Noviembre será un mes decisivo para América Latina. Luego del periodo de clara dominación política de la izquierda bajo el signo del ya olvidado Socialismo del siglo XXI y la contraofensiva de la derecha plagada de golpes duros y blandos, se han vivido años de inestabilidad y cambios políticos dramáticos a ambas orillas del tablero ideológico. Las elecciones de este mes en Nicaragua, Haití, Argentina, Venezuela, Chile y Honduras determinarán el futuro próximo de la región.
¿El fin de la izquierda clásica?
La dinastía familiar Ortega-Murillo en Nicaragua se ha convertido en la más oscura mácula y el mayor desprestigio para la izquierda clásica latinoamericana, aquella enraizada en los proyectos revolucionarios dominantes en la región durante la segunda mitad del siglo XX. La reacción violenta y autoritaria frente a las protestas del 2018 abrió una senda de terror por la cual el otrora jefe guerrillero y actual presidente, Daniel Ortega, se ha encargado de desbarrancar no solo las vidas, la libertad y el bienestar de miles de ciudadanos nicaragüenses, sino también el acumulado histórico del sandinismo y la credibilidad de la izquierda ortodoxa latinoamericana.
Ortega y su esposa se presentan el domingo 7 de noviembre a unas elecciones presidenciales sin contrincantes. Todos sus opositores han sido encarcelados o están en el exilio, la mayoría de partidos de oposición han perdido su estatus legal y más de 50 organizaciones sociales o no gubernamentales han sido asfixiadas legalmente y luego desmanteladas. El ex revolucionario Ortega se ha convertido en la mejor ficha de los inversionistas nacionales y extranjeros que han puesto sus manos sobre la explotación minera de oro y el turismo, por mencionar dos de los negocios más grandes con los que el ex camarada Daniel y su familia se han enriquecido, despojando a cientos de familias de sus tierras y sin detenerse en preguntas sobre el medio ambiente, a pesar del agravamiento de la crisis climática global.
En Venezuela, los albaceas del proyecto chavista enfrentarán unas elecciones municipales y regionales en las que, solo el haber llegado manteniendo la presidencia de la República constituye una hazaña. Lograron conjurar las provocaciones en sus fronteras y los intentos de infiltración militar, han aguantado el despiadado cerco económico y doblegado al llamado Grupo de Lima, encabezado por el grotesco presidente de Colombia Iván Duque. A pesar del reciente golpe sufrido por la captura y extradición de Alex Saab a los Estados Unidos y la crisis de los diálogos con la oposición en México, serán unas elecciones supervisadas por la Unión Europea, con participación de la oposición y la bendición de los gringos. Estas elecciones pueden convertirse en un parteaguas en la complicadísima crisis venezolana. Si bien el 21 de noviembre se efectuaran elecciones locales, dado el contexto y la incertidumbre que las rodea, serán tan importantes como una elección presidencial para la estabilización del país petrolero.
Si en Nicaragua y Venezuela llueve, en Cuba no escampa. El errático manejo que Díaz-Canel ha dado a las recientes movilizaciones tiene a la revolución cubana en uno de sus peores momentos. La situación económica interna es ya peor que lo padecido por la población durante el Periodo Especial y ya no hay petrodólares venezolanos que salven la economía. Lo que pase en Nicaragua el 7 de noviembre, en Venezuela el 21, amén de los acontecimientos en Cuba, sin ninguna duda, marcará el camino a seguir por la vieja izquierda latinoamericana.
El progresismo y los movimientos sociales
La llegada de Fernández a la presidencia argentina fue un bálsamo para los sectores alternativos del continente. El vencedor de Macri entró pisando duró y prometiendo la recomposición del proyecto de transformación continental bajo el paraguas del Grupo de Puebla, la alianza progresista. Desafortunadamente, los errores cometidos en el manejo de la pandemia, una terrible estrategia de comunicación, las fricciones internas en la alianza de Gobierno y las consecuencias del desgreño económico de la anterior administración, tienen a Fernández a punto de perder la mayoría parlamentaria en las elecciones del 14 de noviembre. En el actual contexto político y social de la Argentina esto puede constituir un golpe mortal para el proyecto alternativo nacional y las aspiraciones de cambio continental. Mención especial merece el surgimiento del proyecto de ultraderecha tipo Bolsonaro, encabezado por Javier Milei, quien en las elecciones primarias (PASO) recibió el 13% de los votos. De confirmarse esto en las elecciones del 14 de noviembre entra en escena un nuevo y peligroso actor político que conectaría al Cono Sur con el fenómeno global de ascenso de la ultraderecha.
Cruzando la frontera, Chile y sus elecciones presidenciales y parlamentarias del 21 de noviembre son la mejor apuesta para las fuerzas del cambio en la región. El pueblo chileno parece ser el único capaz de descifrar el enigma de cómo transformar los levantamientos populares en decisivas mayorías electorales. Firmado el triunfo en las elecciones de representantes a la Asamblea Constituyente se espera que el campo popular y de izquierda asegure una mayoría parlamentaría y un gobierno alternativo, ubicado en la mejor posición posible para ejecutar los cambios que vendrán tras la promulgación de la nueva Carta Magna.
Entre tanto, Centroamérica sucumbe
A partir del golpe militar del 2009 contra Manuel Zelaya en Honduras, la región centroamericana entró en barrena. Una alianza entre élites corruptas, narcotráfico y autoritarismo se tomó Honduras y Guatemala, mientras que Nayib Bukele desmantela el Estado de derecho y la democracia en El Salvador. En Honduras, todo apunta al triunfo de la ultraderecha en las elecciones presidenciales del 28 de noviembre, con el candidato de origen palestino Nasry Asfura llamado coloquialmente “Tito Asfura”. Imputado en un caso por abuso de autoridad, fraude, malversación de dineros públicos, falsificación de documentos y lavado de activos, Asfura es quien puede garantizar la continuidad del pacto entre corruptos, militares y narcotraficantes, hasta hoy administrado por el saliente presidente Juan Orlando Hernández, quien se encuentra bajo sospecha por corrupción y narcotráfico, luego de que su hermano fuera hallado culpable y condenado por los mismos cargos en una corte de New York.