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El doctor Jimeno Rojas o el sentido de compartir humanidad

Quise hacerme médico para poder servir a los demás. ¿De qué estamos tan mortalmente asustados? La muerte no es el enemigo. Si vamos a luchar contra la enfermedad, vamos a luchar contra una de las peores que existen: la indiferencia.

Examen veterinario. Imagen de David Mark en Pixabay

Examen veterinario. Imagen de David Mark en Pixabay

“La sanación viene de adentro hacia afuera. Sanar tu espíritu

para sanar tu cuerpo. No lo contrario”.

Doctor Jimeno Rojas

En esta oportunidad quiero rendir un sincero homenaje al cuerpo médico que en todos los lugares del mundo le ha puesto el pecho al terrible Covid-19. Han ofrendado hasta sus propias vidas y, en su afán por salvar las de los demás, han apelado desde la investigación científica hasta el uso de fórmulas alternativas para preservar el bien supremo: la vida. Como ejemplo, he escogido un grupo de médicos del Valle del Cauca: Óscar Gutiérrez, Raúl Corral y Jimeno Rojas, entre otros que, echando mano de los principios de la Declaración de Helsinki, tenía claro que, cuando se trata de la salud, es posible llevar a cabo nuevos tratamientos si estos brindan oportunidad de mejorar la salud, no lesionan o ponen en riesgo la integridad humana y se cuenta con el consentimiento del paciente. Por ello investigaron sobre medicamentos de probada eficacia en otros problemas de salud, y comenzaron a percibir que era posible utilizarlos en la fase temprana de la enfermedad, que es la etapa de replicación viral, como una opción válida que podía interrumpir el efecto invasivo de aquella, evitando llegar a su fase 2, la fase inflamatoria.

Un cuadro de desarreglo emocional es el terreno fértil para que la enfermedad, cualquiera que ella sea, ataque y haga de las suyas. Por ello, Rojas insiste en focalizar la atención en salud, en humanizarla y en recuperar su sentido de integralidad: “La sanación viene de adentro hacia afuera. Sanar tu espíritu para sanar tu cuerpo. No lo contrario”.

Voces de descalificación y de escepticismo no se hicieron esperar. El Ministerio de Salud públicamente no aprobó el uso de los medicamentos –tipo ivermectina- por considerar que “… no hay hasta el momento ninguna evidencia científica comprobada de su efecto sobre el Covid-19”. El Grupo de médicos Covid del Valle en ningún momento publicitaba el uso de estos fármacos –además de la ivermectina, la nitazoxanida, la doxiciclina, el ácido acetilsalicílico y la colchicina- como tratamiento contra el Covid. Insistía en que era posible su uso en los primeros días de la aparición de la enfermedad con acompañamiento médico, para evitar la replicación viral e impedir el agravamiento cuando se llega a las otras dos fases de la enfermedad. Los enfermos o las posibles víctimas del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 tenían dos caminos, según las directrices de la Organización Mundial de la Salud y de las entidades gubernamentales de distintos países: esperar la lotería de cómo se podría manifestar la enfermedad, si tendríamos síntomas leves o no, si seríamos sintomáticos o asintomáticos  y en caso de llegar a la fase crítica, pues acudir a los centros hospitalarios para ser atendidos en las Unidades de Cuidados Intensivos, donde la vida quedaba en vilo, y el desenlace, en muchos casos, podía ser fatal. El 80 % de los pacientes infectados con el virus SARS VOV2 desarrollan síntomas leves, pero el 20% se complican.

El otro camino, ofrecido por este grupo médico, era no quedarse manicruzados, esperando que la enfermedad hiciera estragos y aprovechar la efectividad de estos medicamentos –aprobados por el Invima para el manejo y alivio de otras enfermedades- y ayudarle al organismo a hacer frente a esta enfermedad en su fase temprana, para cortar la replicación viral y evitar el avance a fase inflamatoria.

Esto lo pudieron comprobar cuando los usaron con la población del Ancianato San Miguel y el Cottolengo de Cali, que fue infectada por el coronavirus sin ninguna pérdida de vidas. “No es un solo fármaco y no todos se utilizan a la vez. La combinación la guía el médico, algo tan dinámico como el proceso de la enfermedad”, enfatiza el doctor Jimeno Rojas. 

