Son las siete de la mañana. Hace muchísimo frio en Barcelona. Un frio que duele. Como si la piel fuera rasgada por cientos de cuchillas afiladas. Es 7 de enero. El día anterior los Reyes Magos trajeron alegría a las niñas y los niños de España. En el barrio obrero de Sants se observan afiches de Gustavo Petro. Una familia de seis personas, entre ellas una niña con un patinete, ha madrugado para escuchar al candidato presidencial. Venimos desde Valencia para escuchar a Petro, dijo la mujer que luce un sombrero de caña flecha. Desde los tiempos de Gaitán un líder político no despertaba tanto entusiasmo entre el pueblo colombiano. En las afueras de las Cotxeras de Sants, un recinto para 1500 personas, un grupo de operarios españoles bajan de las furgonetas el equipo de sonido y los monitores. Dentro, media docena de activistas colombianos, engalanan la tarima con pósters reivindicativos y acomodan las sillas.
A una cuadra de allí en el piso de Viviana -anestesióloga de la Universidad Nacional de Colombia- Karmen Ramírez y Natalia Munevar las candidatas por el Pacto Histórico a la cámara en el exterior preparan sus discursos ante las miradas de Frida y Lupe, dos gatas juguetonas. Viviana se ha ido temprano a la UCI del Vall d’Hebron, el gigantesco parque sanitario público de referencia mundial. La peste recrudece. Se ofreció para estar en la primera linea. Ella es una de las cientos de profesionales colombianas de alta calificación que se han ido del país asqueadas de la corrupción y de todas las violencias. ¡Arriba compañeras! exclamó al salir de casa con el puño levantado y exhibiendo su mejor sonrisa.
Dentro de las Cotxeras de Sants se trabaja a ritmo frenético. Los operarios y activistas ultiman detalles. Afuera empieza a arremolinarse la gente. Los controles sanitarios para ingresar son estrictos: carné de vacunación, toma de temperatura y aforo reducido. Muchas personas se quedarán por fuera mirando y escuchando a Petro por las pantallas instaladas en el exterior. Llueven los saludos desde Colombia: Francia Márquez, Iván Cepeda, Aida Avella, Gustavo Bolívar, Camilo Romero, artistas, lideres sociales y un largo etcétera. El Pacto Histórico enlaza a las dos orillas del Atlántico con el Mediterráneo. El provincianismo, estimulado por la oligarquía colombiana para joder al pueblo, ya no cuadra con las nuevas generaciones políticas y con la trashumancia de los pueblos. Viven más colombianos en España que en Pereira, Santa Marta o Neiva.
Che Sudaka, una vibrante agrupación latinoamericana que admiro, ataca con canciones contestatarias. El público aplaude con timidez. Los gustos del pueblo son otros: salsa, vallenato, rancheras, champeta. La vieja izquierda moralizante a veces va por un lado y el pueblo por otro. La mitología popular está más cerca de Petro y lejos de la izquierda académica. Los cambios culturales no entran por lavativas sino por pedagogía. A la casa del pueblo hay que entrar con buenas maneras. No derribando las puertas a patadas. En mi barrio de Barranquilla nadie había oído hablar de Althusser pero si de Gaitán y el “loco” Bateman Cayón. Cuando recorrí los campos de Colombia nunca escuché en los ranchos canciones de Silvio Rodriguez pero si mucha del Charrito Negro y del grupo Niche.
En horas de la mañana la alcaldesa de Barcelona, abrió la puerta del Ayuntamiento para que Petro entrara. Barcelona está viviendo una transformación por cuenta de un gobierno progresista de coalición capitaneado por Ada Colau, una mujer del pueblo elegida alcaldesa. La ciudad que, inauguró su primera linea de metro hace un siglo, está recuperando grandes espacios para la gente y limitando los vehículos contaminantes, multiplicando las áreas verdes, creando más zonas de juegos infantiles y de esparcimiento para la gente mayor e impulsando los huertos urbanos. Barcelona tendrá un 10% de superficie verde en lugar del 1% actual. Ada Colau y Gustavo Petro concuerdan en que el crecimiento económico debe ir aparejado con el bienestar de la población. En Colombia las cosas han funcionado a la inversa: los negocios y las ganancias de unos cuantos mercachifles es a costa de la explotación y la miseria de la mayoría de colombianos.
