Hace unos días atrás fui testigo de cómo en mi pueblo, San José de Pare en el departamento de Boyacá, después de décadas de no estar presentes los mercados campesinos, se realizó dicha actividad. Esto me recordó los relatos de mis vecinos y familiares, esos relatos de cómo el mercado central eran productos cultivados en las parcelas rurales del municipio y luego llevados a vender al parque central del pueblo, donde en medio de la música, la camaradería y el desparpajo de compradores y vendedores se desarrollaban actividades de enorme alegría y se robustecían los espacios para la venta y compra de productos sanos. Así empieza a verse y a retomar el mercado campesino en San José de Pare, que tendrá que seguir viendo las muchas propiedades de sus tierras y el don de gentes de sus habitantes. Un gran reto siempre es volver y este debe ser asumido con compromiso por campesinos, autoridades y visitantes.
Paralelo a esta actividad en Monguí, también en el departamento de Boyacá, fue posible la Feria Agroecológica de Intercambio de semillas y mercado campesino. Este espacio que fue liderado y creado por muchas mujeres campesinas y sus familiares, que han desarrollado e implementado la agroecología como forma de resistencia y lucha para recuperar los suelos y la autonomía de sus semillas; y es que, la agroecología se convierte vitalmente en la estrategia que busca las sostenibilidad en los sistemas agrícolas y que se manifiesta en este movimiento social que replican y discuten prácticas que trascienden las parcelas y van más allá: promueve la justicia social, nutre la identidad y la cultura, y refuerza la viabilidad económica de las zonas rurales.Monguí se transforma desde sus gentes, con la posibilidad de asociatividad, la oportunidad de crear sistemas que transforman sus campos y la lucha diaria de las mujeres liderando para el cambio y la sostenibilidad de sus hogares y territorio.
Estos dos ejemplos son claros de lo que sucede en Colombia, pero no son los únicos que se pueden dar. Sin salir del departamento de Boyacá se puede hablar de más de cincuenta actividades que promueven los productos que cosechan los campesinos y nativos en el territorio. Algunos municipios incluyen danzas, teatro, artesanías y amenizan cada actividad con otras expresiones culturales que mezclan las raíces campesinas con las nuevas formas de ver y comprender los pueblos. En Boyacá, posiblemente por la riqueza de sus suelos, la diversidad de sus pensamientos y el sentir campesino ha sido de gran acogida esto de volver a los mercados campesinos, pero este no ha sido el único departamento en Colombia que ha liderado y robustecido esta actividad. Este territorio es nuevamente un ejemplo de muchos mercados campesinos que con cada departamento, pueblo y ciudad, parece adquirir algo propio, diferencial y autónomo.
En departamentos del centro y oriente del país parece que el mercado campesino se fortalece cada día más y busca robustecerse por medio de las redes sociales y su difusión masiva. Hay plataformas, aplicaciones y muchas iniciativas más que han ido ganando terreno, además de los sectores públicos que incluyen desde luego, las alcaldías, gobernaciones y dependencias específicas para apoyar y promover estos espacios. No sobra decir que esto no es un mandato de ningún gobierno, parece, en cambio, ser un mandato del pueblo.
Por último, lo importante de todo ello es no perder el norte nunca y evitar los intermediarios que parece a grandes rasgos ser quienes se han llevado un buen botín en tiempos donde el campesino se alejó de ser quien llevaba directamente a la mesa productos sanos y a precios justos. No queda otra cosa por decir o posiblemente todas se resumen en invitar para asistir a estos eventos, que celebran la semilla y la cosecha, sin planes obscuros y siniestros, del campo a su mesa, el mercado campesino en Colombia, vuelve.
