Los obreros de una factoría de autopartes para Renault discuten acaloradamente. Son dos bandos. Unos están a favor de convocar una huelga contra el plan de despidos anunciado por la patronal. Los otros temen perder el trabajo si van a la huelga. Desde lo alto los patronos, sonrientes, observan la controversia. Han decidido maximizar sus ganancias reduciendo la nómina e incrementando las horas de trabajo por un sueldo menor. La escena la pueden ver en Recursos Humanos, la película de Laurent Cantet protagonizada por obreros de verdad. Cantet consiguió en 2008 la Palma de Oro con el filme La Clase.
Los de arriba siembran la discordia entre los de abajo con el fin de seguir arriba. Es lo que está ocurriendo en Colombia: una campaña de descrédito hacia los candidatos y candidatas del Pacto Histórico al Congreso. El objetivo: entorpecer la carrera de Petro a la Presidencia. Crear situaciones ficticias, fabricar crisis e inventar novelitas lúmpenes son tácticas del populismo de derecha. Urdir historias truculentas para el gentío, no para el pueblo. “Es un grave error confundir el pueblo con el gentío. El pueblo es soberano, es el mayor legado de nuestra revolución. Pero el gentío es un animal feroz al que hay que alimentar, manipular, dominar”, oí decir a un miembro de la gendarmería francesa. El populismo de derecha colombiano arroja mierda al gentío.
Las pelotas de mierda son concebidas en tres tiempos: un grupo de conspiradores a sueldo las amasan, los medios las esparcen y los políticos de extrema derecha las restriegan. Un ejemplo: Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona que en enero pasado se reunió con Gustavo Petro, ha sido víctima de una conspiración fabricada por empresarios, marionetas políticas y tapaderas de la extrema derecha. Público, el medio digital critico e independiente, divulgó una potente investigación sobre el caso de la lideresa de izquierda que bien vale leer. Algo similar está sucediendo con Piedad Córdoba en Colombia. A la lideresa negra la han empujado a los pies de los caballos a través de un complot mediático, digital y judicial. Situaciones parecidas sufrieron Gustavo Petro, Iván Cepeda y Gustavo Bolívar.
Unas veces el ataque lo comienza un funcionario fantoche como el ex procurador Alejandro Ordóñez. Otras veces un medio como la revista Semana. Pero lo más usual, por lo barato y manipulable, es comenzar el ataque a través de personas de carne y hueso que están en bancarrota moral, enganchados o adictos a algo, huyendo de alguien o debiendo algo. Se trata de personajes que parecen recortados de una novela de Balzac: soplones, vividores, traidores.
El ataque a tres bandas contra Piedad Córdoba busca humillarla y crear tensiones entre los lideres, militantes, activistas, simpatizantes y seguidores del Pacto Histórico. Los medios más influyentes de Colombia son prisioneros de un puñado de milmillonarios a los que les importa un comino la democracia y la libertad. Sólo sus fortunas y negocios. Cuando un periodista, columnista o analista toca uno de sus pelos, reaccionan como en los estados totalitarios: censurando. El caso más reciente fue el del analista Francisco Cortés Rodas que fue defenestrado del periódico El Colombiano a raíz de una columna en la que explicaba como “el capitalismo, para mantenerse y expandirse, se ha valido de la razón, la ley, pero también de la fuerza, la violencia, la depredación y la apropiación de bienes ajenos.
No vale sólo denunciar. Es menester contraatacar. Para esto se necesita de un medio digital potente, crítico e independiente. Cosa que no existe en Colombia. Lo que hay son pequeños portales que no influyen más allá de su cofradía. Hay algunos un poco más grandes, pero están controlados por individuos del sistema, que algunas veces le ladran al sistema, pero carecen de la convicción para atacarlo, morderlo y desgarrarlo.
Esto, Comején, es una de las asignaturas pendientes de la izquierda colombiana. No estoy hablando de un medio en manos de un partido de izquierda. Ni de un medio para volverlo un vulgar negocio. Estoy proponiendo una cosa grande. Una cosa que pueda ser leída desde su smartphone por cientos de miles de colombianos y colombianas. Leída por los que pueden pagar y los que no. Una cosa que influya sobre millones. Que pueda producir cambios culturales a gran escala. Que no viva del chismorreo. Que rompa con la mentalidad provinciana. Qué nos diga que está ocurriendo más allá de Bogotá y Colombia. Que escriba la gente de provincia.
Periodistas buenos los hay. Empresarios sanos también. Creativos a espuertas también. Sobretodo hay jóvenes. Millares. Colombia es un país de jóvenes, empero gobernado con ideas anticuadas.
Mientras, Comején, échale una mirada a esto: La Base