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Las calles contra Bolsonaro

La escalada de muertes aumenta en este gobierno de milicias. El 6 de mayo de 2021 se produjo la segunda masacre más grande en Río de Janeiro, 28 personas fueron asesinadas en la favela de Jacarezinho por la policía militar.

Protesta en Sao Paulo

Protesta en Sao Paulo. Imagen de Pedro Céu en Unsplash

Bolsonaro nunca se ha esforzado por el pacto nacional, desde que fue electo apostó por la polarización: “nosotros” contra “ellos”. Durante estos casi tres años propició manifestaciones contra todos aquellos que se oponen o investigan sus excesos o los de su familia. En verde y amarillo, los llamados “buenos ciudadanos” fueron convocados a través de las redes sociales para reverberar lo que el presidente quisiera expresar. Se aprovechó de simpatizantes para defender banderas como el regreso de la dictadura militar y la destrucción de la Corte Suprema. La policía militar y parte del ejército, históricamente alineados con la conducta fascista, garantizan que las calles sean tomadas por manifestantes pro Bolsonaro a pesar de que claman por la tortura y el fin de los derechos laborales. 

Durante la pandemia, inocentemente esperábamos que cesasen estas manifestaciones, pues ponían en riesgo la salud pública, sin embargo, se convirtieron en una prueba de fuerza para Bolsonaro. Cuando su gobierno se da cuenta de que la popularidad del presidente está en crisis, puntualmente llaman a inauguraciones de obras sin importancia o destacan algún manifiesto. En estos eventos entran en acción las teorías negacionistas. El gobierno y sus partidarios aprovechan para desmentir la gravedad del virus, deslegitimar a la prensa, cuestionar la efectividad de las vacunas, criminalizar a gobernadores y alcaldes que utilizan medidas de contención como lockdown y con publicidad falsa estimulan a la población a volver al trabajo, porque según ellos, si no se muere de virus se puede morir de hambre. La Secretaría de Comunicación del Gobierno (SECOM) incluso llevó a cabo una extraña campaña con el título «el trabajo, la unidad y la verdad liberarán a Brasil» en el molde del mensaje nazi estampado en la puerta de los campos de concentración: “el trabajo libera”.

Dondequiera que va, el presidente deja un rastro de muerte. Algunas ciudades como Manaus en la región Norte e Iguatu en la región noreste de Brasil registraron un aumento significativo de casos y muertes por coronavirus luego de los eventos con aglomeraciones promovidos por Bolsonaro. Reproduciendo la estética nazi y fascista, Bolsonaro se presentó en las manifestaciones entre simpatizantes como un ser mayor o como un “mito”: en helicóptero o montado a caballo. Por encima de todos. En el último de sus eventos organizó un recorrido en motocicleta en Río de Janeiro con simpatizantes aludiendo a los recorridos en motocicleta impulsados ​​por el dictador Mussolini. 

Es interesante anotar que el fascismo combina elementos que, además de la violencia, exaltan la virilidad masculina. Nada mejor que pistolas, motos y caballos para simbolizar este “arquetipo”. Desafortunadamente el presidente ha olvidado el destino final del dictador italiano. La muerte es la única política pública que funciona en este gobierno y cuando hablo de muerte me refiero al crimen contra las diferentes formas de vida. El ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, elegido y apoyado por Bolsonaro, está directamente involucrado en un esquema de venta ilegal de madera amazónica, una región cuya deforestación se incrementó en un 62% durante este año. 

En cuanto a la pandemia, ya tenemos más de 460.000 personas muertas por Covid. La Comisión de Investigación Parlamentaria (CPI) ha denunciado la omisión del gobierno en la compra de vacunas que ofrecieron a principios del año pasado Pfizer y el Instituto Butantã, optando por la vía más económica pero aterradora: la inmunización del rebaño mediante la contaminación de la población con el virus y el empleo de medicamentos baratos como la hidroxicloroquina que no tienen evidencia científica comprobada. 

La escalada de muertes aumenta en este gobierno de milicias. El 6 de mayo de 2021 se produjo la segunda masacre más grande en Río de Janeiro, 28 personas fueron asesinadas en la favela de Jacarezinho por la policía militar. La policía argumentó que eran delincuentes, pero las investigaciones no oficiales ya han demostrado que más de la mitad no estuvo involucrada en delitos. Independientemente de los antecedentes, es una conducta arbitraria y truculenta que la policía militar ejerce a diario en las favelas de Brasil, diferente a lo que hacen en los barrios de lujo de las capitales brasileñas, donde el alto nivel del narcotráfico está presente. 

Con este panorama, desconsuela despertar siendo brasileño. La impresión es que el país, las instituciones, las calles eran de Bolsonaro. Este sentimiento comienza a cambiar el 29 de mayo cuando se realiza una manifestación plural contra este gobierno. En 180 ciudades del país y del exterior, brasileños de diferentes razas, diferentes comunidades, credos, colores, dijo ¡Fora Bolsonaro! En São Paulo y Río de Janeiro se lograron reunir un número significativo de personas. Portando máscaras pff2 y llevando alcohol en gel, la población demostró que, contrario a lo que Bolsonaro y sus partidarios piensan, las calles de Brasil no son de los fascistas. Se vieron cientos de carteles exigiendo vacunación para todos, mayor sueldo emergencial, financiación para la educación y, sobre todo, recordaban y honraban a las más de 460.000 víctimas del coronavirus. 

Desafortunadamente en algunas ciudades la manifestación fue reprimida por la policía. Siguiendo el ejemplo de las acciones truculentas de Chile y Colombia, la policía de Recife disparó contra los manifestantes que caminaban pacíficamente. Dos hombres han perdido uno de sus ojos. Sabemos que la policía militar nacida en la cuna de la dictadura militar coincide con las acciones violentas de este gobierno, el trato a los opositores es muy diferente al de los simpatizantes gubernamentales. Estos mismos simpatizantes, sorprendentemente criticaron los actos contra el gobierno porque representan una amenaza para la salud pública. Somos el segundo país donde más se muere de Covid, cuando podríamos haber sido uno de los primeros en vacunación. Creemos que es necesario retomar y ocupar las calles y espacios de las ciudades, ya sea a través de manifestaciones, performances, grafitis, arte contra toda la política de muerte de este gobierno y sus partidarios. En memoria y pidiendo justicia para millares de brasileños que perdieron la vida por la omisión / decisión de Bolsonaro. Que sigan soplando aquí los vientos de resistencia y lucha de nuestros hermanos en Chile y Colombia.

Integrante del Laboratório de Estudos e Pesquisas sobre Espaço Agrário e Campesinato, Departamento de Geografia, Programa de Pós-Graduação em Geografia,Universidade Federal de Pernambuco.

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