Quiero destacar la actitud desinteresada del grupo del Valle, de la que forma parte el Doctor Jimeno Rojas, que no se guardó sus hallazgos y sirvió como apoyo para quienes acudieron en su ayuda.

Miles de personas se han salvado en Colombia con el uso de estos fármacos, incluso dirigentes del Gobierno y el Congreso han hecho público su agradecimiento al doctor Jimeno, y a este grupo de médicos, no solamente por habérselos recetado a tiempo, sino por el acompañamiento brindado mientras superaban la enfermedad. En la lista de personajes aparecen líderes de distintas orillas políticas, de izquierda, de centro y de derecha, y a todos sin distingo los atendió, siendo consecuente con el juramento hipocrático: “No llevar otro propósito que el bien y la salud de los enfermos”. 

“La vacuna no salva, lo que salva es la vacunación y mantener los protocolos de autocuidado, incluyendo el uso de la mascarilla, el lavado de manos y el distanciamiento social”. 

La vida es sagrada. Debe estar a salvo de cualquier consideración económica, partidista o ideológica; y el personal de la salud, en su encomiable labor, demuestra un compromiso ético con sus comunidades. Devuelven y vivencian en gestos de escucha, de darse a los otros, de entregarse a su trabajo, ese hilo que nos hace semejantes. Gestos que se tornan más valiosos cuando nos encontramos enfermos, solos, impotentes, sufriendo, o en condición de indefensión. Son situaciones llevadas al límite las que nos permiten descubrir en los otros la mano tendida, el abrazo solidario o una fría indiferencia.

En una sociedad que se mueve por intereses económicos, por el egoísmo competitivo y por el afán de prestigio, es poco común esta actitud humilde y desinteresada de querer compartir las bondades de unos medicamentos, al alcance del bolsillo, que pueden servir para paliar los efectos del Covid. El doctor Jimeno Rojas recalca el sentido de servicio social que debe tener siempre la atención en salud y destaca la actitud solidaria que ha demostrado el cuerpo médico en la atención de la pandemia.

Al escucharlo en sus explicaciones, que comunican orientación y tranquilidad, se cae en cuenta de la manera como hemos dejado deteriorar la relación médico-paciente. En las Entidades Prestadoras de Salud (EPS) los médicos tienen poco tiempo para escuchar a sus pacientes, de tal forma que en la agenda de cada día deben atender un número determinado, y esto los lleva a volverse autómatas para “verlos” y recetarles. Incluso, algunos médicos le advierten al paciente: “dígame su principal dolencia” y si éste sale con “otros achaques”, le dicen que debe pedir otra cita.

El Covid, nos dice Jimeno Rojas, “requiere atención personalizada, monitoreo del paciente, escucharlo con calma porque cada persona presenta efectos diferentes y a medida que vamos recetando, decidimos el uso de uno y otro medicamento, de acuerdo a los efectos que los pacientes van experimentando”. ¿Los pacientes adscritos a las EPS han tenido este privilegio de atención cercana? Permítanme dudarlo, pero con que hayan tenido la suerte de contar con médicos que tomaron el segundo camino es ya un alivio.

El doctor Jimeno Rojas va más allá en esto de los tratamientos y de la efectividad de la vacuna. Esta enfermedad nos ha recordado algo básico en cualquier sistema sanitario: el cuidado empieza por casa. Los niveles de contagio, lo sabemos, se dispararon con el relajamiento de medidas de cuidado entre los grupos familiares que se visitaron, hicieron celebraciones, reuniones y fiestas. El foco de intervención debe mantenerse en ese núcleo primario. Con el confinamiento los desarreglos emocionales afectaron los grupos familiares: el encierro trajo estrés, violencia intrafamiliar, cuadros de ansiedad y depresión. La situación se agravó con la pérdida de empleos y la cantidad de compatriotas que sobreviven con el rebusque en la informalidad.

Un cuadro de desarreglo emocional es el terreno fértil para que la enfermedad, cualquiera que ella sea, ataque y haga de las suyas. Por ello, Rojas insiste en focalizar la atención en salud, en humanizarla y en recuperar su sentido de integralidad: “La sanación viene de adentro hacia afuera. Sanar tu espíritu para sanar tu cuerpo. No lo contrario”.

