Pasaron las elecciones alemanas y aún no sabemos con certeza quién será el canciller que sustituirá a Angela Merkel. Todo apunta a que sea el socialdemócrata Olaf Scholz, que ganó las elecciones federales más ajustadas de las últimas décadas con un 25,7% y convirtieron al SPD, a día de hoy, en el partido más votado de Alemania. Sin embargo, su triunfo es muy justo porque le pisa los talones la CDU-CSU con el 24,1%. Una de las decepciones internas, aunque crecieron en 5,8 puntos, fue para Die Grünen (verdes) que se quedaron en un modesto 14,8% cuando hace semanas se veían liderando el gobierno. Por detrás, está el FDP (liberales) con un 11,5%, AfD (extrema derecha) con 10,3% y la izquierda, Die Linke, entra por los pelos al Bundestag con el 4,9% pese a estar por debajo del mínimo.
Todo cambia, porque ya no estará Angela Merkel, y porque su partido, CDU-CSU ha sacado el porcentaje más bajo de su historia y ya no es el primer partido alemán. Sin embargo, el candidato del SPD, Scholz, ha ganado como el perfil más próximo a Merkel y a su gobierno. El SPD ha estado en el gobierno desde hace varias legislaturas y pese a tener algunos puntos de tintes más socioliberales y progresistas, se ha mantenido firme con asuntos importantes como las finanzas y políticas neoliberales en lo económico. Este domingo 26 de septiembre ganó el candidato más parecido a la saliente canciller. Por tanto, sea la coalición que sea, los cambios no serán muy profundos en ningún aspecto, al menos hasta lo hoy conocido.
Durante la llamada “ronda de elefantes», la misma noche electoral la televisión pública alemana transmitió el debate entre candidatos aún sin los datos electorales cerrados. En ese espacio, los candidatos y candidatas transmiten su intención de con quién pactar. Era claro que el socialdemócrata Scholz anunciara su intención de formar gobierno. La opción de coalición “semáforo” es con el SPD, FDP (liberales) y Die Grünen (verdes). Esta puede ser la opción más viable para buena parte de las tertulias y analistas políticos. Sin embargo, liberales y verdes deben sentarse a hablar de los puntos conflictivos, como algunos impuestos por el cambio climático entre otros. Y parece ser que serán los primeros en sentarse a negociar. En ningún momento se plantea la coalición con la izquierda (Die Linke), por su bajo porcentaje obtenido, pero también porque en campaña, no hubo apenas referencias a este espacio político. Según las intenciones de los candidatos en la ronda, no hay posibilidad de gran coalición (SPD y CDU-CSU) pero dejan abierta una ventana a una emergencia, en el caso de no llegar a acuerdos.
La otra gran coalición que se baraja la lidera el candidato democristiano, Armin Laschet. El democristiano tiene una imagen cuestionada por sus polémicas apariciones y actuaciones públicas en los últimos meses, que han dañado su imagen en un país donde las formas son muy importantes. Con todo, el candidato de la CDU ha planteado esa otra coalición con posibilidades, la llamada “Jamaica” donde los democristianos liderarían el gobierno, acordado de nuevo con liberales y los verdes. Por tanto, son FDP y Die Grünen quienes tienen la llave de la gobernabilidad de la primera potencia europea y, por tanto, del peso pesado en toda la región. Con todo, la ya canciller en funciones, Merkel, puede ser quien aun desee la feliz navidad y año nuevo de este 2021, así que quedan meses de debates, tensiones e incertidumbre para Alemania.
Las elecciones agridulces
El primer triunfo agridulce ha sido para los verdes, de quienes habían inflado sus expectativas y pese a ser uno de los decisivos, la cara de la candidata Annalena Baerbock en la “ronda de elefantes” era de una clara decepción. La otra buena noticia es la bajada, aunque modesta, de la extrema derecha (AfD) que cayó un 2,6%. A pesar de esto, este partido extremista se va afianzando en estados de Alemania del Este como Sajonia y Turingia, donde hay más desigualdad, destrucción económica desde la reunificación y donde más han sufrido las políticas neoliberales de Merkel y la Unión Europea. La leve bajada se debe, entre otras cosas, a las guerras internas del partido y que la campaña no se enfocó en la inmigración.
Para la izquierda, Die Linke, ha sido un serio receso y eso se notaba en la cara de su militancia en la noche electoral. La bajada del partido es casi la mitad, 4,3%, obteniendo el 4,9% de votos. La ley electoral alemana indica que se debe llegar al 5% mínimo para entrar en la cámara baja, por lo que se pensaría que el partido de izquierda no entraría. Sin embargo, la excepción está en que si obtienen por lo menos tres mandatos directos entran en el Parlamento y Die Linke los tiene. Sus “salvadores” para entrar en el Bundestag fueron los candidatos Gregor Gysi, que arrasó en Berlín-Treptow-Köpenick (con el 20% de ventaja), Gesine Lötzsch quien revalidó su mandato directo en Berlín-Lichtenberg (el sexto triunfo consecutivo) y Sören Pellmann que repite desde el distrito Leipzig II. Desde la militancia se consideran este último como “la resistencia antifascista” ya que la ciudad de Leipzig pertenece a Sajonia, Estado donde ya AfD (derecha neofascista) es primer partido. Pese a que en las elecciones de Berlín puede que se repita la el tripartito centro-izquierda, Die Linke perdió dos de sus distritos fieles: Berlín-Pankow y Berlín-Marzahn-Hellersdorf.
Ya empiezan a oírse los análisis acerca de la bajada de izquierda: muchas vienen de luchas internas y de egos dentro del Partido. Por un lado, lo poco conocidos que son sus candidatos, Janine Wissler y Dietmar Bartsch. Por otro lado, la lucha de ego venía de la cara más famosa de Die Linke, Sahra Wagenknecht, que hacía su propia agenda y aparición mediática sin contar con el tándem oficial que se presentaba. Además, el voto útil ha dejado malherido al Partido, ya que muchos votos se fueron a Die Grünen o el SPD al ser presentados por la prensa y el statu quo como opciones reales de gobierno. Incluso se comenta que, si Die Linke defendió en algunos momentos de campaña que eran la clave para gobernar con verdes y socialdemócratas, el voto actuó como “útil” dirigiéndose directamente sus posibles socios.
Pese a lo agridulce de los resultados y los análisis que irán saliendo en las próximas semanas, el triunfo del Referéndum de expropiación, que se dio con el 56,4% de síes, fue el momento de alegría de la izquierda alemana. Primero por el triunfo del sí, segundo por la participación histórica del 75% y tercero porque fue Die Linke el único partido que apoyó abiertamente la iniciativa de Deutsche Wohnen & Co enteignen. Ahora bien, esos casi millón cien mil votos del sí puede que se pierdan porque sin fuerza de la izquierda en el Senado de Berlín, la propuesta y el triunfo se puede quedar en el papel como un importante dato visual, organización popular y acto simbólico.