Todo el continente americano acaba de ser sacudido por fenómenos electorales que, en el transcurso de un mes, parecen inaugurar un nuevo ciclo de la política regional. Todavía se cuentan votos en los Estados Unidos y no se ha declarado un ganador oficial, pero sumadas estas elecciones presidenciales a lo sucedido en Bolivia y Chile, no cabe duda de que estamos frente a lo que puede constituirse en un punto de inflexión definitivo, en un contexto de crisis marcado por el avance de la pandemia del Covid-19 y la crisis climática global.
Para derrotar a los proyectos antidemocráticos de la derecha neoliberal radicalizada se debe ganar por goleada, escribió Germán Ávila desde Uruguay para EL COMEJÉN. Solo la participación masiva de la ciudadanía puede neutralizar el autoritarismo y la violencia que representan Trump, Nayib Bukele, Juan Orlando Hernández, Iván Duque, Álvaro Uribe, Jair Bolsonaro y Jeanine Áñez. La incertidumbre que hoy cubre el futuro de los Estados Unidos así lo demuestra, en contraste a lo vivido en las elecciones presidenciales bolivianas y el plebiscito constitucional chileno. Los latinoamericanos parecen haber aprendido la lección mientras gran parte de los norteamericanos todavía se mantienen bajo el embrujo de Trump.
A pesar de ello, es indudable el fortalecimiento del ala radical socialista del Partido Demócrata, quienes votaron por alguien que les permitiera continuar con su activismo, como lo ha dicho Angela Davis. Hoy, los diarios internacionales reproducen la entrevista premonitoria de Bernie Sanders en The Tonight Show, donde este “Mujica” gringo anticipó lo que sucedería en las elecciones. No hay duda de que Sanders ha cumplido con su papel histórico y deja al sector socialista de los demócratas con nuevos liderazgos, en la senda correcta para seguir avanzando.
Estos tres certámenes electorales también pueden marcar el inicio del fin de la ofensiva autoritaria de la derecha neoliberal continental. Tratando de retomar el control sobre el continente, luego de más de una década de gobiernos progresistas, acudieron a diversas modalidades de golpes de Estado, estrategias intervencionistas y nuevas alianzas regionales. Todo bajo la garantía de impunidad dada por el Gobierno de Trump. El resultado de todo esto es catastrófico y las consecuencias la están pagando los pueblos de Latinoamérica. La crisis migratoria en Centroamérica, el desmoronamiento de Brasil, la agudización del conflicto venezolano, la no implementación de los acuerdos de paz en Colombia, la bancarrota argentina y el retroceso democrático en Bolivia son algunos ejemplos de ello. Sin embargo, como lo advirtió la profesora Ana Esther Ceceña, la ultraderecha continental, encabezada por Trump, perdió su apuesta. La OEA está en su momento de mayor desprestigio y el Grupo de Lima solo existe en al cabeza de Duque y en las ilusiones de Juan Guaidó. La llegada de Biden puede cambiar el approach de los Estados Unidos hacia Latinoamérica.
Un análisis de conjunto de lo que ha sucedido durante el último mes nos deja ver los contornos de lo que sería una nueva fase política en el continente. Una suerte de síntesis entre los gobiernos progresistas de inicios del siglo XXI y la contraofensiva de la derecha. Un relevo generacional evidente, la predominancia de movimientos sociales sobre partidos tradicionales de izquierda, una nueva agenda política marcada por el feminismo popular y el medio ambiente, el uso de nuevas tecnologías para la organización y la movilización, y la irrupción masiva de la ciudadanía en la política nos hacen soñar con nuevos vientos de cambio. La senda está marcada.