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El poblamiento milenario de chimilas, yukpas y barí del Perijá no fue un romance ancestral. Culturas diferentes se encontraron y se expresaron violentamente para definir unos linderos que, sin embargo, no fueron perennes. Las deudas de la corona española con banqueros alemanes definieron la llegada y la travesía belicosa de Ambrosio Alfinger por Maracaibo, La Guajira, la Serranía del Perijá y el Valle de Upar. Su paso por estas tierras inició un conflicto a muerte, y el primer desplazamiento de yukpas y chimilas hacia territorios más inhóspitos, y hacia las partes más altas de la Serranía del Perijá.
Hacia finales de 1691 son las misiones de capuchinos las que establecen las primeras relaciones evangelizadoras con los indígenas. Posteriormente introducen desde Norte de Santander, lo que sería la primera bonanza económica del Perijá, el café, y el surgimiento de un campesinado mestizo en esta región. A mediados del siglo XIX, la economía del café se expande al ser sembradas las primeras plantas de café en Villanueva, introducidas por Francois Dangond. El modelo de ocupación territorial de las misiones empieza a caer en desgracia con la guerra de independencia, pero para entonces la colonización campesina y la economía del café eran ya una realidad.
A finales del siglo XIX el auge de las plantaciones de banano y los primeros trenes atrajeron población al Magdalena Grande, a la sierra nevada y al Perijá.
Un once de mayo de 1900 comenzó en Palonegro la batalla entre lo nuevo y el pasado. La suerte resultó hecha el día 26 de ese mes. Como ocurrió en otras regiones del país, una nueva fase de poblamiento del Perijá se sucedió con la derrota de los liberales en La guerra de los mil días, que tuvo como escenarios desgarradores al Caribe y Norte de Santander, marco territorial de la Serranía. Los perdedores se adentraron en las montañas para rumiar el dolor de los cien mil muertos, y afincarse a esperar el nuevo intento del cambio.
La guerra de terratenientes contra campesinos, barberos y artesanos volvió a finales de los 40. La nueva derrota significó la llegada de más perdedores a esta región, que por trocha y en tren, llegaban provenientes del Caribe, los Santanderes y Cundinamarca hasta la estación de Chiriguaná.
El 16 de noviembre de 1949, integrantes de la policía conservadora chulavita cometieron una masacre en el municipio de El Carmen (Catatumbo), para entonces bastión del liberalismo en Norte de Santander. El busto de Jorge Eliécer Gaitán, ubicado en el parque principal del pueblo, fue destruido. Como resultado, casi la totalidad de la población se desplazó hacia la Serranía del Perijá en el Cesar.
Siendo el Perijá una región Caribe, de periferia y de frontera, sin un modelo territorial incluyente, su economía se ha basado en una serie de bonanzas legales e ilegales, que implican flujos poblacionales permanentes; esto ha ocurrido con el café, el contrabando, la marihuana, el algodón, la minería del carbón y en menor grado con la coca y la amapola. Las bonanzas del café y el contrabando se entrelazan y están vigentes.
El contrabando iniciado por los corsarios de numerosos países europeos en contra de España se consolidó a tal punto que en 1686 los contrabandistas del viejo continente surtían las dos terceras partes de los mercados de las Indias. La práctica heredada permitió un intercambio ilegal de la producción de café de la sierra nevada y la Serranía del Perijá. La música vallenata fundada en esta región por Francisco El Hombre, ha reflejado en varias canciones el negocio que enriqueció a clanes del Cesar y La Guajira. El propio Escalona reivindica en sus canciones la importancia del contrabando en la región de Padilla. Café y ganado se contrabandeaban para Venezuela, Aruba y Curazao; y de allá de manera ilegal se introducía whisky, acordeones, cigarrillos y armas de fuego. Las canciones El chevrolito y El almirante Padilla de Escalona describen claramente el auge de la primera economía ilegal en el Perijá.
Por otra parte, las bonanzas agrícolas de la marihuana y el algodón suscitaron una gran movilidad de mano de obra que, con su ocaso, representó una nueva fase de poblamiento que cambió la composición demográfica de la serranía.
El conflicto configuró corredores que conectaban y movilizan, hasta el día de hoy, combatientes provenientes del Magdalena Medio, el Catatumbo, Montes de María y la Sierra Nevada de Santa Marta. El desdoblamiento de frentes, el copamiento de nuevas áreas por parte de las guerrillas vigentes y la confrontación entre las partes revierten en desplazamientos humanos en la Serranía del Perijá.
La crisis venezolana y la economía extractiva del carbón son, tal vez, los más reciente capítulos asociados a los procesos de poblamiento en la Serranía del Perijá. La migración de venezolanos hacia el lado colombiano de la Serranía es constante y todavía puede tener una dinámica creciente, dependiendo del empeoramiento o de la regularización de la situación venezolana. El ocaso de la economía del carbón por la crisis climática ya tiene impactos económicos y sociales. Los despidos masivos de trabajadores mineros ya indican procesos de nuevas movilidades en el territorio y nuevos auges económicos.
Como vemos, el poblamiento de la Serranía de Perijá es producto de múltiples violencias y bonanzas que configuran un escenario intercultural afectado permanentemente por conflictos territoriales, ambientales, políticos y sociales. También, claro está, por el modelo extractivo y de agroindustria que se plantea desde el centro lejano para esta región del país.