Yezid: la política colombiana se encuentra en un estadio paleolítico, me dijo una amiga por teléfono. Me reí tanto de su comentario que estuve a punto de derramar el pocillo de café que sostenía con una mano. Ella, antropóloga por rebeldía e historiadora por sumisión, todo lo examina desde la piedra y el metal. Yo, le respondí, creo que la política colombiana que ocurre en este año de la peste me hace recordar a los reinados de belleza en Cartagena de Indias en no sé qué años: 32 candidaturas sometidas a un jurado que solo veía nalgas y pesaba las alforjas de los patrocinadores.
Los medios y las redes en Colombia polemizan sobre las cualidades de los candidatos y candidatas, pero ni una sola palabra sobre lo que proponen al país. Fulano es envidioso, mengana es mala persona, zutano es marihuanero o perengano es un tibio. Es la hora en que el país no sabe cuál es el programa de gobierno que proponen fulano, mengana, zutano o perengano. La chismografía es el escenario ideal de la extrema derecha puesto que no hay nada más apasionante que escarbar las vidas ajenas. En ese ambiente sórdido encuentra un caladero de votantes. Lo peor, Comején, es que la izquierda y sus seguidores en las redes caen en la emboscada. La derecha asegura votantes mediante las cadenas de chismografía, mientras la izquierda pierde el tiempo en ellas. Columnistas e influenciadores de izquierda que daba por listos e inteligentes alimentan el cotilleo. No doy nombres para que no me mienten la madre o me llamen traidor.
Con los días la derecha irá acotando sus candidaturas hasta conseguir una alternativa que le asegure reeditar el triunfo. La izquierda, en cambio, reproduce candidaturas con la frecuencia que un mago saca conejos de la chistera. Candidaturas que se autodenominan “alternativas”, pero que no han sido seleccionadas mediante procesos alternativos. La izquierda colombiana, a diferencia de sus pares latinoamericanas, no fue capaz de estructurarse como alternativa por sí misma, si no que tomó la matriz de los partidos tradicionales en los que no hay democracia interna real ni actividad colectiva. Entre más candidaturas de izquierda más remotas las posibilidades de alzarse con un triunfo. No te creas el cuento, Comején, de que el 2022 es el año de la izquierda en Colombia. Si no hay estrategia todo quedará en eso: un cuento.
Otro asunto tiene que ver con el culto a la presidencia. ¿Sirve ganar la presidencia, pero perder el parlamento? Pienso que es mejor ganar y obtener la mayoría en el Congreso que obtener el sillón de la Casa de Nariño. Colombia, dicen en las escuelas de derecho, es un régimen presidencial, pero lo cierto es que el bacalao se está cortando en el Legislativo. La estrategia de la izquierda debería enfatizar la lucha por el control del Legislativo. Una estrategia que deberían pilotear los “barones” de la izquierda.
Otros asuntos, Comején, que tienen que ver con la mediocracia lo vemos en la próxima nota. Ahora vete a comprar las velas para alumbrar esa oscura noche bogotana.