A Marvel Moreno la descubrí en el XXV Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias. Miento si la conocí de carne y hueso. La hallé a través de su relato Oriane, tía Oriane que Fina Torres, la consagrada cineasta venezolana, llevó a la pantalla con el título de Oriana. El cuento de Marvel fue publicado en 1975 en la legendaria e influyente revista Eco. Con BK, una amiga barranquillera friki del cine club, apreciamos la película en el centro de convenciones de Cartagena de Indias. La cinta honró el nombre de la escritora barranquillera. Oriana fue aclamada por el público. Obtuvo la Catalina de Oro como mejor película. Cantinflas presidía el jurado. Vimos de reojo al cómico mexicano cuando entraba al escultural Teatro Cartagena, emblemática edificación que años después fue, junto con el Teatro Colón, víctima de la especulación inmobilaria y el mal gusto empresarial. El inmortal cómico mexicano lucía aquella tarde tropical unas gafas de lentes enormes que lo hacían ver como una rana. Iba acompañado de Atahualpa Lichy, el comisario de cine venezolano, cuya melena blanquísima se bamboleaba con los acordes del vientecillo que procedía de la bahía de Las Ánimas. Para la misma época Oriana fue galardonada con la Camara d’ Or en el Festival de Cannes.
Aquello ocurrió en junio de 1985. Fueron mis últimos días en el Caribe. Venía del monte y debía volver a él. Pasado el festival fui hasta Barranquilla a despedirme de mi familia. Vivía en la clandestinidad. Me esperaban años azarosos. Podía volver a casa de mis padres metido dentro de un ataúd o que mis huesos quedaran sepultados, sin nombre ni cruz, en un ignoto paraje de la selva. Uno más de la interminable lista de desparecidos en Colombia. El destino que, por momentos estuvo a punto de dejarme caer, al final se compadeció de mí, me echó una mano y me sacó con vida de aquellos años turbulentos.
Marvel Moreno, desde mi perspectiva lectora y sin ánimo regionalista, es para mí la más grande escritora colombiana de todos los tiempos. Ella describió, como ningún otro u otra, el despotismo contra las mujeres latinoamericanas, especialmente el que se ensañaba contra las caribeñas. Violentadas por hombres celosos, machistas, enloquecidos por el alcohol o la cocaína. Con una experta, alegre y mágica prosa, hace un inventario de las mujeres de la burguesía provinciana que aceptan al patriarcalismo y el castigo para no perder estatus, y de las mujeres, como ella, que hicieron con su vida lo que les venía en gana, gozaron de la libertad y se apartaron de los hombres tiranos.
En El tiempo de las amazonas, su libro póstumo, queda retratado Plinio Apuleyo Mendoza, quien fuera su esposo durante una época. Apuleyo Mendoza, un redomado arribista, hizo hasta lo imposible para que esta esplendorosa obra no fuera publicada. “Una cosa era hablar de la libertad de la pareja y otra ponerla en práctica”, escribió Marvel en los preámbulos del libro. Marvel se reía del puritanismo, más si éste venia cubierto por una pátina marxista. “Mucho podía Luis (Plinio Apuleyo) enarbolar ideas revolucionarias, a la hora de la verdad le salían pezuñas del burgués que abandonaba a su mujer apenas dejaba de aprovecharse de ella”, sentenció la escritora que se fue de Barranquilla a París en 1969 para nunca volver. En 1995 moría en París. Tenía los modales de una burguesa, pero su corazón palpitaba por el socialismo, escribió a guisa de autorretrato.
Cualquier día una mujer le dice a su pareja: hasta aquí hemos llegado. Hay hombres que no aceptan este destino y comienzan una batalla contra la que fue su pareja. Una batalla que, en el menor de los casos, se reduce a insultos como “perra” o “puta”, pero en la mayoría de las veces esa desigual batalla emplea la violencia física, el chantaje y por último el asesinato cobarde. En su novela En diciembre llegan las brisas (premio literario Grinzane–Cavour al mejor libro de ficción extranjero en 1989), Marvel Moreno relata el mundo de las mujeres de la burguesía barranquillera resignadas a la crueldad de sus maridos y cómo encuentran en el lujo, las apariencias, el chismorreo y las malas artes una pócima contra la humillación.
Dos casos espeluznantes ocurridos recientemente detallan la realidad que Marvel expuso en sus obras. Sucedieron en lugares bañados por un mismo mar, el mar Atlántico. El 27 de abril en el archipiélago de Canarias, España, un hombre llamado Tomás Gimeno no acepta que su pareja lo haya dejado de amar. En venganza toma a las dos hijas del matrimonio, las mata y se hunde con ellas en altamar. Anna y Olivia, dos criaturitas de uno y seis años, fueron las inocentes víctimas de un individuo que busca con esta atrocidad enloquecer y castigar de por vida a Beatriz Zimmermann, la madre de las niñas. Es lo que se conoce como violencia vicaria, una forma exagerada de agresión machista contra la mujer, empleando a los hijos o hijas como instrumento de chantaje. El otro caso ocurrió en Barranquilla, Colombia, el pasado 12 de junio. En un barrio de la ciudad un hombre llamado Franklin Alberto López mató a puñaladas a su ex pareja Gerlaixe Jiménez. “Mi mama fue agredida por su ex pareja, porque ella le pidió que no siguieran juntos”, dijo la hija de Gerlaixe a un medio local. La mujer no es propiedad de los hombres. Las relaciones de pareja no son eternas y menos en este tiempo relampagueante.
En las últimas páginas de El tiempo de las amazonas, Marvel Moreno se decanta por un tiempo nuevo, por un siglo XXI (que no vio porque murió a destiempo) con hombres diferentes. Hombres sensibles que traten a sus compañeras con respeto y se horroricen cuando los traten como machos. Tomemos nota, Comejenes. Nota de la obra de Marvel Moreno, una brillante escritora feminista, que le “irritaba la vanidad de los ricos y de los hombres de poder” y de la que emanaba un “discreto perfume de anarquía”.