Hasta que llegó Petro. Fuera y dentro de las Cotxeras se armó un barullo. El gentío rodeó a Petro Los celulares entraron en acción. Las cámaras de los smartphone registraban el momento. Bastaba un clic para que las imágenes del candidato del Pacto Histórico fueran vistas en tiempo real por un hipster colombiano que bebe coca cola en una cafetería de la Universidad de Upsala, una mujer colombiana que viaja en un colectivo en Buenos Aires o un pescador que alista sus redes en el Pacifico colombiano. Los más importantes políticos de la izquierda y la socialdemocracia catalana se levantaron de sus asientos para recibir y aplaudir al hombre que en unos meses puede estar al mando de Colombia. Petro lucía un bluyín azul, camisa roja, americana negra y mascarilla del mismo color. Calzaba unas zapatillas domingueras. Parece que los zapatos Ferragamo que, han dado para armar una telenovela alrededor de Petro, los han adquirido los Gilisnki: los nuevos amos de Colombia.
Llegó entonces la palabra. “Nuestro lugar no es una vitrina en el barrio rojo de Amsterdam, ni la de un expendedor de droga en la calle. Queremos que los colombianos y las colombianas sean vanguardia en el mundo por su diversidad natural, cultural y conocimiento”. Palabras de un líder que está llamado a jugar un papel digno y relevante en el concierto de las naciones. Palabras de un líder que quiere recuperar el decoro de Colombia. Palabras de un líder que no viene a mendigar o hacer ridículo en el planeta como es costumbre en la mayoría de pretenciosos y lagartos que han ocupado la Presidencia de Colombia.
Petro, como un maestro de escuela, fue esclareciendo en lenguaje llano los grandes desafíos de la humanidad. El público escuchaba con atención. Por fin, alguien les estaba explicando en qué consiste la comunión entre el ser humano y la naturaleza y qué hacer para que el planeta y nuestros hijos no sufran en los próximos años. Gente que, en su vida ha leído más de cinco libros, asentía con la cabeza. En eso consiste la educación política. Convencer con argumentos a la mayoría social. Seducir al pueblo para que su vuelva dueño de su destino. Darle ideas y motivación al pueblo para que entre en acción. Lo que hace Petro en las plaza pública tiene más valor y eficacia que las batallitas de la izquierda moralizante en twiter, las airadas cartas firmadas por intelectuales o la entrevista lastimera a una pseudoperiodista del sistema. ¡Coño! ¡Paren! ¡Corten el rollo! Así es muy jodido ganar.
Petro, el Pacto Histórico y la revuelta social tienen con los pelos de punta a la vieja y nueva derecha colombiana. El establecimiento y su desacreditado neoliberalismo se han quedado sin piezas de recambio. Los candidatos que los representan no son más que mequetrefes sin ideas, sin carácter, sin personalidad. Cuando esto ocurre el sistema acude al botón de emergencia. El botón de emergencia es Rodolfo Hernández, un viejo loco, rico y extravagante, como Trump o Bolsonaro, que puede llevar al país a la bancarrota moral y económica.
El nihilismo es una alternativa de la vieja y nueva derecha cuando su sistema nervioso central está tomado por la paranoia. Más si los jefes de gobierno, como Pedro Sanchez de España, ministros, empresarios e intelectuales del mundo le abren las puertas a Petro. En el Palacio de Nariño debe sentarse un líder razonable, moderno y conectado con la mayoría social de Colombia. Luego de cuatro años de estupidez y vanidad, Petro con el Pacto Histórico, es quizá lo mejor alternativa para Colombia.
Arriba ese ánimo, Iván Cepeda. Hacemos fuerza para que recuperes la salud.