largos periodos en Estados Unidos, fijando, durante los últimos dieciséis años, su residencia en Austin, donde desde su propia empresa provee servicios de traducción simultánea para el estado de Texas. En general, mi balance personal del Gobierno Trump es totalmente negativo, pues su retórica y sus opiniones homofóbicas, xenofóbicas, racistas, etc., me afectan personalmente porque, para empezar, pertenezco a las minorías: soy mujer, hispana y migrante. Su discurso excluyente va en contra de todos mis principios -aclara Diana-.
El racismo siempre ha existido en este país, pero lo que ha hecho Trump ha sido legalizarlo, darle alas a la gente para que ataque abiertamente a todos los que no son blancos.
La empresaria ha sido voluntaria del Programa Soñadores, un plan que colabora para que los jóvenes irregulares obtengan su documentación. Igualmente es voluntaria del Proyecto Corazón, una iniciativa liderada por un grupo de abogados estadounidenses a los que han apodado “los guerrilleros” por su labor de ayuda a las caravanas de inmigrantes que llegan por el sur del país y a quienes se les violan todos sus derechos humanos. Como deportista, Diana hace parte del comité de diversidad e inclusión de una organización nacional de natación, con lo cual, asegura, no solamente por su trabajo, sino por su voluntariado, los comentarios homófobos de Trump le caen, como bien resalta, “al hígado”.
“Mis hijos son norteamericanos, dos de ellos nacidos aquí, educados para que, a diferencia de muchas personas en este país, no se avergüencen de hablar el castellano en público. Por la educación recibida, ellos están acostumbrados a hablar con todo el mundo y en el idioma que corresponda. Pues bien, cuando mi hijo menor, nacido en Houston, estaba en el colegio en una institución que se puede considerar de un estrato alto; mientras hacía fila para el almuerzo, tuvo un incidente con un compañero que, al escucharlo hablar en castellano con un empleado de la cafetería de origen mexicano, lo increpó, gritándole que se fuera a su país. Esto, que nunca había pasado, sucedió recién llegó Donald Trump a la presidencia y casos como el de mi hijo hay por miles.
“A título personal, tengo muchas cosas negativas que resaltar de las políticas del Gobierno Trump, pero en general, su discurso ha dividido familias, vecinos y comunidades enteras. El racismo siempre ha existido en este país, pero lo que ha hecho Trump ha sido legalizarlo, darle alas a la gente para que ataque abiertamente a todos los que no son blancos.
“Hay una parte positiva y muy personal que hasta me da vergüenza contar, pero lo tengo que hacer. Yo soy contratista del estado de Texas y, por lo facturado en el 2018, el año pasado pagué menos impuestos que la empleada que limpia mi casa. Esto, como resultado de la reforma tributaria del presidente Trump, algo vergonzoso, pero que es una de las principales razones por las que los grandes empresarios de este país lo respaldan -comenta la empresaria-.
“En estas elecciones no solamente está en juego el poder de dos candidatos. Están en juego las minorías, la salud, la inclusión, la diversidad, la tolerancia, etc. Por ello quiero creer, con todo mi corazón, que ganará Joe Biden y que se van a reestructurar los valores y a volver a implantar la decencia de este país. Los demócratas no hemos sido muy aplicados a la hora de votar de manera anticipada, pero estos últimos cuatro años nos han dado una lección y hemos ido a las urnas con la fe puesta en un cambio”, concluye Triana.
Bibian Carol Orjuela es una joven ingeniera industrial, bogotana, que trabaja como analista de presupuestos en una empresa de arquitectura y construcción en pleno corazón de Nueva York; es ambientalista y defensora de los derechos de los animales y la preservación del medio ambiente.
Después de los debates, la mayoría de la población votante quedó con la sensación de entrar en el juego de que hay que votar por el menos malo, que no necesariamente es el mejor.
En lo que a mí respecta, por mi profesión, el único aspecto positivo a resaltar es la reactivación de la construcción, que no paró actividad ni un solo día en la pandemia. En la era Trump, con su discurso excluyente, que no tiene en cuenta ningún aspecto de la democracia, que se olvida del respeto a la humanidad, que tiene nulo interés por el cambio climático, que apoya el libre porte de armas, sumado al precario servicio de salud y no haber manejado bien el tema de la pandemia, ha hecho que Estados Unidos quede de lado ante la comunidad internacional, porque la gente no se toma en serio lo que está pasando aquí a nivel político -comenta la ingeniera-.
Respecto a su discurso racista y xenófobo, Bibian Carol asegura que “ese es su discurso, el lema de su campaña desde siempre. Tocó esa fibra que muchos estaban esperando para sacar a relucir su odio. Este país ha sido xenófobo y racista desde sus inicios, creo que esa carga cultural va a ser muy difícil de erradicar, porque siempre va a haber a quién querer excluir. Ahora son los latinos y la comunidad negra, que siempre se ha visto afectada, pero igual en un tiempo fueron los italianos, los irlandeses o los nativos, los indeseados en este momento estamos siendo nosotros, la comunidad latina”.
Bibian asegura que el perfil de Joe Biden tampoco da la talla para competir con Trump y ve una muy alta probabilidad de que vuelva a ganar. “Después de los debates, la mayoría de la población votante quedó con la sensación de entrar en el juego de que hay que votar por el menos malo, que no necesariamente es el mejor. Creo que las políticas migratorias se endurecerán, algo que ya se está viendo en la laxitud y trabas de los procesos legales y aun cuando la población migrante indocumentada es demasiada, supongo que a la comunidad latina cada vez nos van a poner más trabas para todo”.