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Vómito poético para quienes tienen el hígado revuelto como yo

Vivimos en medio de bellezas blanqueadas, hombres negros corriendo a sus refugios seguros, mujeres negras como yo, desenmarañando el pasado de manos blancas en mi piel, de lágrimas blancas productos del ayer, de polvos blancos, venenos del alma productos de la mente blanca que ocupó mis silencios. Tal vez ya pasé las 800 palabras, pero me invitaron a escribir y sabía que tenia mucho que amplificar.

Foto Paula Orozco.

Foto Paula Orozco.

Bahía Solano, Chocó, Colombia.

Luna creciente, Marea Baja.

La Sankofa es un símbolo asociado frecuentemente a las aves migratorias, otros dicen que representa la vida y la muerte, ese pájaro siempre esta mirando hacia atrás para seguir hacia adelante. En Brasil se enuncia de la siguiente manera: “Nao e tabu voltar para trás e recuperar o que você perdeu”, desde ese lugar me levanto y tejo mi narración, desde los legados y la ancestralidad. El pueblo Akans lo dijo: es necesario el retorno al pasado, rescatando lo que fue perdido y caminando para el frente sin parar, es el retorno a las raíces. No importa lo lejos que estés debes retornar para casa siempre. El dolor es distinto al sufrimiento, me edifico cada vez más como terapeuta negra ancestral, con esa doble espiral en el corazón y útero, que representa también el símbolo de la Sankofa.

Este escrito surge entonces desde mi orilla pasada y presente, desde mi ser de mujer negra, valientemente negra, una maleta que me dieron al nacer. En el Chocó no se nace con esa etiqueta, más bien, vamos aprendiendo con el tiempo lo que significa. En el Chocó nacemos cimarrones y cimarronas y hemos olvidado lo que representa. Ahora lo estamos reaprendiendo y reescribiendo, ennegreciendo la historia, no desde la influencia sino desde el sincretismo, desde la emancipación y uramba. En mi caso tuve que entender que era negra desde pequeña. No comprendía siempre que me miraba al espejo, me reconocía color borojó, color chocolate, clavos, canela… ¿? No era NEGRA.

Es muy fuerte ir comprendiendo aún día a día lo que implica SER NEGRA, adjetivo incomprendido para la mayor parte del mundo, pero es extraño cuando esa parte del mundo fue quien lo inventó, o más bien les da tanta vergüenza haberlo hecho y seguirlo siendo.

Es muy fuerte ir comprendiendo aún día a día lo que implica SER NEGRA, adjetivo incomprendido para la mayor parte del mundo, pero es extraño cuando esa parte del mundo fue quien lo inventó, o más bien les da tanta vergüenza haberlo hecho y seguirlo siendo. Muchas de esas personas que seguro son las que están leyendo se protegen diciendo ¿racismo?, yo nunca he sido ¡racista!, tengo amigxs negrxs, mi novix es negrx, mi hijx es negrx, pero que carajo saben los que es, dirán entonces y, ¿Ustedes que saben que es ser blanco? La diferencia es que lo sabemos bien, lo repiten todo el tiempo, es algo que nunca llegaremos a ser, por eso se inventaron los colores, por eso los saqueos basados en los colores, los olvidos,  si no portan este color, lo que significa en la piel, en el cuero, en los huesos en el ser, en la existencia, nunca podrán ser empáticos pero si saben muy bien lo que nos quitan, porque es lo que tienen.

Durante mi caminar siempre he pensado: ¿Cómo cinco letras pueden decir tanto? Yo tuve que aprender su significado desde niña pues el conflicto armado colombiano  llegó a mi pueblo, familia “nos movilizamos” en busca del “progreso”, del agua potable, de la electricidad, salud, educación. Eso nos dijeron. Nos reforzaron 50 mil veces que en el Chocó no había nada, que mejor nos fuéramos, y a donde llegan los negros cuando se van de sus campos, de sus historias de sus ombligos enterrados, llegamos a reproducir lo que nuestro ADN grita: confusión, olvido, silencio, abnegación, perdernos. Esos derechos básicos para ampliar su desconocimiento sobre nuestro mundo, aún en el 2020 siguen siendo bandera política año tras año en un ejercicio “democrático” de política representativa  dominada por la parapolítica (les recomiendo El Matarife) y que sigue aumentando la corrupción y putrefacción de nuestras vidas.

Por eso llamamos al cimarronaje, ¡Dejen vivir! Mi familia, además de ir en busca de todo esto que nos vendieron (familia de mezclas y colonias sobre los úteros de mis abuelas) tuvo que movilizarse, desplazarse, desterrarse principalmente para proteger la vida, nuestra vida,  pues mi padre era político y para los intereses en ese entonces (de las familias que aún siguen gobernando) esos ideales, los de mi padre, eran comunistasy ya sabían que el futuro de mi pueblo era para la droga, armas y narcotráfico.

