Mira por la ventana lateral cuando viajas a 120 km/h en un auto o cuando estás a bordo del tren de alta velocidad. ¿Qué ves de verdad? Manchas de color, fragmentos borrosos de edificios o de bosques. Tal vez logras fijarte en un elemento en el horizonte, pero de cerca muy poco.
Todo pasa tan rápido que no tienes tiempo de enfocar ni formar una impresión clara de absolutamente nada.
Hoy en día, lo mismo nos pasa con la información que nos sale por torrentes de las redes de comunicación, bien sea internet, televisión, el teléfono móvil o la mezcla de todos.
Tenemos sólo nanosegundos para analizar un dato antes de que algún aparato nos escupa otro. Percibimos fragmentos, pero nos falta nitidez. Estamos hiperconectados a velocidades vertiginosas a la ventana lateral.
Cuando EL COMEJÉN optó, desde su inicio, por publicarse solamente una vez a la semana, podría haber parecido un acto de amateurismo para algunos o simple falta de recursos para otros.
Para todos, la decisión de no participar en el ciclo de noticias y opinión las 24 horas, con actualizaciones cada 8 horas como mínimo, habría parecido un acto de suicidio in utero.
A fin de cuentas, según nos cuentan, el Internet es infinito. Aunque creo que en mis tiempos de subempleo llegué al último rincón y ya vengo de regreso. Los genios de mercadeo de medios nos aconsejan que no ocupar este espacio por mucho tiempo porque podría equivaler a una falta de aspiraciones.
Pero entienda una cosa. La gran mayoría de los medios de comunicación, sean tradicionales o digitales, no publican mucho porque piensen mucho ni porque tienen mucho que decir. Publican mucho porque necesitan vender mucho.
Su valor no se mide en las injusticias reveladas, los abusos corregidos ni en el número de rincones oscuros a los cuales se ha llegado con un rayo de luz.
Su modelo económico se resume en el número de clics. A estos medios les interesa que todos andemos a mil, en un frenesí de consumo de contenidos, cliqueando a toda mierda. Aquellos medios tienen ansias de que todo se vuelva “viral”, no porque sea más relevante o más inteligente. Masificar una nota irrelevante significa mayores ingresos por publicidad.
No sé si es causa, efecto, o tal vez el objetivo de un gran complot de nuestros gobernantes para adormecernos con un nuevo opio. Esta corriente imparable de contenidos, datos e información nos está induciendo a un déficit de atención electrónica. No nos fijamos bien en nada, no retenemos nada y lo más importante: no pensamos nada. Nos queda la sensación de que están sucediendo muchas cosas a nuestro alrededor y nos estamos quedando atrás.
Cuando EL COMEJÉN dio el primer paso lo hizo con una voz contestaría: ¡No! La plataforma no iba a actualizarse cada 8 ni cada 24 horas. No iba a suplantar contenidos vacíos con otros contenidos igualmente vacíos y aparentemente nuevos. No iba a publicar por publicar. El recién nacido hizo un pacto. Iba a escribir con el compromiso de que el lector hiciera el esfuerzo para leer y reflexionar. El reencuentro se fijó para cada semana.
La tarea no era de mirar por la ventana lateral a 120 km/h. Y el APP más importante para cumplir con esa responsabilidad no estaba dentro del móvil, ni Tablet ni otro gadget sino en nuestro cerebro. Ideas para pensarlas con pausa.
Pero incluso para los que prefieren madurar las ideas lentamente hay escupitajos del Internet que son reveladores, uno entre los 213.000 resultados que arrojó el amo Google en 0,48 segundos. Dice así: “Existen pocas plagas más destructivas para una casa que el comején, también llamado termita…una vez que detectamos la presencia del comején es importante actuar cuanto antes.” (ellos mismos advierten del problema utilizando letra oscura).
EL COMEJÉN cumple un año. Un año metido en las estructuras de la casa. Un reducido círculo de autores, autoras, lectores y lectoras se fue expandiendo a lo largo de 365 días. Comejenes que han formado una colonia numerosa. Comejenes que escriben, piensan y actúan.
Y ese es el peligro con este tipo de plaga. Si no logras fumigarla rápido, crece y corroe.
End it