Contundente. Así es la opinión de Sara Tufano, la socióloga italocolombiana y columnista del diario El Tiempo. Ella se ha convertido en una de las voces más relevantes del debate político colombiano. Sin postureos, con precisión y con argumentos sólidos, Sara está en la primera línea del debate sobre el tipo de izquierda y el tipo de sociedad que se debe construir en la Colombia del siglo XXI.
En diálogo con EL COMEJÉN Sara habla de los retos de la izquierda en América Latina, sobre los movimientos sociales, el feminismo en Colombia y lo que debería ser un gobierno en el 2022.
Los temas de género, derechos de las mujeres y diversidad sexual son elementos centrales de la agenda política de los movimientos sociales contemporáneos. Son temas innegociables. ¿Cómo evalúas la tradición de la izquierda colombiana en asuntos de género y como ves esto dentro del Pacto Histórico que lidera Gustavo Petro?
Creo que ahí habría que hablar de la tradición de izquierda marxista, que fue la que más influenció a los partidos de izquierda en Colombia. Hay una diferencia fundamental con lo que sucedió en los años 60 y 70 a nivel internacional. El surgimiento del movimiento de liberación de las mujeres en Estados Unidos y después en el resto del mundo se debe, en parte, a la miopía de una cierta tradición marxista ortodoxa que creía que la lucha feminista tenía que quedar subsumida a la lucha de clases, es decir, la cuestión de la mujer fue siempre considerada secundaria. Esto provocó dos cosas: primero, movimientos feministas que se desmarcan de la tradición marxista, y segundo, un grupo de mujeres que siguen en esta tradición, las feministas marxistas o feministas socialistas, pero que deciden desarrollar una teoría que pudiera integrar tanto el feminismo como el marxismo.
Las feministas muestran que el marxismo tiene unos límites y hay que ir más allá. Fueron Silvia Federici y otras teóricas feministas marxistas las que muestran estos límites. Es toda la discusión en la izquierda sobre el “sujeto de la emancipación”. Hasta los años 60 se creía que era el obrero, pero las teorías críticas que aparecen después cuestionan esto.
Según Federici, Marx nunca desarrolló una teoría de género. Marx, en varios de sus textos, creía que el trabajo de la mujer en la fábrica ayudaría a crear las bases materiales para una relación más igualitaria entre hombres y mujeres. Lo que Marx ignora, o da por sentado, es el trabajo que se necesita para criar y alimentar a un futuro trabajador. Es decir, la reproducción de la fuerza de trabajo implica el trabajo doméstico no remunerado de las mujeres.
Así, este trabajo no remunerado es clave para el funcionamiento del capitalismo, y es toda la discusión sobre la economía del cuidado. Como sabemos, la pandemia ha reactivado este debate porque ha mostrado la interdependencia entre los seres humanos y cómo el trabajo del cuidado ha recaído casi que exclusivamente en las mujeres.
En la actualidad, considero que la reticencia de cierta izquierda colombiana a los debates feministas ya no va enmarcada en un debate teórico, sino que surge del miedo de algunos políticos y politiqueros de perder los pequeños espacios de poder que tienen. Así que se inventan falsos antagonismos y han creado toda suerte de feminismos. Por ejemplo: el “feminismo electoral”. Es claro que no saben de qué se trata el feminismo y lo que les queda es demeritarlo o inventarse un feminismo a la medida de sus intereses. Pero poco importan las críticas y ataques cuando sabemos la contribución del feminismo a las luchas emancipatorias.
Hace poco tuvo lugar la primera Convención Nacional Feminista en Colombia. Una reunión que guarda cierto parecido con los Encuentros Nacionales de Mujeres en Argentina, que se hacen desde 1986. Encuentros a los que asisten decenas de miles de mujeres y que han sido determinantes para el avance de la marea verde. ¿Qué significa esta convención para los feminismos en Colombia y que están proponiendo?
De hecho, Ángela María Robledo recordó en su discurso el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe que se celebró en Bogotá en 1981. Eran mujeres que participaban a título individual y pertenecían a grupos feministas autónomos. Algunas mujeres, por su propia experiencia en partidos y movimientos de izquierda, habían llegado a la conclusión de que estos eran excluyentes y de que la opresión de las mujeres era un fenómeno independiente de la línea ideológica del partido.
Yo escribí una columna en la que califiqué este evento de histórico y en la que afirmaba que uno no podía sino celebrar estas juntanzas. Además, Francia Márquez y Ángela María Robledo pronunciaron discursos muy poderosos. Pero también ratifiqué mi apoyo al Pacto Histórico y mi compromiso con la construcción de una agenda feminista y de un feminismo para el 99%, retomando el nombre del Manifiesto de Arruzza, Bhattacharya y Fraser, al interior del Pacto.
En agosto de 2019, cuando escribí el artículo en la revista Cerosetenta, quedé muy decepcionada con el tratamiento que en la Colombia Humana le dieron al caso de Morris porque eso es sintomático del tratamiento que le podrían dar a otras denuncias por violencia sexual. Un año y medio después decidí afiliarme al Polo porque creo que el trabajo ahora es aglutinar a los colombianos y a las colombianas alrededor del Pacto Histórico. Esto no significa que el Polo sea un lugar perfecto. Allí las mujeres estamos construyendo un protocolo para la prevención de las violencias basadas en género que tendrá que ser discutido en el V Congreso del partido. Creo que la pelea también hay que darla en los partidos mixtos, aunque entiendo y apoyo que las mujeres quieren crear sus propios movimientos. Es claro que el feminismo será un tema clave en las próximas elecciones, pero no puede ser reducido a una bandera electoral, puesto que ha realizado profundas transformaciones en la sociedad colombiana a lo largo de estos últimos años.