Foto Paula Orozco.
Foto Paula Orozco.

Crecer en una ciudad donde tu nombre se pierde en el adjetivo, calificativo, apodo “negra”mi negra”, “negrita dizque por cariño, empieza a generar un extraño sentimiento de no saber si eres una cosa o un ser humano, si eres de alguien o te perteneces a ti misma. Como decían mis compañeros del salón de clase “la negra espanta la virgen”, o como dicen los hombres mayores que me gritan en la calle “negra deliciosa, me le derramo encima”, o los hombres blancos educados “es verdad que quien come negra va al cielo”. Es muy complejo. O cuando estás enamorada de un hombre negro, llega una mujer blanca y ellos muy colonizados dicen “me gustó más ella, tú tienes muchos problemas, eres muy conflictiva o violenta”, o cuando simplemente si les dio la gana te violan una, dos, tres, y las veces que deseen, por que al fin de cuenta la carne negra sigue siendo la más barata del mercado, mercados que no existen públicamente en Arabia, Siria, etc. y que se reproducen en nuestras mentes y cuerpos colonizados permanentemente. Obvio todas las reglas tienen sus excepciones, y ojalá quienes estén leyendo sean parte de ese nuevo pálpito, como dicen unas amigas de ese “pulso que nos une”.

Con el tiempo me he dado cuenta que a diario debo no sólo proteger mi vida por ser negra, si no, además, defender mi existencia por ser mujer negra y mi dignidad por ser chocoana. Una mezcla indisoluble al parecer entre campesina y citadina, entre mundos, entre colores, entre dolores y resiliencias continuas. La maleta se hace más pesada. Entonces recurro a mis loas, orixás, menjurjes, me abrazo con la escritura, la danza, y desde allí pinto, canto, río, sueño, me junto, me hago almizque, co-creo, me mezclo, me separo, aprendo, me alejo, me pierdo y regreso por eso soy una Vulva Libre.

Espero no estarles aburriendo con mi orilla, tal vez querían leer un manifiesto o disertación sobre Feminismo Negro, esta es la manera más negra y más feminista de decirlo, me autodenomino una mujer Feminista Negra Comunitaria, que decidió abandonar las ciudades y regresar a su origen y desde aquí, plantada en su ombligo irradiar y expandir caminos de cimarronaje, de florecimiento, de tejido, de liberación. Eso es Vulva Libre, un espacio construido lamiéndonos las heridas desde las profundas diferencias. Les narro entonces mi cuerpo, mapa de memorias doloridas y victoriosas, les describo desde mi cuero color tierra la existencia, pues existir, es lo más profundamente político y diciente en este mundo racista, el acto de que una mujer negra habita este territorio chocoano y desde allí se hable, grite y se exprese, es lo más profundamente rebelde, sensato y político. Me abrazo y abrazo a todas mis hermanas.

Creo que ya hay suficientes académicas -bueno nunca serán suficientes-. Si las buscan y cambian sus referentes colonizados, seguramente las encontrarán. Cada vez una mejor que otra, a las que pueden leer y conocer, escuchar de primera voz lo que ha significado en nuestras psiquis, cuerpos, territorio ríos-mares-selvas, salud física, formación de familias, educación y espiritualidad, este genocidio y barbarie que no para, que siempre se reinventa con la velocidad del capitalismo, arropado por el judeo cristianismo y amparado en su sentipensar SUPREMO. Dios, hombre blanco, bancos hombres blancos, universidades blancas, teóricos hombres blancos, mujeres blancas queriendo ser como hombres blancos, entregadas a su creación estética, material, acumulativa, queriendo comer hombres negros para sentirse menos culpables o empleando mujeres negras para decir que el Feminismo hegemónico clásico arropa todas las luchas. Nos encontramos entonces creciendo en un mundo donde la historia es única, donde la cuenta el colono-conquistador, la feminista blanca con sus olas,  donde nuestras palabras negras, emberas, kunas, caribes, garifunas, tienen que ser traducidas al europeo o criollo para ser valoradas y escuchadas, y luego, una se encuentra su discurso en otras voces blancas, y en ese momento hay aplausos, solo en ese momento, entonces gritamos, nos vamos, nos retiramos, después  inmediatamente de esos espacio feministas, “cuidadores”, “sororos”, nos señalan RESENTIDAS, RACISTAS nos gritan. ¿En serio? El racismo a la inversa no existe y como decimos acá, les “falta mucho pelo pal moño”. Para caminar juntas, realmente juntas, primero debemos reconocer nuestro colonizador interno, barrerlo, quemarlo, sacarlo, después cuando llegue el vacío, ese que nos da tanto miedo, empezar a tejer juntxs.

