En el ruidoso estanque de los libros,
un monstruo se perfuma los pies
como las damas después de dar a luz
Rinocerontes.
Con corbata violeta y bigote arreglado
el hombre arrastra las piernas
por los charcos citadinos.
Bolsillos llenos, solapas raídas
¿hace cuánto preparas tu partida?
Por las costas de la historia
un oleaje folclórico
lucha contra la decadencia
mientras los Providenciales
se pasean por nuestras calles
entre vítores y aplausos.
El mero artefacto sembrado en la leyenda
pasa décadas de ventura
mientras la estética reparte sus vergüenzas
con algunos pervertidos desertores que
forran con cobre sus románticos anillos.
Sin conjetura posible,
el camino de abetos fue manchado de sangre.
Con sus ideas firmes y mascando flores,
el hombre encoge su cuerpo
ante los fusiles de la reminiscencia,
y sabe,
que allá
en el paredón,
encontrará a sus amigos.