El 3 de agosto de 1916 Roger Casement, el nacionalista y activista irlandés, fue ejecutado en la prisión de Pentoville, Londres. Ahorcado. Acusado de traicionar a la Corona Británica. Roger Casement fue testigo ático del sistema colonial que imperaba en África y Suramérica. Fue desgarrador el informe que presentó a la Cámara de los Comunes sobre las atrocidades cometidas en El Congo por los hombres del rey Leopoldo II de Bélgica. Visitó La Amazonía y allí descubrió la manera como los caucheros de la tristemente célebre Casa Arana esclavizaban a los indígenas.
“El capital viene al mundo chorreando sangre y lodo, desde los pies a la cabeza”, sentenció Karl Marx en El Capital. El esclavismo, el asesinato y el robo, escribió Marx, fueron los instrumentos empleados por las metrópolis de Europa para la acumulación originaria de capital. El sistema colonial no tuvo nada de idílico, por el contrario fue un orden que quitó la vida a millones de nativos en África, Asia y América, destruyó culturas y explotó sin límites los recursos que los aborígenes usufructuaban de forma comunitaria y racional.
El sistema colonial no tuvo nada de idílico, por el contrario fue un orden que quitó la vida a millones de nativos en África, Asia y América, destruyó culturas y explotó sin límites los recursos que los aborígenes usufructuaban de forma comunitaria y racional.
El legado de Roger Casement y Karl Marx, están hoy presentes en las revueltas que sacuden los cimientos mismos en los que fue erigido el capitalismo. Las estatuas de despiadados colonizadores y traficantes de esclavos son derribadas en ciudades como Bristol, Arica, Temuco, Boston, Amberes, Miami, Praga y Richmond. La historia no es como la han contado hasta ahora. La historia la están revisando los pueblos, los activistas en las calles y plazas del planeta entero. El discurso decolonial que parecía cosa de académicos e intelectuales contestatarios es ahora propiedad de los pueblos.
En esta nueva entrega de EL COMEJÉN, traemos una polifonía de voces. Las voces de los activistas. Activistas que hacen su aporte a la lucha desde lo individual hasta lo colectivo. Manolo Monereo, una verdadera máquina de ideas, muestra la ruta del activismo de las derechas europeas y españolas. Diego Marín, de nuestro equipo de redacción, logró llegar hasta la base de los activistas de Hong Kong y Estados Unidos. David Flórez y Jennifer Pedraza, genuinos dirigentes estudiantiles, cuentan a nuestros lectores el estallido social que ocurrió en Colombia. Por Alba Moreira y Jairo Cuarán sabremos cómo anda la movida en Ecuador y Chile, lugares en los que las protestas fueron prolongadas y beligerantes. Virginia Poblet y Germán Ávila repasan los acontecimientos en el Estuario de la Plata, Argentina y Uruguay, allí donde nació el movimiento de los “Pañuelos Verdes” y reside Pepe Mujica, un activista de toda la vida. Olga L. González nos describe a un país, Francia, tomado por millares de manifestantes que luchan por reivindicaciones variopintas. Arturo Prado Lima, indaga sobre los sucesos de Bolivia y nos hace ver que no todo lo que brilla es oro. Santiago Giraldo, experto en redes sociales y la hacktivista Katia Denaruz se refieren a la eficacia o ineficacia del activismo que se hace desde un computador o un teléfono móvil y qué tan útil es la lucha que se libra desde las redes sociales. Yezid Arteta, usando como telón de fondo a Colombia, cuestiona la incapacidad de la izquierda para transformar el activismo callejero en votos para cambiar la política. Erika Antequera, evocando a su padre asesinado por su activismo de izquierda, defiende su derecho a luchar desde la intimidad y enaltece a quienes lo hacen de manera abierta, corriendo toda clase de riesgos. EL COMEJÉN está del lado de los activistas, de las mujeres y los hombres del mundo, que luchan por sus ideales y por una sociedad libre, justa y equitativa.