Y como dije en mi columna, se trata de construir un feminismo para las grandes mayorías, que sea antineoliberal y antirracista. No podemos reducir el feminismo al tema de la paridad, porque a esto lo han reducido algunos compañeros en la izquierda. Desde los años 60 las feministas insisten en que no es solo la paridad, son los derechos sexuales y reproductivos; es la cero tolerancia a la violencia contra las mujeres, es la valorización del trabajo doméstico, es la división sexual del trabajo, es la economía del cuidado.
Además, hay mujeres machistas que en los movimientos de izquierda reproducen la matriz patriarcal que sostiene todos los viejos resabios y anquilosa los debates políticos. Así que el problema no es tanto la paridad, sino el proyecto feminista que se quiere construir.
Ainicios de este siglo América Latina fue gobernada por proyectos alternativos o de izquierda. Hoy, estos proyectos alternativos parecen quedarse cortos en temas como el medio ambiente, democracia y libertades individuales. ¿Qué lecciones o aprendizajes resaltarías de esas experiencias y que habría que corregir?
Hay que reconocer que los gobiernos progresistas de la región lograron muchas cosas. En Colombia no hablamos de los avances de estos proyectos progresistas por nuestro provincialismo, el sesgo de los grandes medios de comunicación, nuestra relación con los Estados Unidos, la cercanía geográfica con Venezuela, etc. La extrema derecha colombiana logró reducir la experiencia de importantes procesos de cambio político en la región a uno solo: el chavismo, y hacer de este la visión de futuro de cualquier proyecto de cambio (inclusive sin ser progresista). Por esto es importante que los partidos y movimientos progresistas se integren más al contexto regional y que aprendan de estas experiencias. Y no solo enfocarse en sus límites, que tú bien enunciaste en tu artículo, aunque de forma algo somera, sino también en quienes están recogiendo esos legados. Hablamos mucho de grandes figuras como Rafael Correa, Evo Morales, Lula da Silva, etc., pero qué sabemos de las personas que han retomado esos legados y la manera como están enfrentando esas críticas que tú bien señalas. Claro, no son figuras tan carismáticas como sus antecesores. Un ejemplo, el pasado 28 de abril se despenalizó el aborto por violación en Ecuador. Vi un tweet de Andrés Arauz apoyando la despenalización del aborto, creo que eso marca un viraje con respecto a la posición de Correa.
Dicho esto, creo que es muy importante destacar sus límites. En el caso brasileño, por ejemplo, el Partido de los Trabajadores se burocratizó y se desarraigó de sus bases sociales. Leía en una excelente entrevista a Álvaro García Linera que, en las pasadas elecciones de octubre de 2020 en Bolivia, una de las razones del triunfo del MAS en Bolivia fue la ‘articulación orgánica’ entre la nueva generación y la anterior. El movimiento es capaz de articular otras voces sin que se produzca una ruptura. Este es el reto de los movimientos y partidos progresistas que llegaron al poder en la región, saber articular las demandas de las nuevas generaciones. Por eso el líder político que no sepa articular las demandas de los movimientos sociales está condenado al suicidio. Podrá subsistir, pero no tendrá el “monopolio del horizonte predictivo de la sociedad”, como lo llama García Linera.
¿Cuáles deberían ser los ejes centrales del gobierno que salga elegido en las elecciones del 2022 en Colombia?
Indudablemente la paz completa. Este ha sido el sueño de muchas colombianas y de muchos colombianos desde hace décadas. El gobierno que salga elegido en el 2022 deberá comprometerse a implementar el acuerdo de paz y a hacer la paz con los guerrilleros de las FARC que retomaron las armas, con la guerrilla del ELN y con las disidencias de los paramilitares.
Implementar la paz significa llevar a cabo una serie de transformaciones sociales y políticas por mucho tiempo postergadas: la reforma rural integral; garantizar el ejercicio de la oposición política; solucionar el problema de las drogas ilícitas; garantizar la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición, entre otros muchos temas. La entrega de armas era tan solo uno de los puntos del acuerdo, pero si el gobierno no le puede garantizar la vida a los exguerrilleros ¿de qué paz estaríamos hablando?
En esta guerra a las mujeres les ha tocado la peor parte, muchas de ellas han parido literalmente a sus hijos para la guerra, sus compañeros fueron reclutados y ellas mismas también, si es que no fueron víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto.
Otro eje central será el feminismo. Veo que hay una articulación cada vez mayor entre las demandas de las feministas de la región: el proceso constituyente en Chile, la lucha por la despenalización del aborto en Argentina; las marchas en contra de la violencia contra las mujeres. Las feministas estamos cada vez más articuladas y creo que hay líderes de izquierda que han empezado a entender que no se pueden quedar atrás. Yo creo que no se puede ser tan ciego frente a las inmensas movilizaciones feministas que recorren América Latina y el mundo.
Finalmente ¿Qué libro y qué película recomendarías a nuestros lectores?
El libro Lectura fácil de Cristina Morales y el filme Stalker de Tarkovsky.