Vivimos entonces en medio de bellezas blanqueadas, hombres negros corriendo a sus refugios seguros, mujeres negras como yo, desenmarañando el pasado de manos blancas en mi piel, de lágrimas blancas productos del ayer, de polvos blancos, venenos del alma productos de la mente blanca que ocupó mis silencios. Tal vez ya pasé las 800 palabras, pero me invitaron a escribir y sabía que tenia mucho que amplificar.

Para mí las personas blanco-mestizas-criollas se esconden detrás de un velo de humo donde argumentan que no se dan cuenta del mundo que se inventaron. Reproducen, reinventan y apropian, se apropian.  Existe, y no tienen idea como transformarlo. Entonces gritan y nos dicen que somos nosotrxs las que tenemos que enseñar y poner nuestro cuero para ello. Yo lo hago por mis renacientes y allí seguimos nosotras, las mujeres negras y de pueblos originarios cargando con el peso del mundo. Gente, no existe la pobreza que genera millonarios proyectos de cooperación, hay cuerpos y poblaciones empobrecidas por ustedes, las personas que aún les cuesta darse cuenta de sus privilegios o si se dan cuenta no son capaces de renunciar a ellos, y entonces  se inventan leyes, virus, armas, chalecos, para seguir haciendo lo mismo y dicen que no se dan cuenta  o que somos demasiado violentas, hablamos duro, mal y enredado. Seguro dirán que no sé escribir. No me importa, ni quiero hacerlo, estas palabras se las llevará el viento y no se darán cuenta.

Hace unos días en un taller de danza terapia, escuché que el 85% de las personas en USA que mueren de Alzheimer son afro americanxs y el 60% de ellxs son mujeres. Las mujeres negras tenemos mucho que olvidar, el Alzheimer cura con olvido. Por estas y muchas más razones co-creo mundos posibles, reitero esa es la única razón por la cual me expongo, pongo el cuero, hablo con los seres que no oyen, a ver si por fin, aunque sea en sus sueños algo empieza a cambiar. Para cerrar este vómito poético, quiero mencionar a las que me componen, a las que me confrontan  y enseñan. Vulva Libre es ese camino de juntanza con todes, con las otras y principalmente con nosotras y como son pocos los espacios de amplificación que tenemos algunas tal vez invisibilizadas totalmente las nombro, pues al nombrarlas me nombro: Natalia Santiesteban, Loretta Meneses, La Pola, Shezzy, Marsh, Yolima Banguero, Karina Rivas, Krudxs Cubensi, Natalia Ocoró, Catalina Mosquera, Andrea Bonilla, Yndira Perea, Marcela Zuleta, Veronica Renteria, Jamitah Encendida, Norma Londoño, Anny Peña, Janeth Terán, Danny Suley, Belkis Lopéz, Lexy Durán, Ifigenia Gárces, Yusely Aguilar.

Podría escribir las 800 palabras mencionando sus nombres, consideraría que eso sería lo más político que puedo hacer. Decirles que Francia Márquez y el PCN, Vicenta Moreno y las Chontaduro, Clemencia Carabalí y las mujeres de ASOM, Emilia Eneyda Valencia de AMAFROCOL – CNOA y Aurora Vergara del CEAF, son ellas mujeres referentes que han puesto en altoparlante nuestras demandas y que me han cobijado en sus polleras esta cuerpa danzante. Ellas nos arropan y guían.

Nosotras las renacientes, las comadres, las amigas, estamos juntas, wontanara y Axé. Hay tantas mujeres afro colombianas grandes, inmensas, generosas, sabias a las que les doy gracias por sus esfuerzos, pero principalmente llamo a mis abuelas cimarronas, embera, zambas, a mis tías, madrianas y comadres cantadoras, parteras, agricultoras, curanderas, sabias, magas, brujas, con quienes me reinvento permanentemente como mujer feminista negra comunitaria, desde la orilla.

Abrazos de útero a útero.

Fundación Mareia

Vulva Libre

De útero a útero.

Soy mujer nacida en Juradó, Chocó, de Juradó y Nuquí es mi familia paterna y de Bahía Solano y Pizarro mi familia materna. Mi tierra natal es el último municipio de Colombia en la Costa Pacífica chocoana. Crecí entre Cali (ciudad receptora de desplazamiento forzado y migraciones) y Bahía Solano (municipio de la Costa Pacífica chocoana), he viajado por el mundo diaspórico y no negro poniendo el cuero, llevando cura ancestral, tejiendo puentes, significándome, edificándome.

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