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Chile y la hora de los nadies

La evidencia de que Chile quiere más se subrayó en las urnas. Ese querer se traduce en el deseo de una democracia de nuevo tipo capaz de alojar la diversidad social del presente, algunos piensan que se pretende construir una Constitución de la izquierda militante, pero lo cierto es que el avance de esta porción diversa de la nación demostró que las reivindicaciones sociales no son patrimonio exclusivo de dicho sector.

Arte callejero

Arte callejero. Imagen de Łukasz Tekieli en Pixabay

Vientos de cambio, emergencia de lo inesperado, tiempo de la gente. Indistintamente de cómo han querido llamarle al suceso chileno, hay que anotar que las particularidades de este necesariamente concitan la reflexión. No se trata del triunfo de la izquierda a secas que muchos pretenden, sino más bien de la articulación de “los nadies”, aquellos ninguneados hasta por las propias izquierdas, la cavernaria que se resiste a dejar la añoranza y su discurso de guerra fría, y la social bacana, “la del siglo XXI”. Se trata de los apartidistas. Una lista que se forjó en la calle, quienes no tuvieron mecenas que les financiara la campaña y se hicieron a pulso, deviniendo de una amplia gama de formas de pensar, sentir y actuar que no encontraron nunca interpretación en las formas institucionalizadas. Fueron ellas y ellos los que se alzaron con el triunfo.

No ganaron ni codiciados gobiernos, ni escaños en los concejos locales. Los nadies se erigen hoy como la posibilidad de la ilusión; la potencia de su expresión reside en que no hacen parte de sus conciliábulos, incluido el que dio origen a la convocatoria de la propia Convención Constitucional. Son personas más o menos comunes con ganas de soñar y de heredar un proyecto de sociedad mejor para sus propias familias. Es por esto que hay un poco de esperanza, porque de la misma forma que se animaron a saltar torniquetes o se tomaron la corriente Plaza Baquedano para convertirla en la histórica Plaza de la Dignidad, hoy constituyen un buen número de lo que ha de ser la futura Convención Constitucional.

A pesar de que hay quienes sacan cuentas alegres sobre su propio triunfo, lo concreto es que la lista del pueblo conquistó 27 de los 155 escaños posibles sin maquinarias políticas detrás. Si a esto se suman los 17 escaños reservados a los pueblos originarios encabezados por Francisca Linconao (ex prisionera política y machi que ha enarbolado desde siempre las banderas de lucha de la Nación Mapuche) y por lo menos una decena más de “independientes” y afines, el tercio que pujaría por las reformas sustantivas estaría garantizado. Por lo demás, lo que se espera es que las izquierdas institucionales abandonen el interés partidista y se centren en lo colectivo, pues con sus 28 cupos la alianza Partido Comunista y Frente Amplio pueden concretarse cómodamente los anhelos de cambio que el conjunto de la sociedad espera.

Un aspecto importante es el revés sufrido por los sectores tradicionales en los que la derecha, que apostó a quedarse con el tercio que le permitiría bloquear cualquier posibilidad de cambio sustantivo, sufrió una aparatosa derrota logrando apenas 37 escaños, muy por debajo de los más de 50 a los que aspiraba. Junto con estos están quienes hasta hoy habían administrado alternadamente el establecimiento. En este trance, ni su maquinaria los salvó de la debacle. Apenas lograron 25 escaños.

La evidencia de que Chile quiere más se subrayó en las urnas. Ese querer se traduce en el deseo de una democracia de nuevo tipo capaz de alojar la diversidad social del presente, algunos piensan que se pretende construir una Constitución de la izquierda militante, pero lo cierto es que el avance de esta porción diversa de la nación demostró que las reivindicaciones sociales no son patrimonio exclusivo de dicho sector.

Lo aleccionador del suceso en cuestión es que da cuenta de que es el momento de los movimientos sociales, donde múltiples y diversas dinámicas organizativas que anteceden a los partidos en los territorios se midieron con pocos recursos frente a aceitadas maquinarias con recursos infinitos. La metáfora de David y Goliat se volvió a hacer presente en la historia.

Otro aspecto no menor es que será clave la política de alianzas para poder consolidar la democracia de nuevo tipo. Es menester abandonar las discusiones doctrinales ya que podrían ser aprovechadas por los operadores políticos de siempre.

De todas maneras, el trabajo apenas empieza. Continuar ocupándose de que se amplíen los niveles de participación política vinculante de la sociedad en relación a la Convención sigue siendo imperativo. Ya se escucha que los términos y condiciones de funcionamiento de la misma estaban preestablecidos, y aunque no sea así, cualquier cosa es posible cuando de no perder privilegios y de élites se trata, en eso Chile tiene larga experiencia.

CODA: Con motivo de las movilizaciones en Colombia un grupo variopinto de personalidades y gentes del común vienen planteándose como referente el proceso chileno y una posible salida en torno a una nueva constitución. De más está señalar que una y otra cosa distan mucho de parecerse. Colombia posee una Constitución garantista fruto de una amplia participación y discusión política, Chile, por el contrario, vivió desde antes del término de la dictadura con una Constitución concebida a la medida del dictador, diseñada por lo demás, en palabras de su propio autor, con los suficientes cerrojos y enclaves autoritarios para que, aunque se perdiera el gobierno fuera imposible administrar de otra manera el Estado. Como diría el Maestro Estanislao Zuleta “nuestra desgracia no está tanto en la frustración de nuestros deseos, como en la forma misma de desear. Deseamos mal”. De lo que se trata no es pues de tener una nueva carta política, sino de hacer vigente la que tenemos. El resto es aventurerismo político del que podemos salir mal librados.

Sociólogo y Docente Investigador radicado en Chile

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