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Apología de la dificultad

Los resignados y los humildes, que toman los problemas como casa y mujer, y los masoquistas, que corren en reversa, que salen a la caza de la dificultad. Pero hay también los inconsecuentes que no notan que el correr, el huir de los problemas, es su problema principal.

Sufrimiento

Sufrimiento. Imagen de Nikita Volodko en Pixabay

Uno corre para dejar atrás los problemas, aunque es por ellos que hemos podido avanzar, llegar al sitio en el que nos encontramos. Gracias a ellos no naufragamos en la inactividad. Son los problemas los que nos rescatan del tedio, los que evitan que nos hundamos en el aburrimiento, en las aguas mansas del diario vivir.

Por eso son admirables los enamorados, los que en su deslumbramiento corren en sentido contrario, como las manecillas de un reloj desquiciado. Los ciegos, que se dan de frente con la dificultad, y los que corren tan rápido que sin notarlo acaban por dar alcance a los problemas ajenos.

Admirables son también los cojos, los habituados a vivir con sus problemas; quizá sea otra su manera de escapar, o acaso marchen sus problemas a igual paso que ellos. Los abatidos, los emisarios del llanto, los taciturnos que en la noche o el día caminan cabizbajos, que meditan sus problemas y solidarizan con ellos recorriendo largas calles tomados de su mano. Los fumadores, que impasibles echan humo en la cara de la dificultad. Los soñolientos que se tienden a su lado, arrunchados en su costillar.

Los desengañados del amor son también admirables, ellos riegan sus raíces con las aguas del llanto. Igual los inconmovibles, los estoicos, los que ensayan el problema antes de que tenga lugar. Los resignados y los humildes, que toman los problemas como casa y mujer, y los masoquistas, que corren en reversa, que salen a la caza de la dificultad. Pero hay también los inconsecuentes que no notan que el correr, el huir de los problemas, es su problema principal.

Uno corre para dejar atrás los problemas. Quizá por eso los bosquimanos corren tanto, tan a diario, y los nigerianos reinan en las maratones, y los jamaicanos ostentan el actual récord olímpico de velocidad; la muerte, disfrazada de hambre y sed, los acosa desde atrás. Y hay tantos otros de los que no sabemos: personas que no conocen la calma, que se mueven tan rápido. Personas a las que persigue una nube de problemas, cuya vida es un continuo escapar de uno para caer más rápido en las garras de otro. Personas en las que los problemas ya han echado raíz, o en las que el mismo problema regresa una vez más, como un gato que es dejado a las afueras del barrio.

Y así como personas, también hay problemas. Profundos como un dolor de muelas, o simples como la risa de un niño. Problemas tan pequeños que caben en los bolsillos, o tan grandes que se dejan habitar. Mas hay también problemas que en el fondo no lo son, y acaso sea ése su problema mayor.

Así como personas, también hay problemas. A todos ellos debemos el movimiento del mundo, su música, su variedad y frenesí. Suprimidlos y el mundo se apagará.

Uno corre para dejar atrás los problemas y puede que también la vida.

Poeta y narrador. Nacido en Cartagena de Indias. Con "La gravedad de los amantes" obtuvo el XI Premio Nacional de Libro de Cuentos de la Universidad Industrial de Santander en 2016. Reside actualmente en España.

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