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El lugar no reconocido del privilegio

No alcanzamos puestos de reconocimiento únicamente por nuestro esfuerzo y brillantez: nos hemos beneficiado, querámoslo o no, de un sistema estructuralmente injusto, inequitativo, clasista, racista, sexista, homofóbico e incluso, antropocéntrico y especista.

Imagen de Stefan Keller en Pixabay

Imagen de Stefan Keller en Pixabay

Poner el cuerpo

Hace algunas semanas fui invitado a un conversatorio sobre giro decolonial. Horas antes varixs compañerxs de camino señalaron públicamente la contradicción evidente expresada en el cartel promocional que se difundió en redes sociales: éramos dos hombres académicos “blanco-mestizos” hablando desde nuestro lugar privilegiado de raza, clase y género. Si bien como invitado no tuve participación en la logística del evento acepté como justo el reclamo y asumí toda la responsabilidad por la exclusión señalada. De hecho, al inicio del evento ofrecí públicamente excusas por esta omisión, tanto más rotunda desde la apuesta crítica-decolonial que defiendo y promuevo. 

El punto clave que quiero destacar en esta reflexión se relaciona con la sorpresa (incluso molestia) de algunos colegas al manifestar que no se trataba de una omisión o exclusión sino del reconocimiento del mérito a un camino de investigación, en este caso, al mío y al del otro colega invitado. Pero, no, no es cierto. Si bien vengo de una familia trabajadora de clase media y de una ciudad intermedia como Cali (no me beneficié de “roscas” por abolengo o apellido), no se me ocurre pensar ni por un segundo que ocupo un lugar de reconocimiento académico y social estrictamente por mis méritos propios ni tampoco por la suerte o la casualidad. Me he beneficiado de un sistema injusto. Este es el meollo de este ejercicio reflexivo: que un hombre “blanco-mestizo” en una posición de poder o de visibilidad (en la academia, la empresa, la política, etc.) asuma que está en el lugar que está exclusivamente “por sus propios méritos” es una de las expresiones más evidentes de nuestra colonialidad, de nuestro “inconsciente colonial”. No, no lo está, no lo estoy, no lo estamos. No alcanzamos puestos de reconocimiento únicamente por nuestro esfuerzo y brillantez: nos hemos beneficiado, querámoslo o no, de un sistema estructuralmente injusto, inequitativo, clasista, racista, sexista, homofóbico e incluso, antropocéntrico y especista. 

Se trata de un entramado estructural colonial que nos abre puertas y nos da oportunidades diferenciadas (que a veces ni pedimos, ni merecemos) mientras se las cierra y se las niega a miles de personas (enclasadas, racializadas, etnizadas, generizadas, sexualizadas). Por eso, entre otras cosas, necesitamos ir más allá del logocentrismo e incorporar el cuerpo y el territorio en nuestros análisis ético-políticos, en nuestros procesos de concienciación. Reconocer nuestro lugar simbólico y material de privilegio es un imperativo ético urgente para sumarnos a un profundo proceso colectivo de transformación.

Ahora bien, se argumenta que quienes insisten en reconocer su lugar de privilegio en un sistema estructuralmente injusto y excluyente como el colombiano lo hacen desde la culpabilización. No lo creo así. Reconocer nuestros privilegios de clase, raza, género, orientación sexual, etc., no debería ser oportunidad para avergonzarse o culparse, antes bien, debería entenderse como un espacio para la reflexión crítica y un principio para la acción transformadora que debería ser incluso llevado explícitamente al sistema educativo nacional. A mí no me gusta este tipo de sociedad y por eso trabajo para su transformación.

Un manual antirracista

Quisiera cerrar esta columna exaltando un libro que me parece clave en esta discusión sobre el lugar no reconocido del privilegio. En noviembre del año pasado fue publicado en São Paulo, Brasil, el Pequeno Manual Antirracista (Companhia das Letras, 2019) de la filósofa y activista afrodescendiente Djamila Ribeiro. Todavía no ha sido traducido del portugués al español, pero ojalá pronto se haga. En este libro de menos de 100 páginas, Ribeiro, apoyada en la tradición anti-racista y feminista, expone en once breves capítulos potentes elementos para la reflexión respecto al lugar de privilegio racial, de género y de clase. 

Los títulos de algunos de estos capítulos (que traduzco libremente) son ya bien dicientes: “Infórmate sobre el racismo”, “Distingue la negritud”, “Reconoce los privilegios de la blancura”, “Date cuenta del racismo interiorizado en ti”, “Apoya las políticas educativas afirmativas”, “Lee autores negros”, “Transforma tu entorno de trabajo”, “Cuestiona la cultura que consumes”, “Lucha contra la violencia racial” y “Seamos todos antirracistas”.  Ojalá pronto podamos tener la traducción al español de esta obra y pueda circular entre nosotrxs para seguir avanzando en el reconocimiento de los lugares de exclusión, privilegio y también, de los lugares simbólicos para habitar la emancipación nuestra y de lxs otrxs. 

Matemático, profesional en filosofía y magíster en filosofía de la Universidad del Valle. Doctor en filosofía política de la Universidad Estadual de Campinas, São Paulo, Brasil. Pasantía de investigación en la Universidad de Westmisnter, Inglaterra. Profesor universitario y co-líder del colectivo Camino Yawí, Tejido de Prácticas Decoloniales e Interculturales.

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