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2708 kilómetros por Petro

Después de tantos reveses, la épica ha vuelto. La mística, esa cualidad que caracterizó a los viejos luchadores (“los canosos” los llama cariñosamente Alexandria Ocasio-Cortez la congresista de origen puertorriqueño) está de vuelta. Una mística que se vio entre los jóvenes que lucharon en las calles de Colombia durante la revuelta del año pasado.

Petro

Conduciendo bajo la nieve. Imagen de Kent DuFault en Pixabay

El puñetero repique del despertador rompió su inquietante pesadilla. Lo silencia con un manotazo. Las manecillas del reloj están alineadas verticalmente. 06:00 horas en Winnipeg, capital de la provincia canadiense de Manitoba. Es sábado 12 de marzo. Se levanta como un resorte. Como lo hace el recluta cuando escucha el vozarrón del sargento en la barraca: ¡A la ducha, cabrones! Algo le quedó de sus años en Angola, luchando contra el colonialismo y el apartheid. Ducha y café. Por el cristal de la ventana que da a la calle echa una mirada. Está nevando y las ráfagas de viento sacuden a los árboles pelados. Abre la aplicación del tiempo en el celular: -19º C.

Come, sin convicción, algo de cereales con leche mientras revisa los mensajes de guasap. Estamos listos, lee. Voy saliendo, respondió. Le responden con un emoticón. Con las llaves del carro en la mano y un pequeño morral sobre las espaldas se dirige hacia el parqueadero. Enciende el Kia Forte 2011. Conecta el GPS. Escribe en la pantalla “Calgary”. Observa con resignación que son 1354 kilómetros hasta la populosa ciudad de la provincia de Alberta, cerca a la frontera con Montana. Cualquiera pensaría que es un personaje recortado de la película Fargo de los hermanos Coen que tiene el encargo de cometer un asesinato sin dejar rastro en la nieve. Déjate de películas, Comején, su misión es otra: votar, junto con dos compas más, por el Pacto Histórico en el consulado de Colombia en Calgary el domingo 13 de marzo. El viaje les llevará alrededor de catorce horas de ida y las mismas de vuelta. 2708 kilómetros de autopista. Tanto como ir en carro desde Cali a Riohacha y devolverse. Calculan en 450 dólares el gasto en gasolina y otro tanto en comida y hospedaje. Por fortuna el paro de camioneros en Ottawa y la frontera con los Estados Unidos fue levantado y el único obstáculo será el mal tiempo.

Llueva, truene o relampaguee, nos advierten o advertimos por diversos motivos. Para los compas residentes en Canadá la frase fue literal, salvo que no era lluvia sino nieve. Conducir bajo la nieve tiene algo de temeridad, pero los compas echaron pa’lante. Llegaron por la noche a Calgary, comieron unas hamburguesas con carne ahumada y se fueron a dormir en un hotel de mala muerte. Al día siguiente, domingo 13 de marzo, se dirigieron al consulado de Colombia. Fueron los primeros en votar por el Pacto Histórico y con las mismas se volvieron a Winnipeg. El lunes madrugaron a trabajar. 

Lo volveremos a hacer el próximo 29 de mayo –escribe el cartagenero Germán Lombana por guasap a Alejandro su entrañable amigo barranquillero residente en Cáceres, España– Petro cuenta con nuestros tres votos. Lo mismo haremos nosotros, le respondió Alejandro, iremos en varios coches de Cáceres hasta el consulado de Colombia en Sevilla.  

Después de tantos reveses, la épica ha vuelto. La mística, esa cualidad que caracterizó a los viejos luchadores (“los canosos” los llama cariñosamente Alexandria Ocasio-Cortez la congresista de origen puertorriqueño) está de vuelta. Una mística que se vio entre los jóvenes que lucharon en las calles de Colombia durante la revuelta del año pasado. Una mística que se nota entre los cientos de abogados y voluntarios que se han volcado al pabellón de ferias de Bogotá para recuperar los votos que le birlaron al Pacto Histórico. Una mística en la que se ponen los recursos y el tiempo propio sin esperar ninguna retribución a cambio más que el triunfo de la causa. Estamos, parodiando al Pacto, en un momento histórico. El deseo de cambio se toma el alma de la gente y no hay manera de atajarlo. No hay manera de detener la rueda de la historia, diría el historiador Eric Hobsbawm a sus alumnos de las Universidades de Londres y Stanford.   

Una mística a la que le agregaría seis recomendaciones:

1. Seducir a los candidatos y votantes del medio a través de la pedagogía y el buen rollo. La bronca es una mala consejera. La experiencia ecuatoriana, en la que cabe alguna responsabilidad al expresidente Rafael Correa, hizo que en la segunda vuelta millares de votantes de Yaku Pérez se fueron con Guillermo Lasso cuando se vieron descalificados por los elementos más sectarios del correísmo. En Chile pasó lo contrario, Gabriel Boric –quien perdió por dos puntos en primera vuelta con el ultraderechista José Antonio Kast –empleó una retórica seductora hacia las capas medias y abstencionistas, consiguiendo la victoria en la segunda vuelta por diez puntos. 

2. El fraude no es una contingencia incierta, es una realidad. El domingo pasado, más allá de la incompetencia de algunos jurados, hubo manos que quitaron aquí y pusieron allá. No basta votar e irse para la casa a esperar los resultados. Es menester vigilar cada mesa. Multiplicar el número de testigos electorales. Trasnocharse. Ir hasta el final. 

3. Los congresistas elegidos por el Pacto Histórico deben jugar el papel de alfiles en sus regiones. El mandato se los ha dado el pueblo soberano. Su misión es duplicar el número de sufragios que consiguieron en la lista única al Senado y en la cámara de representantes.

4. La izquierda y el progresismo en todas sus vertientes deben guardar sus espadas para no emplearas contra los propios. Por táctica vale aparcar los debates internos –que los hay– hasta conseguir la Presidencia. Una tregua hacia adentro para enfrentar unidos la amenaza que viene de afuera.  

5. Ganar en primera vuelta. Conseguir la victoria perfecta. 

6. Compa, Petro. No queremos que una bala nos despoje de la ilusión. Cuídate. Cuidémoslo.

Escritor y analista político. Blog: En el puente: a las seis es la cita.

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