Tantas almas es un viaje. Desde el primer fotograma fuimos transportados hasta lo más doloroso de la historia y el presente de Colombia. En un remoto fiordo noruego, un exguerrillero, una víctima de los paramilitares, una gran conocedora de cine y un exiliado, nos sumergimos en las aguas profundas del dolor, la humillación, la zozobra, la indefensión, la impotencia y el miedo. Pero también fue una prueba de dignidad, aguante y valentía, tres valores con los que se baten millones de víctimas de la guerra en Colombia. Víctimas que nadan contra la corriente. Sólo la inflexible determinación y la indoblegable voluntad de José, el protagonista, nos mantuvo a flote hasta el final de la película, sin derrumbarnos. La tertulia telefónica que tuvimos a continuación con el productor, Manuel Ruiz Montealegre, fue el inicio de una noche insomne en la que nuestras mentes sólo pudieron encontrar reposo cuando asomaban las primeras luces de la mañana. Tantas almas, más que una película es una experiencia.
Técnicamente es una obra de arte en si misma. Filmar fue una tarea titánica. “Se tuvieron que mover siete toneladas de equipos en chalupas, grabamos en las condiciones más complejas que cualquier producción puede enfrentar: río, selva, oscuridad y con temperaturas de 40ºC durante el día. Pero todos los mosquitos y culebras dejaron de importar con la satisfacción de ver las escenas logradas”, nos explicó Manuel. La fotografía bajo estas condiciones extremas, magistralmente lograda por Juan Sarmiento, es determinante y asegura la solidez narrativa. “El territorio donde se desarrolla la historia es además un elemento central por todo lo que contiene la relación con la geografía. Muchas de las películas colombianas se hacen en función del paisaje de manera que la película sea “placentera”, pero en este caso se trata de reflejar la relación orgánica que ha existido entre la violencia y la naturaleza en la guerra colombiana”, nos aclaró Manuel.
Resumiendo una de las citas más famosas de Hitchcock: una buena película se deja entender con las imágenes, los diálogos pasan a un segundo plano. Tantas almas es entonces una de las buenas películas gracias a sus actores naturales, especialmente José Arley de Jesús Carvallido Lobo, quien encarna a José, el protagonista. Sus músculos perfecta y naturalmente esculpidos por las demoledoras jornadas de trabajo de los campesinos y pescadores colombianos, empobrecidos y humillados, lo hacen ver como una poderosa y admirable estatua viviente. Acá se puede adivinar una sabia decisión del director Nicolás Rincón Gille. Al ser actor natural la clave no está en las microexpresiones, sino en la presencia telúrica con pasos tranquilos de la humanidad física de José. El cuerpo de José es la zarza ardiendo, pero ya no como la metáfora bíblica del pueblo de Israel esclavizado en Egipto, sino como el inagotable campesinado colombiano que resiste con dignidad a la guerra.
A través del sufrimiento de José, Tantas almas nos conecta con los sentimientos de las víctimas. Es fácil entender el dolor por la pérdida de un ser querido o por vivir humillados bajo la férula de poderes arbitrarios y sanguinarios en tierra de nadie. La política y la ideología quedan atrás. Pero Tantas almas va más allá y también nos muestra la resistencia y la solidaridad clandestina que se cuela por entre los pocos resquicios que deja una violencia sádicamente diseñada para desintegrar comunidades, para romper solidaridades, para que impere el miedo.
Este es el primer filme de ficción de Nicolás Rincón Gille, un lanzado documentalista al que no le da miedo experimentar con las libertades del documental en la ficción, dando libertad a sus actores para improvisar el guion y logrando una naturalidad deslumbrante en cada secuencia del desarrollo del relato. “El trabajo documental de Nicolás se basa en la oralidad y en la reflexión sobre la cultura popular como forma de enfrentar la violencia por parte del campesinado colombiano. Nicolás es un convencido de que solo a través de la palabra y la cultura popular es que se pueden resistir todos los embates de la violencia”, comentó Manuel, el productor. Por eso el extremo cuidado en cada detalle, por eso Simití fue escogida como locación, porque es sujeto de reparación colectiva tras haber sido castigada duramente por los paramilitares comandados por Julián Bolívar. A los habitantes de Simití que actuaron como paramilitares no tuvieron que instruirlos en cómo hacer su papel, la jerga y movimientos de los paras han quedado tatuados con sangre en sus memorias.
“Sin duelo la muerte es un ruido infinito”, propone esta película y Antígona retumba en nuestra memoria. Mucho antes que el Mediterráneo europeo, en el caso de los refugiados, los ríos de Colombia ya habían sido convertidos en fosas comunes por los paramilitares. Miles y miles de cadáveres fueron arrastrados por sus aguas. Esta cruel realidad mantiene al público de la película en tensión de principio a fin, tal como transcurren las vidas de casi todos los ciudadanos en Colombia. Los espectadores acompañamos a José en su búsqueda, en su lucha por hacer el duelo, estamos con él en su chalupa, nadamos a su lado, seguimos sus pasos y compartimos su dolor y sus temores. José es valiente, pero no agresivo; decidido, pero no autoritario; fuerte, pero no amenazante; en su cuello cuelgan los mismos escapularios que cuelgan en los cuellos de los asesinos. “José no tiene sed de venganza, no tiene odio, no quiere tener rencor. José quiere seguir viviendo, pero sabe que para hacerlo debe hacer el duelo”, nos confirma Manuel. En un país donde la cifra más optimista da cuenta de 80.000 desparecidos una película como Tantas almas es mucho más que necesaria. La bellísima obra de Nicolás Rincón Gille es un avance gigante en la forma de narrar la guerra en Colombia y construir memoria. Es un gran aporte a la sanación colectiva.
Mientras veíamos Tantas almas Pedro Almodóvar inauguraba el Festival de Cine de Venecia, el más antiguo del mundo, con su película Madres paralelas, protagonizada por Penélope Cruz. En España hay alrededor de 150.000 desaparecidos. Gente que fue asesinada durante la Guerra Civil y la dictadura de Franco. España no quiso hacer el duelo y hoy tantas almas en pena le impiden tener paz. “Después de 85 años, hasta que se pague esta deuda con los desaparecidos no podemos cerrar nuestra historia reciente, y lo ocurrido en la Guerra Civil”, declaró Almodóvar. Grata coincidencia temática para el cine colombiano que tiene en Tantas almas a su representante para los premios Goya 2022. Sería fácil pensar que las dos horas de duración de Tantas almas son un punto débil del filme, pero resulta que más de la mitad de las películas en competición oficial en Venecia superan las dos horas. Tantas almas se estrenará en Colombia el próximo 16 de septiembre. EL COMEJÉN los invita a hacer el viaje con José, el protagonista del filme.
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