En esa misma dirección enfatiza: “La vacuna no salva, lo que salva es la vacunación y mantener los protocolos de autocuidado, incluyendo el uso de la mascarilla, el lavado de manos y el distanciamiento social”.  La vacuna es una herramienta importante para el control del virus acompañada de las medidas de bioseguridad, constituyendo una defensa de inmunidad con eficacia comprobada, por ahora, para un lapso de tiempo no inferior a 10 meses. Muy probablemente tendrá que aplicarse una revacunación en un lapso de tiempo que ahora desconocemos. El doctor Jimeno Rojas confía en las vacunas y en su desarrollo, a diferencia de lo que se ventila en muchas redes sociales poniendo un manto de duda sobre la efectividad de la vacuna, y reforzando un propósito perverso en su fabricación y en su aplicación con afirmaciones descabelladas: “Están experimentando con la gente”, “nos van a implantar chips por medio de las jeringas”. 

Un hombre afable, humilde, con todos los conocimientos y pergaminos que posee como médico y como cirujano plástico; que saca tiempo de su agenda para atender pacientes que lo buscan con premura, o sencillamente para explicar, una y otra vez, las bondades del tratamiento.

“Hay que descartar estos temores y esa desconfianza infundada”, expresa muy optimista el doctor Jimeno. Este es un gran logro de los distintos laboratorios, que desde marzo del año pasado vienen, a marchas forzadas, buscando la vacuna para hacer frente a este nuevo coronavirus -sin perder un segundo- y valora enormemente el ánimo colaborativo que se ha despertado en el mundo científico compartiendo información, tomando de allá y de acá respecto a tropiezos, avances y resultados, hasta llegar a la vacuna. No podemos cantar victoria, ni bajar la guardia, sabemos de las nuevas mutaciones que ha sufrido el virus y, por esto mismo, el trabajo denodado continúa en la comunidad científica. Es un asunto de responsabilidad social cuidarnos y extender esas mismas precauciones de bioseguridad en nuestros círculos familiares y laborales”.

Mientras hablo con Jimeno Rojas no puedo dejar de pensar en que el mundo necesita más personas como él, que hacen de su religiosidad y de su entrega a su oficio una práctica cotidiana que sana y salva vidas. Un hombre afable, humilde, con todos los conocimientos y pergaminos que posee como médico y como cirujano plástico; que saca tiempo de su agenda para atender pacientes que lo buscan con premura, o sencillamente para explicar, una y otra vez, las bondades del tratamiento que lo ha hecho célebre en la lucha contra el Covid –salvando infinidad de vidas humanas-. Un ser humano que recupera el sentido de lo espiritual –no importa la religión que se profese- y de la solidaridad como principios básicos, que deben acompañar la labor de todos aquellos que hacen parte del sector de la salud y de quienes tienen cualquier rol de impacto social. 

Viene a mi memoria otro personaje de su misma estatura, el médico estadounidense Hunter Doherty “Patch” Adams, quien dijera alguna vez: “Ninguna escuela enseña que el amor es lo más importante en la vida, y ninguna universidad enseña que la compasión es lo fundamental… curar puede ser un intercambio de amor y no una transacción económica…”.

Un personaje que, al igual que Jimeno y el grupo de médicos Covid del Valle, se atrevió a salirse de los cánones del rigor médico para ofrecer alternativas de sanación a grupos de pacientes, y que clama por humanizar la atención hospitalaria.

En las palabras de “Patch” Adams, interpretado por Robin Williams en la película que lleva su nombre, aparece la apuesta de Jimeno Rojas por un sistema de salud que está llamado a fortalecerse en el ánimo de apertura y de colaboración en la construcción de saberes y de hallazgos científicos; y que no puede olvidar lo humano como su piedra angular: “Quise hacerme médico para poder servir a los demás…  ¿De qué estamos tan mortalmente asustados? La muerte no es el enemigo. Si vamos a luchar contra la enfermedad, vamos a luchar contra una de las peores que existen: la indiferencia. Todo ser humano tiene un impacto sobre otro…La misión de un médico no debería reducirse a prevenir la muerte sino también a mejorar la calidad de vida…”.

Ver: Patch Adams: discurso final.

Nació en Armenia, Quindío. Licenciado en Ciencias Sociales y Especializado en Derechos Humanos en la Universidad de Santo Tomás. 30 años como profesor y rector rural. Fue elegido como mejor rector de Colombia en 2016 por la Fundación Compartir. Su propuesta innovadora en el colegio rural María Auxiliadora de La Cumbre, Valle del Cauca es un referente en Colombia y el mundo.

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