Close

Europa: con la comida no se juega

Las producciones más organizadas y con mejores estructuras podrán beneficiarse más y de manera más directa del dinero de todos los contribuyentes que las pequeñas. De aquí que filiales de Mercadona o McDonald’s sean las que mejor salen paradas de todo esto. 

Imagen de Devanath en Pixabay

Imagen de Devanath en Pixabay

Jean-Pierre es un campesino que tiene una pequeña producción de leche al sur de Francia. Lleva toda su vida en ello y no sabe hacer otra cosa. Entiende el valor que tiene para la sociedad y se siente orgulloso de su trabajo. Tanto él como muchos otros agricultores no entienden cómo cobran menos por la leche cuando hay demasiada producción, pero cuando hay escasez importante, como actualmente ocurre en Francia, el precio no les aumenta. Este principio básico de la economía no aplica para muchos de los productos básicos de consumo y trae una precarización importante en todas las explotaciones lecheras. 

LaUnión Europea ha intentado generar un espíritu de cohesión al haber adaptado a lo largo de su existencia distintas medidas, como la moneda única o el programa de intercambio ERASMUS, que han permitido la creación de un sentimiento de pertenencia hacia lo “europeo”. Sin embargo, por muchas instituciones que pueda llegar a tener, continúa fallando en temas de mayor relevancia que constituyen, en épocas de crisis, un descontento social generalizado como una política fiscal unificada o una política agrícola cohesionada. De esta última, es más que necesario hablar hoy.

La PAC o Política Agrícola Común es un acuerdo que, desde el año 1962, ha representado una de las posturas que supone mayor cohesión para el proyecto de construcción de la Unión Europea. Hace unos días, las respectivas instituciones han votado a favor de esta nueva medida que entrará en vigor a partir del 2023. El programa presenta un presupuesto extraordinario de alrededor de 390.000 millones de euros, que supone casi un tercio del presupuesto plurianual de la UE, de los cuales España es la tercera mayor beneficiaria. Sin embargo, ¿cómo hacemos para que esto siga teniendo sentido en un contexto de pleno desencanto europeo? 

El caso de Jean-Pierre no es el único. Los agricultores del norte de Irlanda están muy preocupados por el bloqueo en las negociaciones del Reino Unido con la UE sobre el Brexit. Saben perfectamente que es un tema que les impacta de manera directa en caso de un no acuerdo definitivo. Mientras tanto, los pescadores del norte de Francia amenazan con bloquear las exportaciones hacia el Reino Unido. Esto se da por la concesión de solamente 1.500 licencias para embarcaciones francesas. Un número absurdo comparado con la cantidad de pescadores que, históricamente, han pescado en aguas británicas. 

El Brexit ha hecho lo suyo y tiene a la UE en un vórtice de negociaciones y esperas, mientras que muchos agricultores no saben qué hacer con sus productos. Por otro lado, los recientes acuerdos sobre el cambio climático en Glasgow dejaron un sinsabor entre las ciudadanías que se muestran escépticas. Y es que tienen razones de peso para estarlo. Ya conocen la retórica de la hipocresía verde que en algún momento llamamos Informe Brundtland, protocolo de Kioto, Acuerdo de París y ahora COP26.

Para las instituciones y el oficialismo europeo, esta PAC representa un gran avance en los esfuerzos por mejorar los pronósticos medioambientales, tener una mejor regulación de la normativa laboral y cumplir con una mayor transparencia. Esta medida que acaban de adoptar en Bruselas y Estrasburgo, aunque se presenta como muy ambiciosa, no es suficiente ni para la transformación realmente verde que necesitamos ni para responder a las necesidades de los pequeños productores. 

Los dos factores más preocupantes de esta política son que, por un lado, pretende que cada país presente un plan estratégico ante la UE para su aprobación. Esto podría desembocar en una falta de coherencia de criterios, puesto que cada miembro terminará “barriendo para su propia casa”, sin pensar en lo peligroso de volver a nacionalizar las políticas agrícolas en la coyuntura de la Europa actual. 

Por otro lado, la repartición presupuestaria sigue siendo demasiado desigual. Esto podría desembocar en que el 80 % de los recursos se concentren en el 20 % de los productores, como ya se ha visto anteriormente. Es decir, las producciones más organizadas y con mejores estructuras podrán beneficiarse más y de manera más directa del dinero de todos los contribuyentes que las pequeñas. De aquí que filiales de Mercadona o McDonald’s sean las que mejor salen paradas de todo esto. 

Europa tiene el gran reto de volver a seducir a su población y mostrarse nuevamente como ese gran proyecto de comunidad que alguna vez fue. Con un liderazgo transparente y una sola visión a futuro. De no ser así, seguiremos teniendo esa sensación de que los políticos se enfocan más en beneficiar a los grandes capitales que al bienestar de personas como Jean-Pierre. ¡No, señores! Con la comida no se juega.

Profesor universitario, director del Máster en Dirección Hotelera y restauración en el campus de turismo, hotelería y gastronomía de la Universitat de Barcelona, CETT-UB.

scroll to top