¿Cómo se integran la gestión cultural, la participación ciudadana y el lenguaje digital en la idea de un mundo más sostenible?
Una de las funciones de la gestión cultural es la de facilitar el acceso a ciertos bienes culturales y para ello se programan exposiciones, conciertos, obras de teatro y ciclos de cine. En los últimos años desde la gestión cultural se promueve también la creación de contextos en los que las personas participan de manera activa en la creación iniciativas culturales y no solo en su recepción.
De esta manera se trata de dar respuesta al derecho a participar en la vida cultural no solo como espectador. El auge de esta forma de gestión cultural coincide con el desarrollo de Internet en los últimos treinta años, que además de ser una gran plataforma de acceso a contenidos es un lugar en el que cualquiera puede contribuir a una gran conversación. La posibilidad de contar con herramientas que permiten que cualquiera pueda participar en la creación como en el caso de Wikipedia o del software libre, ha sido un estímulo para la creación de instituciones y políticas públicas en las que los ciudadanos juegan un papel más activo.
Se pasa así de una cultura de “solo lectura” basada en la transmisión de contenidos y servicios a modelos de “lectura/escritura” en los que el público puede convertirse en coproductor. Creo que promover una cultura de “lectura y escritura”, apela también a la idea de que el mundo no es algo dado, si no que se construye y se sostiene de manera colectiva.
Los desastres hacen evidente que nos necesitamos unos a otros y suelen activar redes de apoyo mutuo. Muchas de las iniciativas que han surgido en los últimos meses han sido promovidas por colectivos orientados a la cultura comunitaria, la mediación y la educación, la innovación ciudadana, las prácticas híbridas la cultura en el medio rural.
¿Qué metodologías o prácticas de gestión son efectivas para conectar los procesos creativos con la maquinaria institucional? Es decir, ¿qué es lo que funciona para que las propuestas ciudadanas tengan un verdadero impacto en las políticas públicas?
En el caso de Medialab Prado y de los laboratorios ciudadanos se trata de facilitar la colaboración y la experimentación ciudadana y de promover procesos de auto organización en los que personas que tengan propuestas puedan juntarse con otras de diferentes perfiles y que antes no se conocían para llevarlas a la práctica en equipos de trabajo. De esta manera con cada nuevo proyecto se genera una nueva comunidad de práctica y aprendizaje. Algunos de los proyectos tienen impacto más allá del experimento desarrollado en el laboratorio. Aquí algunos ejemplos: Soy de temporada, Wikiesfera, Tecnormigas, La Regadera y Ecómetro,
Y algunos proyectos tienen también incidencia en las políticas públicas como este proyecto de democracia por sorteo.
En los laboratorios ciudadanos se desarrollan muchas propuestas y cada vez hay más proyectos, pero ¿cómo evitar que se conviertan en espacios burbuja, y que hagan más difícil o muy costoso trasladar los proyectos al mundo real?
El objetivo de los laboratorios ciudadanos es estar abiertos a la participación de cualquiera, pero eso no quiere decir que todas las personas se sientan invitadas a formar parte. Hay que hacer un esfuerzo de hospitalidad para que nadie se sienta fuera de lugar y también de invitación para asegurar la diversidad entre los participantes.
Cuando se abren convocatorias a proyectos la temática puede servir para llegar a perfiles menos habituales en espacios de participación. La Comunidad de Aprendizaje Intergeneracional (CAI) tiene como objetivo crear un lugar de experimentación y aprendizaje entre personas de diferentes edades, Madrid Escucha incentiva la colaboración entre empleados públicos y ciudadanos para el desarrollo de iniciativas que mejoren la vida en la ciudad, El Taxi Experimenta propone explorar el taxi como una gran infraestructura de ciudad para la innovación ciudadana y Experimenta Distrito habilita laboratorios ciudadanos en barrios de la ciudad.
¿Cuál es el lado positivo de los soportes digitales y las redes sociales en proyectos culturales participativos?
Los soportes digitales facilitan la difusión de propuestas e ideas que quieran abrirse a potenciales colaboradores, tanto para encuentros presenciales como para la colaboración a distancia. También la documentación de los proyectos y el uso de licencias libres permite que las iniciativas se puedan replicar en otros lugares y compartir los aprendizajes. El proyecto Autofabricantes, por ejemplo, documenta sus diseños de prótesis para niños y ofrece una herramienta que permite personalizar cada diseño.
¿Cómo crees que va a afectar este momento de impacto del Covid-19 en los proyectos culturales participativos? ¿Qué oportunidades o ideas puedes extraer de la experiencia del confinamiento?
Los desastres hacen evidente que nos necesitamos unos a otros y suelen activar redes de apoyo mutuo. Muchas de las iniciativas que han surgido en los últimos meses han sido promovidas por colectivos orientados a la cultura comunitaria, la mediación y la educación, la innovación ciudadana, las prácticas híbridas la cultura en el medio rural. Son prácticas muy expandidas pero que no están organizadas como sí lo están sectores consolidados como el cine o las artes escénicas. Esto hace que en una situación en la que son más necesarios que nunca no cuenten con suficiente apoyo institucional. De esta manera están surgiendo iniciativas como la Red de Espacios y Agentes de Cultura Comunitaria o el Colaboratorio de Frena la Curva, que tienen como objetivo hacer visible el valor de un ámbito cada vez más presente y una interlocución con la administración.