Al momento de cerrar esta edición, en la mañana del viernes 24 de septiembre, el aire de Berlín se empieza a cargar con el electrizante activismo de decenas de miles de jóvenes que se alistan para una gigantesca movilización. En el 2019 fueron 100.000. Hoy, a dos días de las elecciones federales en Alemania, planean dar su mayor golpe de opinión sobre el tema principal de estos comicios: el medio ambiente. La oradora central será Greta Thunberg. Que nadie lo dude, las elecciones federales de este 26 de septiembre en Alemania son tan importantes para los ciudadanos teutones, como para el resto de los habitantes de Europa y sin temor a exagerar, del mundo.
Tras la salida de Inglaterra, la Unión Europea es mucho más dependiente del liderazgo alemán. Un liderazgo aún más necesario tras la pandemia y sus consecuencias económicas y sociales. La meta de carbono cero, la neutralidad en la huella climática, es sencillamente imposible de alcanzar sin Alemania. Sin embargo, el país con la mayor economía europea, entra en la recta fina de las elecciones más reñidas en su historia reciente generando un clima de incertidumbre. Desde el mes de abril los partidos principales se turnan el liderato en las encuestas sin que ninguno llegue siquiera al 30%, la ultraderecha (AfD) xenófoba, homofóbica y autoritaria marca más del 10% en intención de voto y la izquierda (Die Linke) se hunde casi hasta el límite del umbral electoral del 5%, mínimo necesario para asegurar parlamentarios en el mítico Bundestag, el Parlamento Federal alemán.
Tal nivel de incertidumbre, justo en este momento aciago de la humanidad, se debe a que por primera vez desde el fin del tercer Reich un canciller (primer ministro) en ejercicio no se presenta a la reelección. En este caso se trata de una canciller, Ángela Merkel, la mujer más importante de la política global en lo que va del milenio.
Desde 1990, tras la reunificación de Alemania luego de la caída del muro de Berlín y el experimento socialista soviético, Ángela Merkel ha sostenido su curul parlamentaria de manera consecutiva. Son 31 años de ejercicio parlamentario, de los cuales los últimos 16 los ha hecho sirviendo como Canciller, es decir, como jefa de Estado. Son generaciones completas de alemanes las que han crecido sin conocer a otra jefa de Estado. Merkel capoteó a Trump, la crisis de refugiados, la crisis económica europea, el Brexit y la pandemia, dando estabilidad no sólo a Alemania, sino a Europa entera. Pero, ¿a cambio de qué?
EL COMEJÉN inicia el cubrimiento de las elecciones en Alemania preguntándole a Florian Warweg, politólogo y periodista, editor en su país del canal Rusia Today (RT), sobre el legado de Ángela Merkel y como deberían recordarla los alemanes y el mundo. Esto fue lo que respondió Warweg:
Su legado, pese a la casi idealización en ciertos sectores de la izquierda, incluso en América Latina, es bastante fatal. Ella dejará a una Alemania profundamente dividida, tanto al nivel social como económico y a una Alemania políticamente apática. Como resumió ya el analista germano-argentino Ezequiel Luis Bistoletti en un texto para Página12: “Alemania aparece hoy más injusta, más desigual y menos solidaria que 16 años atrás.” Yo, desde Berlín, comparto esa valoración del momento actual de mi país.
A la canciller Ángela Merkel le gustaba presentarse como razonable y moral. Sin embargo, durante sus 16 años como canciller, las diferencias sociales en Alemania -como ya lo mencionaba- se profundizaron enormemente. Era sobre todo una regente en favor de los grandes negocios. La pobreza ascendió sensiblemente y la desigualdad mucho más aún. Lo que si descendió de manera notoria fue el desempleo, pero esta disminución estuvo acompañada por un acelerado proceso de precarización laboral a través de la multiplicación de los contratos basura, el vertiginoso aumento de la tercerización y la masiva sustitución de trabajadores asalariados por trabajadores cuentapropistas, los llamados independientes o autónomos. Las privatizaciones y la deslocalización de la industria alemana, sobre todo hacia el este de Europa, representaron otra marca característica de la economía bajo el gobierno de Merkel.
Según la Oficina Federal de Estadística, en 2019 alrededor de un 16% de todos los habitantes de Alemania vivían por debajo del umbral de riesgo de pobreza, y entre los niños incluso más de una quinta parte estaba afectada, y la tendencia va en aumento. Esta tasa aumentó más rápidamente entre las personas mayores, pasando del 11% en 2005 al 15,7% en 2019. Las familias monoparentales también se vieron especialmente afectadas durante el gobierno de Merkel. Según una encuesta de la Fundación Bertelsmann hasta el 43% de ellos se cuentan como pobres.
Y mientras que bajo el mandato de la canciller Merkel la llamada tasa de riesgo de pobreza (personas que disponen de menos del 60% de la renta media de Alemania) aumentó alrededor del 14% al 16%, el gobierno gastó más dinero en armamento de año en año. Al principio de su mandato, el presupuesto militar era de 33.300 millones de dólares; en 2020, ya era de casi 53.000 millones de dólares.
Pasemos ahora al tema principal que sustenta esa buena reputación de Ángela Merkel, incluso en ciertos sectores de la izquierda. En 2015 defendió la admisión de cientos de miles de refugiados bajo el famoso lema Wir schaffen das (podemos hacerlo). Esto provocó los elogios del campo progresista y al mismo tiempo una ola de críticas de la derecha. La AfD, formada en gran parte por viejos cuadros de la CDU (el partido de Merkel), descontentos por el giro más liberal que tomó la CDU bajo el liderazgo de Merkel, la acusó incluso de ser una agente encubierta de la izquierda. Nada más lejos de la realidad. La supuesta actitud progresista de Merkel se basaba principalmente en el cálculo económico.
Los refugiados que llegaron a Alemania bajo el liderazgo de ella están siendo abusados como mano de obra barata y joven en una sociedad envejecida. En 2019, dos tercios de los migrantes que consiguieron un empleo trabajaban por debajo del umbral de los salarios bajos y eso les puso en competencia directa con la gente ya establecida en este sector.
Bajo el mandato de Merkel no se hizo ningún intento de integrar a los refugiados y a los inmigrantes laborales. Por el contrario, la competencia por el empleo y la vivienda, creada en primer lugar por el gobierno de Merkel, divide y aísla a los afectados, especialmente a los de los estratos sociales más bajos. Una clásica estratégica de los gobiernos neoliberales.
Tampoco hay que olvidar que fue sobre todo la Alemania bajo Merkel la que sometió deliberadamente a su socio de la UE, Grecia, a una terapia de choque neoliberal sin compasión a partir de 2010. Las consecuencias siguen siendo devastadoras.
El verdadero legado de Ángela Merkel, por lo cual debe ser recordada, es su capacidad de cubrir con apariencia de moralidad y razón esta política antisocial.